El senador Gerardo Fernández Noroña es un individuo que suele superarse a sí mismo con cada declaración. Si bien ningún crítico cuestionaría sus conocimientos, sus grandes capacidades discursivas y su elocuencia, sí que lo ponen en el centro del debate público sus valores ético-políticos, y aun más, su paupérrimo compromiso con la democracia constitucional.

Noroña, como he señalado, es un buen orador. A lo largo de su carrera política, se ha hecho bien conocido. Desafortunadamente no ha sido por sus contribuciones personales a los intereses nacionales, sino por sus insultos, denuestos y burlas proferidos contra miembros de la oposición, escritores o cualquier hombre o mujer que ha osado discutirle en público o llamarle Changoleón.

Noroña ha ido ahora demasiado lejos. Hace dos días, tras un intercambio de palabras con una reportera, y después de haber sido alegremente cuestionado ante el inminente pronunciamiento de la Suprema Corte en torno a las competencias del Tribunal Electoral y los jueces de amparo, llamó in-tras-cen-den-te al máximo tribunal jurisdiccional del Estado mexicano. Lamentable.

Sí, como ha leído el lector, el mismísimo presidente de la mesa directiva del Senado de la República, en un vulgar arrebato propio de su talante autoritario, redujo a la Corte a la “intrascendencia”; como si México, en los hechos, fuese propiedad privada de un puñado de impresentables radicales liderados por el propio senador.

En otras palabras, Noroña, con esa petulancia y altivez que le caracterizan en tanto que “hombre surgido del corazón del pueblo” ha anticipado que no acatará ninguna resolución surgida de la Corte que atente contra los intereses mezquinos de esa pléyade de políticos morenistas. Sí, es un hombre del pueblo – asegura el legislador- mientras sus instintos radicales le empujan a actuar como un dictadorzuelo legislativo semejante a los grandes líderes autocráticos que admira, sea Vladimir Putin o su colega Nicolás Maduro.

¿Quién se cree ese legislador para restar autoridad a la Suprema Corte en tanto que máximo tribunal jurisdiccional del país? Se trata, para desgracia de muchos, de un individuo que no debería ser solamente arrojado al basurero de la historia (siguiendo el guion repetido por el morenismo) sino a la intrascendencia. Quizás no merezca otro sitio.