Valiéndose de un método tan cuestionado para avanzar a la segunda ronda de finalistas, el Frente Amplio por México depuró una lista inmensa de aspirantes que, dicho sea de paso, solo buscan negociar un espacio legislativo. Es decir, su registro fue meramente simbólico, pues todos sabemos, el gran elector del proceso interno será el PAN y, dicen los que saben, el mismo Claudio X. González, que siempre asoma la cara en este tipo de ejercicios de la derecha. De alguna manera, la misma influencia que ejerce ha dado pie a esa suspicacia.
Pero más allá de eso, está muy claro que el ejercicio interno del Frente es una simulación. Hace un par de días, por ejemplo, criticamos sus mecanismos “democráticos” que, por más que busquen legitimar, son verdaderamente absurdos. El hecho de reunir a más de 2 millones de simpatizantes para aparentar una pluralidad y, de paso, pedirles que reúnan otros requisitos que naturalmente son inalcanzables, no habla de un proceso eficaz. De hecho, los propios perfiles del PRD han quedado marginados y, lo peor de todo, decepcionados por la forma.
No nos extraña que esto esté aconteciendo, incluso, en este mismo espacio de opinión hemos hecho hincapié en esa situación. El proceso ya está decidido, será Xóchitl Gálvez quien encabece los intereses de los grupos potentados del país, es decir, a la derecha ultraconservadora. Y lo es porque, el partido Acción Nacional, lleva mano en la designación. Eso trascendió en un arreglo que hicieron las dirigencias del PRI y PAN; Alito designó a los candidatos del Estado de México y Coahuila y, con ello, agotó el margen de maniobra para influir en la elección presidencial.
Y como el PRD no cuenta con mucho capital político para negociar, ni siquiera lo tomaron en cuenta para construir acuerdos. Es obvio que, durante estos años que han consumado una sociedad, al perredismo lo han menospreciado y marginado de la toma de decisiones. Será porque no son ni la sombra de lo que demostraron ser en las elecciones federales del 2006 y 2012. Quizá, sin embargo, el hecho es que han quedado excluidos y no tendrán injerencia en la designación y, con ello, vendrá una crisis interna que se está dando en las redes sociales porque, de entrada, desacreditan el proceso interno.
La situación es clara: habrá jaloneos y mucha presión por el proceso a priori. Con esa postura, está muy claro que entrará el reparto de espacios legislativos que es, no hay duda de ello, a lo que muchos han apostado para sacar dividendos en reconocer a Xóchitl Gálvez, futura abanderada del Frente Amplio por México, que, por cierto, cada día que pasa se desinfla más. Es obvio que su estrategia de irrupción fracasó en la medida que las semanas avanzan. De hecho, cada vez se nota más sus limitantes no solo para analizar los temas dominantes de la agenda, sino para estructurar propuestas que conecten con la población civil.
La apuesta de Xóchilt, o mejor dicho de la oposición, es manufacturar un perfil similar a lo que fue Vicente Fox. Y, en ese afán por proyectar al prototipo del “pueblo” que recorre la ciudad en bicicleta y come en los mercados populares, no le está funcionando a Gálvez. O sea, la senadora no encaja personificando ese rol. De hecho, en varias entrevistas ha esbozado el trasfondo político de un estilo propio del conservadurismo, al proponer un sistema de salud que, a grandes rasgos, debemos ser claros, es inviable y, de paso, plantea los inicios de una privatización.
Todo, desde la organización hasta la puesta en marcha de un plan de gobierno, ha sido un fracaso para la derecha. Y lo peor de todo es que, para ellos, la crisis interna se agudizará porque no habrá consenso, ni mucho menos democracia, sino imposición en la imagen de Xóchitl Gálvez. Lo demás, es mera simulación.