Me imagino una junta con expertos, por supuesto, todos ellos blancos y extranjeros, asesorando a Ebrard y/o a su equipo sobre sus aspiraciones presidenciales rumbo al 2024.

Armados de un “deck” hecho en “keynote” (todos usan Mac, por supuesto), esta hipotética agencia seguro debió haberle dicho a Ebrard y a su equipo algo así como “Canciller, Twitter y Facebook ya no son lo de hoy” (cierto). Las campañas mediáticas rumbo al 2024 se ganarán con Tik Tok, selfies y memes”.

Básicamente, venderle a Ebrard la patética campaña del fallido gobernador de Nuevo León, Samuel García. Y ya sabemos cuáles han sido las catastróficas consecuencias de dicha gubernatura, que el presidente Andrés Manuel López Obrador ha tenido que salvar con acciones del gobierno federal.

Afortunadamente (desgraciadamente, para algunos), lo que funcionó una vez difícilmente funcionará dos veces. Meterse a una guerra insulsa de videos “chuscos” y de selfies “virales” poco aporta a la resolución de los problemas que enfrenta el país. Además, un profesional consumado de la política cómo Ebrard no necesita hacer esos desfiguros para mantenerse vigente. Con sus acciones cómo, por ejemplo, haber negociado la adquisición de vacunas y material médico para nuestro país en la parte más brutal de la pandemia, el canciller tiene una muy buena posibilidad de considerarse candidato presidencial.

La selfie de Ebrard -pese al espaldarazo del presidente en la mañanera de este martes- no solo es una falta al protocolo y el profesionalismo de un experto en relaciones públicas, sino una forma de hacer política que rememora más a rancios personajes cómo Peña Nieto y el TikToker “Sammy”, que a un serio contendiente presidencial. Ojalá se recapacite esta estrategia “TikTokera”, no solo en Ebrard, sino en el resto de las mal llamadas “corcholatas”.