Despacito

Todos mis sentidos van pidiendo más

Esto hay que tomarlo sin ningún apuro

Despacito

Pasito a pasito, suave suavecito (hey, sí, sí)

Nos vamos pegando, poquito a poquito (oh no)

LUIS FONSI

¿Recuerda Claudia Sheinbaum la canción Despacito, de Luis Fonsi? Fue tan exitosa durante el final del sexenio de Enrique Peña Nieto que la hoy presidenta electa inevitablemente la escuchó y hasta la bailó. Y, en 2017, antes de las elecciones presidenciales que llevaron a AMLO al poder, una adaptación de su letra que se hizo en SDPNoticias, la debió haber puesto de muy buen humor. Reproduzco la segunda versión de la letra modificada, que se dio a conocer después de la victoria de Morena en 2018:

Esa Morena no la tiene ni Obama

tú dijiste bye PRIAN y hola Morena.

Ya estaremos en Palacio Nacional

Des… pa… ci... to.

Quiero hablar en tabasqueño despacito.

Y que gane México.

Despacito, ponte muy atento que hablo despacito

quieres ver ganar al pueblo

y no ver más prianismo.

Pejito, Pejito, yo hablo despacito.

Ya iremos cambiando poquito a poquito

tal como la Sheinbaum con esa destreza.

Esa presidencia es un rompecabezas

Pero todos juntos somos mucha pieza

DES-PA-CI-TO

Al querido y admirado productor de TV Epigmenio Ibarra le fascina que AMLO haya encabezado una revolución, pacífica pero al final una revolución, con todo lo que esto implica. Hábilmente, en una entrevista Epigmenio logró que el presidente López Obrador más o menos eso dijera. Pero, que conste, me parece que Andrés Manuel no ha querido llegar a tanto, ni siquiera jugando con las palabras. Cito al especialista en producciones televisivas:

“¿Transformación es un eufemismo?”, le pregunté AMLO mientras,cámara al hombro, lo seguía. Se detuvo, lo pensó un poco: “El objetivo de una revolución —respondió— es la transformación”. Y en eso estamos:en un país que decidió hacer una revolución.

E. IBARRA

Entiendo que por su formación de intelectual de izquierda Epigmenio esté encantado con la revolución que desde su punto de vista ha encabezado Andrés Manuel. Pero como yo tengo otra formación, me siento obligado a decir que a mí los cambios revolucionarios no me encantan, sino me espantan porque normalmente terminan en caos.

Deportistas con mentes brillantes

Antes de seguir, quisiera refutar una tesis mamona sostenida por un número notable de intelectuales de nuestro país, de izquierda y derecha: la de que es necesariamente inculta la gente dedicada al deporte de alto rendimiento. Lo haré porque recomendaré a Claudia Sheinbaum un artículo publicado en Excélsior de alguien que consiguió la medalla de plata en los Juegos Olímpicos de Los Ángeles celebrados en 1984. La presidenta electa debe tomar más en serio lo que ha dicho el luchador grecorromano que las propuestas de no pocas personas influyentes en la 4T.

Guillaume Martin, el ciclista filósofo:

El autor de Sócrates en bicicleta y La sociedad del pelotón ha dicho: “Los deportistas no somos idiotas. Me dedico al ciclismo porque es una ficción. Entreno muchas horas, no me permito ningún exceso, me voy a dormir muy pronto... Me entrego completamente, pero no olvido que formo parte de un juego. Llegar primero a una meta en mitad de la nada es un logro estúpido. No significa nada. No tiene valor por sí mismo. Pero todo en la vida es así. La vida es una ilusión, como el ciclismo. La vida sólo tiene el sentido que tú quieras darle”.

Los futbolistas Harald, matemático, y Niels Bohr, físico nuclear

Fueron excelentes futbolistas el danés Harald Bohr, matemático, y su hermano Niels, premio Nobel de Física 1922. El primero, junto con un teórico alemán, probó el teorema de Bohr-Landau. Además de buen matemático, jugó con pericia al futbol: participó en los Juegos Olímpicos de Londres de 1908 y ganó la medalla de plata. Dicen que era tanta la fama de Harold como futbolista “que cuando defendió su tesis en 1910 en la Universidad de Copenhague, entre el público asistente había más fans del deportista que personas del ámbito matemático”. Su hermano Niels también jugó fútbol, como portero del equipo de esa universidad. Quizá no llegó tan lejos en el deporte porque se entregó a un trabajo fundamental en física: “On the constitution of atoms and molecules”, publicado en la revista Philosophical Magazine.

El maratonista Alan Turing, informático

Considerado uno de los padres de la informática teórica, Turing era un gran corredor de fondo que estuvo cerca ce competir en los Juegos Olímpicos de 1948.

La ciclista matemática Anna Kiesenhofer

Kiesenhofer, ganadora de la medalla de oro en el ciclismo de ruta de los Juegos Olímpicos de Tokio 2020, es doctora en matemáticas por la Universidad Politécnica de Cataluña. Antes estudió una maestría en matemáticas en la Universidad de Cambridge. Su licenciatura en matemáticas la hizo en la Universidad de Viena.

Shaka Hislop, un portero en la Nasa

Jugó con la selección de futbol de Trinidad y Tobago y en los equipos West Ham, Newscastle y Portsmouth. Graduado con honores en la Universidad Howard, en Washington, fue llamada por la agencia espacial estadounidense para realizar prácticas profesionales.

El luchador olímpico y doctor en alta dirección Daniel Aceves Villagrán

Logró la medalla de plata en lucha grecorromana en los Juegos Olímpicos de Los Ángeles 1984, tiene un doctorado en alta dirección y he leído artículos suyos en Excélsior. Recuerdo uno de 2022 en el que analiza un concepto desarrollado por Karl Popper, el de la ingeniería social fragmentaria, que es un método de progreso social que da mejores resultados que las revoluciones o las grandes transformaciones en periodos breves.

La ingeniería social fragmentaria y la reforma judicial

Popper sabía que “todos nosotros podemos errar, y que con frecuencia erramos, individual y colectivamente”. De ahí la necesidad de ir des-pa-ci-to al intentar modificar estructuras sociales injustas. Reitero, des-pa-ci-to, como en la canción de Luis Fonsi. No tiene sentido pretender cambiar todo con base en los diagnósticos de una sola persona o de un pequeño grupo. Simple y sencillamente no existen posibilidades de que algo así funcione adecuadamente.

La sociedad solo podrá avanzar hacia más justicia, más prosperidad y más libertad mediante pequeños ajustes e inclusive, reajustes, tal como entiende la idea de la ingeniería social fragmentaria la economista Teodelina Zuviría. Y es que, cito a Popper, “el ingeniero social fragmentario sabe, como Sócrates, cuán poco sabe. Sabe que sólo podemos aprender de nuestros errores”. Inevitablemente llega el desastre cuando se intenta la reingeniería total, a la Stuart Mill, o la revolución, que es la utopía de la izquierda.

Sin cambios importantes, no terminará en nada positivo la reforma del poder judicial que pretende cambiarlo todo, desde los tribunales de primera instancia hasta la Suprema Corte de Justicia de la Nación. Pero, ni hablar, la gente votó aplastantemente a favor de Morena, que entre sus propuestas de campaña incluía la desaparición con un fregadazo de todo el poder judicial para catafixiarlo por otro caracterizado por la elección de sus integrantes a través del voto popular.

Además de turbulencias financieras —los mercados no aceptan esa reforma—, se presentarán enormes dificultades operativas para que camine el nuevo sistema judicial. Como de ninguna manera es adecuado solo elegir cualesquiera profesionales del derecho para llevarlos a la judicatura, y como se busca cambiarlo todo con la reforma, si no hay modificaciones a la iniciativa el resultado será la parálisis del poder judicial, que cuando tome de nuevo impulso no garantizará que sus integrantes sean más honestos ni más capaces.

Ojalá ya haya gente de Claudia Sheinbaum tejiendo fino para intentar pequeñas modificaciones muy importantes a la propuesta del presidente Andrés Manuel López Obrador, sobre todo un cambio fundamental al proyecto original: que al margen del cuál sea el proceso de elección de las personas juzgadoras, esto es, que cualquiera que sea el método debe quedar claro en las nuevas reglas constitucionales que solo puedan participar juristas que hayan pasado exámenes de oposición estrictos, tal como ocurre ahora mismo en el poder judicial condenado a desaparecer. Y es que la selección y los ascensos de personas juzgadoras debe realizarse con base en el mérito y solo en el mérito.

Ese pequeñito cambio quizá no impedirá la parálisis del sistema después de la reforma —cambiarlo todo entumecerá al poder judicial, que batallará para volver a ponerse en movimiento—, pero sí asegura que no llegue a la judicatura ningún papanatas muy popular con título de abogado.

Mínimo que los aspirantes pasan un examen durísimo de conocimientos, ¿o esto es mucho pedir? Después, para que el poder judicial vuelva a caminar con eficacia, Claudia deberá operar con ingeniería social fragmentaria para cambiar tantas cosas de la gran reforma que seguramente no van a ser soluciones, sino nuevos problemas. Aquí le dejo a la presidenta electa el artículo del luchador olímpico medalla de plata: https://www.excelsior.com.mx/opinion/daniel-aceves-villagran/ingenieria-social/1548805