El proyecto de reforma al poder judicial me recuerda mucho al triunfo arrollador de Claudia Sheinbaum en las pasadas elecciones presidenciales. Lo digo por el profundo tema de análisis que ha transitado en los medios de comunicación. En la votación, por ejemplo, fue una victoria categórica y, de paso, se originó una lectura muy amplia de lo que aconteció. Eso, en resumidas cuentas, fue lo mismo que provocó el debate, desahogo y aprobación de la minuta. Siendo así, el asunto ha tomado otro trámite con la declaratoria constitucional.
Lo anterior, que pasó por ambas cámaras legislativas, se formalizó tras su aprobación. Para tal efecto, habrá que esperar a que entre en vigor para su publicación en el Diario Oficial de la Federación. Esto, pese a las pequeñas resistencias de la oposición, será cuestión de días para que la legalidad tenga efectos inmediatos. De entrada, no hay ningún riesgo o recurso para revertir la reforma al poder judicial. Lo dijo el mismo Ricardo Monreal, doctor en derecho y uno de los políticos más experimentados de nuestro país. Esto quiere decir, en pocas palabras, que no existe fuerza humana para invalidar el poder constituyente.
No hay razón o motivo, dada la capacidad que existe del legislativo federal, para cambiar la determinación que tomó pueblo de México a través de sus representantes. De ahí que se diluya o acote todo mecanismo que pueda poner en marcha la oposición. Así lo detalló el mismo Ricardo Monreal. Él, de hecho, explicó claramente el poder constitucional de la carta magna. En concreto, el proyecto de reforma al poder judicial es, como la inmensa mayoría de mexicanos esperamos con ansias, una realidad ante la necesidad inexorable de avanzar a la democratización del territorio nacional.
Siendo así, la oposición, y todos aquellos que se opusieron a los cambios, están obligados a acatar la determinación del poder legislativo que, con mayoría calificada en ambas cámaras, tomó la decisión de modificar el marco constitucional. Será un claro ejemplo de obedecer la legalidad. La misma oposición, una y otra vez, ha dicho que son unos demócratas. Si es así, tendrán que acatar la voz del pueblo de México. A estas alturas, de hecho, no sirve de nada continuar con las protestas o pequeñas resistencias de los grupos conservadores que, sabemos, son afines al PRIAN.
Al final de cuentas, se sabe, nada pudo frenar el proyecto de reforma al poder judicial, máxime con una oposición en detrimento que, para el caso, lució incapaz de analizar el tema con objetividad y nivel. De hecho, la misma Claudia Sheinbaum, presidenta electa de México, abrió el abanico al debate en la imagen de uno de los principales protagonistas, Ricardo Monreal. El zacatecano, en efecto, recorrió el país y, de paso, tomó en cuenta todos los elementos indispensables para disipar cualquier duda o inquietud. Se utilizó, de igual manera, un parlamento abierto donde se consideró la participación de jueces, ministros y magistrados de la Suprema Corte. Con esa premisa, podemos afirmar que, de pies a cabeza, la oposición conoció a detalle el proyecto y, por ende, supo que su contenido no vulnera los derechos y conquistas de los trabajadores.
El proyecto, además de inminente, siempre ha sido visto como un instrumento que vendrá a democratizar los poderes de la nación. A su vez, queda claro, los ajustes servirán para terminar con la corrupción, los lujos y las excentricidades de los ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación que, durante su gestión, han vivido como sultanes.
Lo más importante de todo, además de lo mencionado, es que no hay componentes de riesgo para revertir la reforma constitucional. Se cumplió, como dijo Ricardo Monreal, con todas las formalidades de un proceso legislativo. Dada esa situación, viviremos un ejercicio histórico que, desde luego, implica muchos ajustes al tema del poder judicial. Serán, en definitiva, cambios necesarios que contrarrestan todos aquellos atropellos que vivieron muchas personas en carne propia. De igual forma, habrá mayor efectividad y equilibrio en la impartición de justicia. Eso, desde una perspectiva democrática, es lo mejor que le puede pasar a un país que está avanzando en sus políticas públicas.
Notas finales
A menos de dos semanas de entregar la banda presidencial, el mandatario federal, López Obrador, visitó el sur del país, específicamente la entidad de Chiapas. Como suele suceder, el impacto que provoca su presencia tuvo gran efervescencia entre la población civil. De hecho, Claudia Sheinbaum, que tomará el lugar de AMLO en unos días, acompañó la gira que, a grandes rasgos, fue el marco perfecto en la conmemoración de la federación de Chiapas en México. Además de ello, fue el escenario inmejorable para ir coordinando los trabajos entre los distintos órdenes de gobierno, pues el ganador de los comicios, Eduardo Ramírez, caminó al lado del mandatario. Eso, desde luego, es un aspecto muy importante, máxime porque el ‘Jaguar Negro’ ha fijado una agenda de prioridades con quien comandará los destinos del territorio nacional. Entre esos aspectos, por supuesto, potencializar el desarrollo económico y, con ello, aterrizar proyectos de obra e infraestructura que beneficien directamente a la sociedad.