Finalmente el presidente AMLO cumplió su amenaza. Anunció ayer por la mañana el envío de una propuesta de reforma constitucional en materia electoral. Según fue informado, estos cambios a la Carta Magna conllevarían la desaparición del INE y su sustitución por un Instituto Nacional de Elecciones y Consultas, cuyos consejeros serían inicialmente designados por los tres Poderes de la Unión, y más tarde, votados por la ciudadanía. Adicionalmente, buscaría eliminar los curules plurinominales tanto en el Cámara de Diputados como en el Senado de la República.
Esta reforma, al igual que cualquier cambio que exija la modificación de un artículo constitucional, requiere obligatoriamente el voto favorable de las dos terceras partes de ambas Cámaras, y luego, la aprobación por parte de la mayoría de los congresos estatales.
Para fortuna de México, y ante este nuevo intento de socavar la democracia mexicana por parte de un gobierno autoritario, Morena no cuenta con mayoría calificada en el Congreso. Aunado a ello, la ceguera ideológica, el sinsentido y el talante antidemocrático de AMLO y de sus huestes han hecho imposible -afortunadamente- la negociación de acuerdos en el Legislativo que permitiesen la conformación de un bloque compuesto por 334 diputados que aprobara una reforma constitucional que lanzara la democracia hacia el vacío.
Así lo hemos atestiguado recientemente con el rechazo por parte de la oposición de la reforma eléctrica, mismo que sentó un precedente de unión del PRI, PAN y PRD ante el talante autoritario y demagógica de AMLO y de todos los que le siguen.
Alejandro Moreno, presidente nacional del PRI, ha sido categórico en sus declaraciones. Hace apenas unos días, en el programa Es la Hora de Opinar, transmitido por foro TV y conducido por Leo Zuckermann, aseguró sin cortapisas que su partido no apoyará, bajo ninguna circunstancia, cualquier iniciativa de reforma constitucional que tenga como objetivo desaparecer al INE. En otras palabras, Moreno aseveró que los 70 votos del Revolucionario Institucional completarán el bloque decisivo que ponga un alto a las pretensiones autoritarias de AMLO.
La reforma electoral está condenada al fracaso. Sin embargo, AMLO y los suyos, fieles a su instinto maquiavélico y calculador, estiman, en todo caso, que mismo si la reforma es desechada en la Cámara de Diputados (con los votos del PAN, PRI, PRD y MC) su fracaso legislativo será explotado como un acto de “traición a la patria” perpetrado por los traidores que dan la espalda al pueblo y a sus intereses. Ello servirá -así lo estiman los morenistas- como un elemento que enriquecerá el discurso de campaña rumbo a 2024.
En suma, AMLO y Morena buscan el control de la autoridad electoral. Para ello, siguen a la letra los principios contenidos en los libros de texto del populismo latinoamericano. Primero, alcanzan el poder a través de un ejercicio limpio y democrático, y luego, buscarán desaparecer a las propias instituciones que hicieron posible su triunfo. Lamentable. Lo bueno… sin embargo… es que allí está la oposición.