Todavía no está definida ni mucho menos saldada la elección del 2023 en Coahuila y en el Estado de México como muchos aseguran a favor de Morena. Todo dependerá, sin duda, de llegar cohesionados y unidos en vísperas de la votación para que -el panorama- pueda lucir alentador.

Si bien en el Estado de México hay candidata en la imagen de Delfina Gómez, Coahuila está por definirse de un momento a otro. Se habla que, esta misma semana, saldrá el representante para abanderar a Morena en aquella entidad. Como se sabe, son dos perfiles los que apuntalan para que se defina quién será el abanderado considerando que, tanto Ricardo Mejía, como Armando Guadiana, han marcado la gran diferencia entre la lista de aspirantes.

Entre ellos dos hay un margen muy cerrado de acuerdo con la última encuesta en el Financiero, sin embargo, la diferencia estaría cargada a favor del Senador de Morena, Armando Guadiana. Esa decisión estará en manos de la dirigencia nacional del partido guinda que tendrá que garantizar un proceso democrático y plural, para que las condiciones abran la puerta para terminar con el reinado del PRI en aquella entidad.

Pero, primero, Morena tiene saber conducir el proceso porque -desde hace mucho tiempo- se vive una lucha feroz interna entre los grupos de los aspirantes que ha ido escalando al grado de llegar a la difamación, que ha resultado ser- una amenaza latente- como para provocar una fractura interna sino empiezan a llamar a la prudencia y la reconciliación.

El mismo Mario Delgado debe ser, en este proceso, un verdadero mediador y no un espectador como nos tiene acostumbrados ante la nula capacidad que ha demostrado no tener en sus manos para resolver le guerra sucia que alimentan varias corcholatas a través de personeros como Layda Sansores y el propio delegado de Bienestar, Abraham Mendoza.

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Por esa razón, Morena no puede confiarse tanto del efecto que pueda seguir jalando la imagen del presidente López Obrador. No cabe duda que esa es la apuesta prioritaria, pero hoy, como antes, ya no es tan poderosa en términos de procesos electorales a pesar de sujetar una aprobación de más del 63%, al menos no en Coahuila y Estado de México donde la elección luce sumamente cerrada, sin embargo, muchos ya se sienten ganadores siendo que, la principal tarea, es llegar en unidad.

Entonces, sí las deficiencias siguen prosperando, y hay determinaciones unilaterales, Morena corre el riesgo de no ganar Coahuila y, en una de esas, hasta el Estado de México, especialmente porque la guerra sin cuartales no ha cesado, a pesar del llamado de reconciliación que han hecho figuras que han puesto sobre la mesa mecanismos de mediación y conciliación, para salvar al movimiento que está en riego de quebrarse sino ponen atención en la urgente necesidad de salvaguardar la unidad, pero sobre todo el respeto y la tolerancia hacia los propios compañeros de la expresión.

Morena puede ganar ambas entidades, sin embargo, también existe el riego de irse con las manos vacías porque su máxima prueba será, sin duda, cerrar filas al interior de la expresión a través de la voluntad, antes de que se hunda la esperanza de capitalizar más territorios y la joya de la corona en 2024 que es, hoy por hoy, refrendar el triunfo del 2018.

La única alternativa es unidad y reconciliación, lo mismo que dejar de lado la guerra sucia que vienen arrastrando muchos personajes al interior de Morena, producto de la cultura tradicional que aprendieron perfectamente en algún pasado militante del PRI o del PAN, como el caso de Layda Sansores y el propio delegado de Bienestar, Abraham Mendoza, que hace un par de días, en Hidalgo, demostró el pobre nivel al tratar de atacar verbalmente a un presidenciable al demostrar ser un buen aprendiz de la gobernadora de Campeche.

Así no. Morena tiene que mostrar nivel, no bajezas ni narrativas mediocres que sólo contaminan la lucha democrática que tanto trabajo les costó a los precursores del movimiento.