Las advertencias se multiplican, pero las respuestas no alcanzan. La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha lanzado una alerta urgente sobre los efectos de las reducciones y suspensiones súbitas de la Asistencia Oficial para el Desarrollo (AOD) destinada a la salud, situación que ya ha causado estragos en diversos sistemas sanitarios del planeta, sobre todo en aquellos ubicados en los países más vulnerables.
La OMS, mediante una evaluación rápida realizada entre marzo y abril de 2025, recabó información de 108 de sus oficinas en el mundo. Los hallazgos permiten vislumbrar un escenario alarmante: 70% de las representaciones reportaron perturbaciones graves en la operatividad de los servicios de salud. La causa es clara: el retiro abrupto de fondos internacionales, ordenado por el presidente de los Estados Unidos, Donald Trump.
Estas interrupciones financieras no sólo han debilitado la respuesta ante emergencias, sino que también han provocado el deterioro de servicios esenciales, como la atención materno infantil, la vigilancia epidemiológica y la lucha contra enfermedades como la tuberculosis, el VIH y el paludismo. La salud pública global sufre una regresión que amenaza décadas de avance.
El impacto inmediato recae sobre las poblaciones más pobres. La disminución de recursos ha obligado a muchos gobiernos a trasladar el costo de atención médica a los bolsillos de los pacientes. Según el propio organismo, una cuarta parte de los países encuestados reportó un incremento en los pagos directos por servicios.
No se trata de un simple reacomodo presupuestal. Las cifras muestran una pérdida de capacidad institucional que recuerda los momentos más críticos de la pandemia por COVID-19. La interrupción de los suministros médicos básicos y el desmantelamiento de programas de formación del personal han dejado a muchos países sin posibilidades de reacción.
En algunos contextos, el grado de afectación se asemeja al vivido durante los confinamientos globales. Los servicios de salud sexual y reproductiva, los controles prenatales, las vacunas infantiles y los tratamientos antirretrovirales se han vuelto inaccesibles o inexistentes. La salud pública ha quedado atrapada en una espiral de abandono.
En al menos 36 países, el colapso parcial o total de los sistemas de información sanitaria ha dejado sin brújula a las autoridades nacionales. La imposibilidad de recolectar datos oportunos impide tomar decisiones acertadas y limita cualquier plan de contención ante posibles brotes epidémicos.
Los sistemas de vigilancia, las encuestas demográficas, las notificaciones de enfermedades y los laboratorios enfrentan cortes que anulan su funcionamiento. Más del 40% de las oficinas de la OMS reportaron afectaciones en los mecanismos clave de recopilación de datos.
El abrupto retiro de recursos sin una transición planificada ha creado vacíos imposibles de llenar en el corto plazo. Ni la reasignación interna ni las fuentes alternativas han podido compensar la pérdida.
El director general de la OMS, Tedros Adhanom Ghebreyesus, ha señalado que esta crisis puede, paradójicamente, empujar a los países hacia una mayor autosuficiencia. Sin embargo, eso no ocurrirá sin una transición ordenada ni sin el respaldo técnico y económico necesario.
En este sentido, es preciso recordar lo que sucede en México. La titular del poder ejecutivo, Claudia Sheinbaum Pardo, promueve no sólo la garantía del servicio de salud para toda la población a través del IMSS-Bienestar, sino que articula un servicio integral con diversas jornadas de salud, entre ellas, la estrategia nacional “Vive saludable, vive feliz”.
Esta última fomenta la cultura de la prevención de enfermedades en menores de más de 90 mil escuelas primarias públicas de todo el país, a través de la medición de peso, talla, salud bucal y salud visual, lo cual servirá para crear un expediente digital que podrá ser consultado en tiempo real por las autoridades. La salud no es un lujo. Es un derecho básico universal.
X: @JoseVictor_Rdz | Premio Nacional de Derechos Humanos 2017