Los que quieren que se quede quieren que les pregunten si se va, los que quieren que se vaya no quieren que les pregunten nada. Como si se tratara de una novela de ciencia ficción en donde todo está al revés, los mexicanos miramos con incredulidad lo que está pasando, perdiendo toda capacidad de asombro ante la ausencia de la lógica y el razonamiento, en las decisiones que se toman desde las diferentes trincheras políticas que hoy dirigen el rumbo del país.
El ejemplo más reciente de esto es la revocación de mandato, que para el partido en el poder se trata más bien de una ratificación, de un índice de aprobación presidencial, de una precampaña para darle nueva vida a su proyecto antes de que comience el proceso del 2024. Para la oposición, se trata de un desperdicio de dinero, un ejercicio al que no le encuentran sentido, porque más bien, saben que no tienen forma de superar la popularidad de López Obrador en las urnas; su negativa, es una confirmación de que saben que no han hecho bien su chamba.
En su artículo quinto, la ley federal de revocación de mandato, expresa que el proceso es un instrumento de participación solicitado por la ciudadanía (no por los políticos) para determinar la conclusión anticipada en el desempeño del cargo de la persona titular de la Presidencia de la República, a partir de la pérdida de la confianza.
Pero en este México al revés, quien solicita, o más bien exige que se realice esta forma de consulta, lo hace para validar y legitimar las decisiones y resultados de este gobierno a la mitad de su periodo. No hay para ellos pérdida de confianza, al contrario, la revocación está siendo utilizada para un fin distinto al que tiene por ley, y es promocionada para que la gente le de el espaldarazo al presidente.
En este país de cabeza, la mitad de los gobernadores han firmado ya un exhorto al INE para que realice la revocación a pesar de haber sufrido un recorte en su presupuesto, lo que resulta curioso porque algunos de los firmantes se encuentran también a la mitad de su mandato y contrario a lo que ahora expresan, no han querido exponerse a esta clase de ejercicios vinculantes ellos mismos. Un ejemplo claro es la jefa de gobierno Claudia Sheinbaum y el gobernador veracruzano Cuitláhuac García, que prefieren aplicar la de “hágase su voluntad… pero en las vacas de mi vecino”.
Si tanta voluntad hubiera por parte de los afines al presidente para realizarla, podrían comenzar su propia “recolección”, como los fallidos ejercicios que se hicieron con el fideicomiso para las víctimas del sismo o la presunta devolución de las prerrogativas de su partido para la compra de vacunas. Morena y los suyos a través de sus diputados, senadores, gobernadores y dirigentes, podrían presionar y quitarle el pretexto al INE, proponiendo el recorte en sus salarios y presupuestos, con tal de reasignar ese dinero al instituto para la realización de dicha consulta.
Es más, ni si quiera es necesario llegar tan lejos, podrían comenzar por presentar un proyecto bien elaborado y viable, que muestre los rubros que se pueden recortar dentro del presupuesto del INE, en un plan de austeridad que le de suficiencia para la realización de la revocación, y no nada más insultos al aire y sin algún claro fundamento.
La oposición que diariamente llena twitter afirmando que cuentan con el apoyo ciudadano, no quiere aceptar el medio gol que supuestamente les estarían dando, no quieren aprovechar la oportunidad para sacar al Presidente y corregir el rumbo de lo que para ellos es un desastre de gobierno, prefieren esperar tres años más, por algo será.
Es otro capítulo más de este mundo al revés en el que vivimos, en el que tenemos una oposición perdida, grisácea y cobarde que se sabe derrotada y no quiere arriesgar; que pretende adoptar el papel de una oposición que solo insulta y nada concede, que resta y no suma (como lo que antes criticaban); y que se queja hipócritamente de lo que antes ellos mismos hacían.
Mientras que el nuevo régimen y sus simpatizantes, ahora solapan todo lo que antes decían que nunca iban a hacer, justifican todos los errores que en su momento le señalaban a los gobiernos anteriores, y que sirvieron de fundamento para unirse y lograr un cambio que en si, no se ha concretado.
Desde hace décadas vivimos en un México en el que los ciudadanos tienen miedo y los criminales gozan de impunidad, en el que la clase media tiene la mayor carga impositiva mientras un puñado de acaudalados goza de privilegios, un país en el que se tapa el pozo hasta que se ahoga el niño, y en el que políticos de todos los partidos carentes de ideología, cambian su discurso a conveniencia. Hoy hasta la revocación de mandato volteamos. Es el mundo al revés en el que con desesperanza y resignación, nos hemos acostumbrado a vivir.