Mientras el INE dirime estos días el número total de diputados plurinominales que corresponderán a cada partido político para la próxima legislatura, bien vale la pena hacer un análisis sucinto sobre el sistema de representación mexicano.

Veamos la Cámara de Diputados. Como es bien sabido, está compuesta por 300 diputados de mayoría relativa y 200 plurinominales. La Constitución mexicana prevé que los ganadores de los 300 distritos ocupen un escaño, independientemente del número de votos de diferencia en relación con los candidatos vencedores.

El resto de los 200 escaños –plurinominales– se conforma de acuerdo a una fórmula que asigna la representación de acuerdo al porcentaje obtenido del total nacional. De esta forma, los partidos minoritarios, léase, aquellos que no ganaron en los 300 uninominales, pueden contar con representación en la Cámara Baja.

Se trata, desde la teoría, de un democrático sistema parlamentario que hace posible que todos - o casi todos - los votantes estén representados en la Cámara, y así tengan, en sentido literal, voz y voto en lo que se discute y legisla en el recinto.

En un ejercicio comparativo con democracias modernas, la Cámara de Representantes de los Estados Unidos cuenta con 435 distritos de mayoría relativa, sin derecho a una representación “plurinominal”. Ello significa que los votantes del partido derrotado en cada uno de ellos no cuentan con representación en la Cámara Baja, pues bajo el principio de “the winner takes all” el candidato vencedor, haya ganado por un millón de votos o por uno solo, tiene asegurado su escaño en el Legislativo.

El sistema de representación proporcional mexicano es bueno, justo y democrático. Lo es en la letra, empero. Derivado de ello han sobrevivido históricamente los partidos minoritarios que en su momento no eran capaces de derrotar al PRI en las elecciones legislativas. Gracias a este sistema, el PAN y el PRD, y más tarde, el Verde y el resto, aseguraron un espacio en la Cámara de Diputados.

Con miras a la decisión del INE de este mes, persiste el riesgo de que Morena y sus aliados, bajo el argumento de haber ganado el 85 por ciento de los 300 distritos (lo que no resuelve el asunto de la designación de plurinominales pues no representa la realidad de la votación a nivel nacional) y a la luz de una interpretación simplista del 54 constitucional, alcancen los 334 diputados, y con ello, la capacidad legal de transformar el marco constitucional sin mirar siquiera hacia el 45 por ciento de mexicanos que optaron por candidaturas diferentes a la coalición mayoritaria.

Entre las reformas constitucionales presentadas por AMLO, y retomadas por Claudia Sheinbaum, se encuentra la desaparición de los 200 escaños plurinominales. Ello conllevaría el dominio absoluto de Morena en la Cámara Baja ( tendrían 255 escaños, es decir, el 85 por ciento de los distritos de mayoría relativa) y, acto seguido, la eliminación de la representación minoritaria.