No importaba que hubiera agenda llena; no importaba que México esté pasando por una  situación económica y de convivencia grave, y aunque, importaba, ni siquiera era determinante  que México sea el segundo país con más población católica en el mundo sólo después de  Brasil. Pero lo que sí era determinante era que este tipo de cumbres, independientemente de  la triste razón por la que en este caso se asiste, son oportunidades que no deben  desperdiciarse, ya que son ocasiones propicias para generar reuniones bilaterales que pueden  derivar en acuerdos de importancia trascendental para dos o más países, sin la formalidad de  las acartonadas reuniones programadas entre Jefes de Estado o con organismos  internacionales, y en las cuales a veces no siquiera se logra alcanzar las expectativas.  

Una reunión como la celebrada el 26 de abril, en cambio, abre la puerta para mejorar  relaciones, obtener acuerdos, o al menos romper el hielo entre los participantes y  eventualmente producir acercamientos que quizá en otras circunstancias no se darían. No  todos los días fallece un papa, no todos los días la sensibilidad está a flor de piel, y no todos  los días en el escenario internacional se dan hechos que pueden modificarlo inesperadamente. 

El hecho de que el fallecimiento del líder católico haya reunido a 130 Jefes de Estado y a 10  monarcas, casi la totalidad de los países miembros de la ONU; habla por sí mismo de la  importancia del acontecimiento y de la necesidad de haber estado allí. 

Resumo en tres dimensiones este lamentable error político. 

La dimensión interna

Esto que llaman 4T aún no ha entendido que las posibilidades de ser un país mejor requieren no sólo de una buena, marcha de la economía nacional, sino de una participación importante  del país en foros internacionales, y de un presidente que lleve a esos foros las fortalezas, los  productos y los servicios que el país ofrece. 

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Con su decisión, la presidente Claudia Sheinbaum demostró que aquella tan cacareada visita  al sumo Pontífice había sido sólo parte de un simple acto de campaña, y que su incongruencia  llegó a tal grado, que en esa ocasión no le importó el “qué dirán algunos”, como sí le preocupó  ahora cuando, al tratarse del fallecimiento del mismo importante personaje, la visita ya no le  servía para aprovechamiento personal. Con su decisión demostró también que le falta mucho de la experiencia y sabiduría que se requieren para dejar de ser un presidente y convertirse en un verdadero Jefe de Estado, amén de la ofensa que su desdén significó para los feligreses de un país con profundas raíces católicas. 

La dimensión simbólica

Desde su elección en 2013, Francisco, más que un papa, fue una voz ética en foros como la  ONU, el G20 y la COP26. Su mensaje sobre la urgencia de actuar frente al cambio climático,  haciendo hincapié en la responsabilidad compartida y la necesidad de soluciones globales y su encíclica Laudato Si sobre el medio ambiente, que revolucionó la percepción religiosa sobre  el cambio climático y en la cual plantea el desafío urgente de “proteger nuestra casa común”,  debieran ser banderas que una presidente que se dice científica tendría que hacer suyas. 

En este sentido, la ausencia de Sheinbaum parece mostrar una desconexión entre lo que se  dice y lo que realmente se piensa y se apoya, ya que en lugar de abrazar las válidas causas  franciscanas, no por provenir de un líder religioso, sino por el gran aporte político y social que  representan, se decide apoyar políticas y acciones de gobiernos latinoamericanos de dudosa  esencia democrática identificados con el eje bolivariano. 

La dimensión diplomática

En el ámbito global, la ausencia de Sheinbaum significó: 

Debilitar la imagen de México como líder latinoamericano, ya que mientras otros líderes de la región como Lula da Silva, Javier Milei y Xiomara Castro reafirman su influencia, México quedó  marginado de un escenario donde se reconfiguran alianzas y visiones políticas. 

Ceder terreno en la diplomacia cultural. La diplomacia no es solo tratados y comercio; es  también símbolos, empatía y presencia. No estar en el funeral de Francisco significa perder la  oportunidad de reforzar la “marca México” en un espacio donde se reúnen países que valoran  las raíces culturales, espirituales y humanas, y los cuales, como decimos líneas arriba, se  convierten en foros espontáneos para promover las ventajas y productos de cada país.. 

Fracasar en tender puentes con actores cruciales. Un breve encuentro informal con Donald  Trump, Joe Biden, Emmanuel Macron, Javier Milei, y otros jefes de Estado, podría haber  sentado las bases para futuras negociaciones en migración, comercio, medio ambiente o  inversión. No aprovechar este tipo de momentos debilita las posibilidades de México de ejercer  una influencia preventiva en temas estratégicos. 

Quedar rezagada en la narrativa de los derechos humanos y la justicia social. Francisco fue  un defensor irreductible de los migrantes, los pobres y el medio ambiente. En momentos en  que la agenda mundial se enfoca en estas problemáticas, no estar presentes debilita la voz de  México en foros donde el futuro del desarrollo sostenible y la gobernanza global se están  discutiendo. 

Falta poco para saber quién será el nuevo guía espiritual de la población católica y a partir de  allí, cómo se reconfigurará el escenario internacional, pero lo que sí es evidente, es que la  ausencia de la mandataria refuerza la percepción de un México replegado, pasivo y carente  de iniciativa diplomática, lo que podría traducirse en menores apoyos en organismos  multilaterales y menor prioridad en las agendas bilaterales de países clave. 

La política global no perdona la indiferencia en momentos de alto simbolismo. La ausencia de  Claudia Sheinbaum en el funeral del Papa Francisco no es un simple error de agenda, es un  fallo de visión estratégica que puede costarle capital político interno y peso internacional. Los  líderes que entienden que el poder también se construye en los gestos, sabrán aprovechar las  oportunidades que otros —por ideología, indiferencia o cálculo erróneo— dejan pasar.

Parafraseando la famosa canción “La que se Fue” del gran José Alfredo Jiménez, a Sheinbaum  se le fue la gran oportunidad de configurar la presencia de México en el mundo convulsionado  de hoy.