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CIUDAD DE MÉXICO.- La manera de hacer las cosas de Andrés Manuel López Obrador como dirigente político, es impactante y muy eficiente y tras ver sus piezas y darle vuelta a sus barajas, determinó ir por un proceso de transición, que incluye la definición de quién le podrá suceder en el cargo, se fue por una estrategia que busca privilegiar la unidad como elemento fundamental.

Me queda claro que aprendió la lección de las elecciones que pasaron hace escasos 10 días y que no está dispuesto a permitir que el escenario electoral se convierta en un Coahuila para su movimiento, con rupturas, candidatos rebeldes, inconformes y diversos frentes haciendo el trabajo de la oposición.

No, aquí la lógica es hacer las cosas como en el Estado de México, definir a quien será abanderado de su movimiento de entre los que ya conocemos hace meses y enviar además un mensaje de inclusión, entendiendo que aquí no hablamos de personalidades políticas, sino de un proyecto de nación, del que se tiene además la expectativa pueda consolidarse.

Las experiencias recientes en México desde un fuerte liderazgo como el que ejerce López Obrador a quien pudiera sucederle, han resultado experiencias traumáticas, en lo político, pero peores aún en lo económico.

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Y es que el papel de las personalidades y ante todo los protagonismos en el juego del poder, es lo que convierte a esos procesos en verdaderamente peligrosos.

Se podría poner el antecedente de la sucesión de 1994, cuando Carlos Salinas de Gortari pretendió dar continuidad a su plan de que el régimen neoliberal gobernara México los próximos 24 años, y por supuesto en ese momento todo lo que podría salir mal, salió mal, incluido un candidato asesinado, un sucesor que no supo qué hacer con la economía y que nos llevó a una de las peores crisis de la historia, que saqueó al país y vendió todo lo que su antecesor no pudo o no quiso y que no conforme con eso 6 años después, entregó el país en charola de plata a la derecha corrupta.

México hoy sale adelante justo de toda esa experiencia traumática del neoliberalismo y los gobiernos del narco estado y la corrupción, y lo hace bastante bien, con una política social de bienestar general, con una economía que responde y hoy por hoy es la economía emergente del momento a nivel global.

Sin embargo el peligro de que todo esto se destruya por la irresponsabilidad de alguno de los actores está latente.

Por eso las jugadas de pizarrón que hoy se mandan, incluir a todos en la transición y garantizar que quien llegue además no pueda ejercer venganzas contra sus contendientes, entendiendo que el que gane el ejercicio de la encuesta incluirá al segundo como coordinador de campaña y seguro integrante del gabinete y que aún los que queden en tercer y cuarto lugar, incluso los precandidatos invitados del PT y el PVEM podrán ser incluidos en un gobierno de coalición, es una medida inteligente.

Vamos, incluso proponer que todos ellos tengan roles protagónicos en el sexenio 2024-2030 ya sea como secretarios de Estado y como coordinadores parlamentarios en el Senado y la Cámara de Diputados del Congreso de la Unión, es un paso adelante.

Todo nos podría indicar que AMLO con esa visión política y con esas jugadas ya resolvió la sucesión y que todo transcurrirá sobre ruedas de aquí al 6 de septiembre con el anuncio del ganador en la contienda morenista previsto para esa fecha.

Y esa es mi expectativa, que Claudia Sheinbaum, Marcelo Ebrard, Adán Augusto López Hernández, Ricardo Monreal, Gerardo Fernández Noroña y Manuel Velasco tengan la madurez y el temple para mantenerse dentro, no desalinearse y jugar derecho.

Más aún, que una vez que se de el fallo, a cargo de la Comisión de Elecciones de Morena, todos sonrían y le den su apoyo al que salga triunfante.

No hacerlo así, sería un dardo envenenado para el cambio con continuidad y sería la única ventana por la que la oposición, esa de la que hablamos como moral y políticamente derrotada, pudiera meterse.

Por eso es fundamental lo acordado y lo anunciado por Alfonso Durazo en su papel de presidente del Consejo Político Morenista, y bajo esa premisa lo es también que ninguno de los actores comience a desalinearse, que no se rompan los acuerdos y que puedan transitar en el orden dispuesto a su precampaña que inicia en unos días, que en los 2 meses y días planteados haya un candidato o candidata de unidad, y que permita ese cambio con continuidad que nos han venido planteando.

Habrá que recordar que para consolidar la cuarta transformación prometida por López Obrador, México necesita de un proceso justamente de otros 24 años en el que reafirmen las políticas de bienestar, el desarrollo de la economía se reafirme y mantenga y que nuestro país encuentre el camino que desde hace siglos debió enfilar, que no es otro que el de una nación ordenada, rica, con equilibrios y con progreso para sus ciudadanos.

Correspondencia a demiandu1@me.com | En Twitter @Demiandu