¿Por qué Boric y Petro SÍ y Andrés Manuel NO? Esta pregunta he escuchado que la hacen hombres inteligentes, preparados, con experiencia en medios de comunicación y, sobre todo, estudiosos de la relación de estos negocios con la política.

¿Gabriel Boric y Gustavo Petro y Andrés Manuel López Obrador NO? Esto es, ¿por qué los gobernantes de izquierda de Chile y Colombia dan entrevistas a diarios y televisoras importantes, mientras el presidente de México NO lo hace?

Respuesta 1:

  • Boric y Petro necesitan a los medios para difundir sus proyectos.
  • Andrés Manuel NO necesita recurrir a periódicos y televisoras para informar a la gente.

Respuesta 2:

  • Probablemente ha sido honesto, esto es, periodístico el trato que los medios de Chile y Colombia han dado a Boric y Petro, inclusive antes de que llegaran a poder.
  • La experiencia de AMLO con los medios mexicanos ha sido muy mala, y no por culpa del actual presidente: la verdad de las cosas es que no ha habido decencia en el trato y, durante ya demasiados años, la prensa de nuestro país ha utilizado a Andrés Manuel como mercancía, es decir, una gran cantidad de las críticas que recibe el tabasqueño no son periodísticas, sino patrocinadas por los intereses de grupos políticos y empresariales que han visto a López Obrador como un peligro para México.

Andrés y la prensa

Cuando inició su carrera, el presidente Andrés Manuel López Obrador casi seguramente no pensaba que fuera posible avanzar en la política sin contar con los medios de comunicación. Estoy seguro de que tampoco pretendió triunfar en esta dura actividad actuando contra las empresas mediáticas.

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¿Por qué es ahora tan mala la relación entre el presidente de México y la prensa?

Cuando AMLO empezó a tener poder como dirigente del PRD, debió haberse sentido decepcionado de los medios que no le daban los mismos espacios que a los líderes del PRI y del PAN porque el izquierdista no destinaba importantes cantidades de dinero del partido que dirigía para repartirlo entre periodistas y dueños de periódicos, estaciones de radio y canales de TV.

Las cosas cambiaron cuanto tuvo su primer cargo público de importancia: la jefatura de gobierno del Distrito Federal. Simple y sencillamente por el tamaño del presupuesto de la administración que encabezó a partir del año 2000, más o menos cumplió con las expectativas de los medios y pudo, de esa manera, establecer un diálogo adecuado con representantes de las empresas periodísticas.

Pero —las cosas como son— en México las corporaciones mediáticas y sus periodistas famosos son insaciables, desde luego con excepciones. Así las cosas, se complicó el entendimiento entre AMLO y la prensa cuando quedó evidenciado que el entonces jefe de gobierno del Distrito Federal no iba a gastar excesivamente en publicidad oficial.

Muchas décadas de una relación basada en el dinero, acostumbraron a los medios a exigirlo a los gobernantes mediante el chantaje: no quieres que te pegue, entonces paga más. Andrés Manuel no aceptó hacerlo y enfrentó las consecuencias, que no le resultaron desfavorables.

Como las críticas no lograban disminuir la aprobación de AMLO, los medios encontraron en tal situación una fórmula para incrementar sus ingresos: sin dejar de golpear a López Obrador con la esperanza de doblarlo para que aflojara la chequera del gobierno capitalino, ofrecieron servicios especiales a los rivales políticos del izquierdista, cada día más asustados por el ascenso de un personaje tan singular. ¿Servicios especiales? Incrementar brutalmente el tono de los cuestionamientos a Andrés Manuel, especialmente basados en mentiras, con la intención de debilitarlo, desde luego a cambio de dinero.

AMLO fue una mina de oro para empresarios mediáticos y periodistas, que no conseguían que él les pagara más de lo legal y éticamente permitido, pero sí lograban importantes contratos con el PRI, el PAN, los gobiernos emanados de estos partidos y la clase empresarial que, fanatizada, veía en Andrés Manuel a un nuevo Hugo Chávez, a otro Fidel Castro.

Precisemos que, durante el ascenso político de AMLO, sus rivales sí tenían enormes recursos para entregarlos a los medios, tanto por arriba de la mesa como por abajo —y por los lados… y por todas partes—.

Entre 2004 y 2005, durante el proceso de desafuero en su contra, Andrés Manuel contó para difundir su verdad con muy pocos medios: recuerdo a La Jornada, Proceso, Canal 40 —el de Javier Moreno Valle, en el que participaba Ciro Gómez Leyva—, el Milenio recién nacido tan distinto al actual y algún otro.

En la campaña presidencial de 2006 casi la totalidad de los medios apoyaban al candidato del PAN, Felipe Calderón. Por dinero, obviamente. Por su parte, AMLO, para difundir sin que se tergiversaran sus mensajes, tenía a La Jornada, a Proceso y poco más.

La industria mediática se cimbró cuando López Obrador, sin medios, ganó la presidencia en 2006. Que conste: ganó, pero le robaron la elección.

Ese mismo año, en el plantón de Reforma, además de seguir sin medios para que la gente conociera la esencia de su protesta contra el fraude electoral, AMLO experimentó algo terrible: tener a los medios en contra, ya no solo porque les pagaban, sino también como una estrategia de sobrevivencia: el proyecto era la destrucción de Andrés Manuel López Obrador que había demostrado que podía ganar no solo sin medios, sino contra los medios.

Se pensaba que era cierto el diagnóstico de estrategas electorales mexicanos y de otros países: AMLO podría llegar a la presidencia sin medios, pero jamás lo conseguiría contra los medios. Diagnóstico fallido.

Entre 2006 y 2018 nada hizo Andrés Manuel para pactar con los medios. Si querían cubrir sus actividades, bienvenidos, y si no, problema de las empresas periodísticas. Como conocía la agresividad a la que podía llegar la comentocracia, AMLO decidió que iba a responder todas las críticas y, también, que debía exhibir a quienes sin ética lo cuestionaban, y que la gente juzgara quién tenía la razón.

Lo que hace en las mañaneras desde que llegó a la presidencia —cuestionar medios y periodistas— seguramente llama la atención en nuestro país y en el extranjero, pero no es distinto a lo que hizo desde 2006 cuando inició sus actividades de resistencia civil que lo llevaron a romper con el PRD, crear el partido Morena y ganar la presidencia de México.

¿Necesita AMLO a los medios? Evidentemente no: sin darles entrevistas ni apapacharlos, reduciendo drásticamente los presupuestos de publicidad y cuestionando a diario a los periodistas más famosos, Andrés Manuel ha mantenido su popularidad, su partido ha ganado casi todas las elecciones en las que ha participado y su movimiento y sus corcholatas, —particularmente Claudia Sheinbaum— lideran todas las encuestas de preferencias electorales presidenciales.

Andrés Manuel no necesita a los medios y no le importa ser el presidente de México más cuestionado de la historia, aunque pocas veces con objetividad periodística, la mayoría de las ocasiones con calumnias y aun con insultos. No lo han acabado porque supo convertir en apoyo tanta agresión en su contra.

¿En los meses finales de su gobierno dará AMLO entrevistas a los medios nacionales y globales —o a los municipales, lo mismo da—? No lo sé, y da lo mismo: ¿qué puede sacarle el mejor entrevistador que Andrés Manuel no diga en las mañaneras?