El Guadalupe-Reyes es una tradición en México. Hasta una película hay con ese nombre. Se trata de ese peculiar periodo de fin de un año y principio del otro que inicia con la conmemoración de la aparición de la Virgen de Guadalupe el 12 de diciembre, pasa por las posadas, la Navidad, el Año Nuevo y termina con la llegada de los Reyes Magos y la tradicional rosca.
Este año, la Arquidiócesis de México, a través de un editorial de su medio de información semanal Desde la Fe, hizo un llamado a las organizaciones y grupos criminales para que el 12 de diciembre, fecha en que celebramos a la Virgen de Guadalupe, establezcan una tregua nacional de paz.
Un día después, la Conferencia del Episcopado Mexicano, a través de un amplio comunicado, se unió a la petición dirigida a los grupos delictivos.
Rechazamos la violencia; creo que en los tiempos que vivimos, bienvenidos sean los esfuerzos para contenerla. Aun así, llama la atención que la jerarquía católica, por medio de su órgano oficial, en una fecha tan significativa para los mexicanos, exhorte al crimen organizado y no a las autoridades responsables de la seguridad y la paz.
¿Se trata, literalmente, de un llamado a misa o es un mensaje a personajes específicos? ¿Es un llamado a los hombres de buena voluntad, aun cuando éstos sean algunos de los criminales más sanguinarios de los últimos años? ¿Por qué hacerlo a través de su órgano de comunicación oficial?
Hay que recordar que la jerarquía católica no es la única que ha preferido públicamente dirigirse a la delincuencia organizada y no a las autoridades. Desde hace tiempo, los colectivos de madres buscadoras ya lo han hecho para que les permitan buscar a sus seres queridos en territorios controlados por bandas de los grupos criminales.
No son pocas las asociaciones de empresarios y transportistas que prefieren, de manera directa o indirecta, buscar acuerdos de supervivencia con los grupos criminales y poderes fácticos, porque ya se hartaron de las promesas y discursos oficiales.
Estas circunstancias expresan con claridad dos aspectos. Por una parte, el reconocimiento de la triste realidad que vive el país; por la otra, es un paso en la normalización de la violencia y los poderes fácticos que inciden en la vida nacional. ¿Vivimos en un narcoestado? No, pero hay regiones del país donde la influencia del crimen organizado es evidente.
El poder, al igual que el amor y el dinero, no se puede ocultar. Ante el editorial del semanario Desde la Fe y del desplegado de la Conferencia del Episcopado Mexicano, el gobierno no sólo debe tomar nota, sino ocuparse de la situación.
El gobierno federal y los gobiernos estatales son los responsables de garantizar un maratón Guadalupe-Reyes pacífico. Que en estas fiestas navideñas y de fin de año, podamos ejercer nuestras libertades y tradiciones sin miedo. Una tregua en el Guadalupe-Reyes de este año garantizada por los delincuentes. A ese nivel llegamos. Eso pienso yo, ¿usted qué opina? La política es de bronce.
X: @onelortiz