Todo arranque oficial tiene sus propias metas y objetivos, pero también jala un manojo de responsabilidades que son fundamentales para el desarrollo del país. De hecho, el mismo presidente López Obrador, en algún momento, planteó los grandes desafíos que, a la postre, fueron poco a poco atendidos a través de un programa integral de nación. De cualquier forma, todos esos elementos son prioridades que, en el lapso de esta gestión, han tenido condiciones positivas. Hablamos, desde luego, de muchos proyectos de gran impacto que, al existir un resultado satisfactorio, podemos hacer mención de una acción que se cumplió al pie de la letra.
Desde luego, las grandes expectativas que existen por la llegada de Claudia Sheinbaum al poder, han situado a México en los reflectores de la prensa nacional e internacional. Entre ellas, por supuesto, el esquema de programas sociales que, además de duraderos, son la punta de lanza. De igual forma, la incorporación de Marcelo Ebrard a la Secretaría de Economía, genera confianza por la capacidad y la madurez que tiene y que ha cosechado a lo largo de los años. Inclusive, hemos hecho hincapié en lo competente que se ha mostrado el gabinete que ha ido anunciando la presidenta electa. Todos, sin excepción alguna, han sacado a flote la experiencia que, en definitiva, dominan a la perfección. Siendo así, es lógico que los efectos de la transición generen un clima de equilibrio en el territorio nacional.
Los mismos efectos de la transición, de hecho, se han visto reflejados en el trabajo de planeación y organización de los proyectos legislativos que están en puerta. Morena, sin lugar a dudas, se impondrá en cada uno de ellos y, por ende, hará valer su condición de mayoría, eso sí, debatiendo la importancia y los cambios sustanciales que traerán en un determinado momento. El punto más mediático, hay que decirlo así, ha centrado su atención en los ajustes inminentes que requiere el poder judicial, básicamente por la falta de acceso a la justicia y, de paso, por la corrupción que se vive en las entrañas. Es verdad que hay una resistencia de la magistrada presidenta de la Suprema Corte, Norma Piña. Ella, en efecto, ha tratado de polarizar el tema y, lo peor de todo, ha jugado sus cartas erróneamente a través de la confrontación. Desde luego, no será la primera y última vez que Piña trata de irrumpir e incidir en la toma de decisiones. Me refiero a como ha intentado inmiscuirse en asuntos que están fuera de su facultad. Lo quiso poner en práctica en un cónclave que tuvo con el presidente nacional del PRI, Alejandro Moreno.
Lo que hay que decir es que, ante el panorama que se avecina, los magistrados de la Suprema Corte de Justicia no tendrán más remedio que aceptar los cambios constitucionales que se espera se concreten con la puesta en marcha de la nueva legislatura, y también como parte de la transición que estamos viviendo. A ello hay que sumarle la dominante fuerza que constituye la coalición Seguimos Haciendo Historia. Todo parece indicar, de acuerdo con los cálculos, que Morena tendrá mayoría calificada porque, además de que muy pronto se oficializará la proporción exacta, hay un compromiso sólido con la población civil que, por mucho, significa el principal sostén que consiguió darle más de 36 millones de votos a la causa lopezobradorista, como una muestra de cariño y confianza.
De tanto trabajo que se ha ido efectuando en este proceso de transición, de hecho, hay resultados a favor de la causa que defiende e impulsa Morena. El mismo Ricardo Monreal, futuro coordinador de los diputados en San Lázaro, comentó la importancia o, mejor dicho, el avance sustancial que tuvo la comisión de puntos constitucionales, donde circuló el proyecto de dictamen de la reforma al poder judicial. De entrada, es importante aprobarlo para que, a la postre, sea enviado a la mesa directiva de la nueva legislatura. El punto es que, con ello, se ha dado un paso muy significativo para que muy pronto sea notable el espiral de cambios que, en definitiva, son inminentes. Hablar de eso es adentrarnos al universo constitucional que Morena hizo posible, particularmente con el apoyo de Monreal en el Senado de la República.
Hoy, en este proceso de transición que vivimos, la historia coloca nuevamente a Ricardo Monreal, como la figura protagónica del poder legislativo. En principio, tendrá la tarea de conducir los trabajos de las veinte iniciativas de modificación al marco constitucional. Entre ellas, por supuesto, el proyecto de reforma al poder judicial. Naturalmente, eso implica trabajo, diálogo y sagacidad para alcanzar acuerdos. De entrada, el zacatecano sabe manejar la presión, sobre todo en este tipo de temas que acaparan la atención de la ciudadanía y los medios de comunicación. De hecho, Monreal, a lo largo de la gira por los estados, le ha ido metiendo oficio, básicamente con los principales actores que, además de ello, lo han ido arropando para que, una vez más, sea el coordinador de la fracción parlamentaria de Morena. Y así será: Monreal será el líder y estratega en San Lázaro. Lo hará, evidentemente, en el mayor momento de lucidez y plenitud de su carrera política para escribir una nueva historia en la construcción del segundo piso de la llamada Cuarta Transformación.
En esa construcción del segundo piso de la 4T, desde luego, está el respaldo incondicional del pueblo de México. Es, como dijo Ricardo Monreal, la decisión que los ciudadanos depositaron en las urnas. O sea, el mandato popular que acatará al pie de la letra el grupo parlamentario de Morena y los aliados.
Y como la transición trae cambios en vísperas del arranque, Claudia Sheinbaum, como parte de la integración de su gabinete legal y ampliado, presentó a Citlalli Hernández, como la futura titular de la Secretaría de las Mujeres. Hasta este momento, se nutre la columna principal de la ganadora de los comicios presidenciales, pues las designaciones, en su totalidad, son muy atinadas considerando el bagaje de cada uno de los actores que acompañarán la tarea determinante de construir el segundo piso que anhela el todavía presidente López Obrador.