La violencia política y la contaminación de las campañas electorales por parte del crimen organizado en toda la región, es un tema apremiante. Fernando Villavicencio, candidato presidencial de un partido de derecha en Ecuador, fue asesinado el miércoles 9 de agosto al salir de un mitin en una escuela secundaria. Iba con escoltas pero justo al momento de subirse a su camioneta fue alcanzado por 3 tiros en la cabeza. Villavicencio había señalado, en entrevistas, que recibió amenazas de “El Fito”, un capo local que se ostenta como lugarteniente del Cártel de Sinaloa. Una de las propuestas de este candidato era crear una cárcel de alta seguridad emulando lo hecho en El Salvador por Nayib Bukele.
Menos de 24 horas después, ya había actores que atribuían el homicidio al Cártel de Sinaloa, un video de “Los lobos”, rivales del Fito, atribuyéndoselo ellos, un segundo video de otros lobos diciendo que los primeros eran falsos lobos, y que ellos no habían sido, más lo que se acumule hasta que se publique este texto.
El candidato asesinado no parecía tener posibilidades a 11 días de las elecciones, si bien se pronunció para combatir con mano dura a la delincuencia, que en años recientes ha tenido un incremento de acciones contra el Estado. Según los sondeos de ese país, tenía cerca del 10% de las preferencias y se hubiese ubicado en cuarto lugar, lejos de la favorita hasta hoy, Luisa González.
Esto no sólo muestra la creciente descomposición política que ha sufrido ese país los últimos años, donde hace poco el presidente Lasso utilizó la facultad constitucional denominada en el argot como “muerte cruzada”, para disolver el Congreso y llamar a elecciones a fin de evitar su propia destitución, que parecía inminente. Uno de los estados de excepción que declaró (porque lo hizo varias veces) fue a raíz de una crisis penitenciaria nacional, donde cientos de personas han perdido la vida en ajustes de cuentas y motines varios.
Es importante señalar que, según la prensa oficialista en ese país, los cárteles mexicanos Jalisco y Sinaloa han tomado el control del crimen organizado en Ecuador, desplazaron a los Colombianos y se asociaron con pandillas locales, la disputa que mantienen estos grupos en México se trasladó a Ecuador. Esa afirmación, que puede tener algo de verdad en cuanto a la presencia de cárteles mexicanos, es reduccionista y más bien cinematográfica. Quien sabe cómo funciona el crimen organizado, tiene claro que no es tan sencillo decir que un cártel (el que sea) tiene el control absoluto sobre un territorio, menos aún sobre todo un país, aunque sea pequeño.
Pero la narrativa es cómoda para la clase política local, porque el inconsciente colectivo comienza a construir la idea de que son “los mexicanos”, así, a secas, quienes causan los problemas en Ecuador. Una irresponsabilidad.
Paradójicamente, dejar pasar esta narrativa sin que tenga fundamento es negativo hasta para el Estado mexicano, puesto que cada vez está más cerca la posibilidad de que EU declare a los cárteles como organizaciones terroristas, y contra lo que creen los legos, eso no suele traducirse en que los norteamericanos manden tropas de élite a combatir a los narcos mientras respetan los derechos humanos de los civiles. Se traduce en que empiezan a lanzar misiles sin remitente, que a veces apuntan a campamentos del narco pero por errores de cálculo acaban cayendo en escuelas u hospitales. Vean la “estrategia” que han seguido en oriente medio. Ahí está todo. De nuevo, no se trata de defender a los criminales, ni mexicanos ni ecuatorianos; se trata de no seguir abonando, estúpidamente, a la cultura de la posverdad, porque tiene consecuencias en la vida de personas inocentes, no sólo de los delincuentes responsables.
Ecuador tuvo una época de bonanza a raíz de los altos precios del petróleo; de 2004 a 2014 su PIB creció, en 2015 comenzó la caída yen 2020 su PIB decayó 7.8 por ciento, justo el año de inicio de la pandemia, de esa fecha a hoy en día también se incrementaron los eventos delictivos de los grupos de delincuencia organizada.
Si hay carteles mexicanos implicados en el hecho, los Republicanos tienen nuevas municiones para utilizar en sus debates, de igual forma el Gobierno de EU podría pedir acciones contundentes de varios gobiernos contra esos grupos. Pero eso no cambiará la realidad de Ecuador, ni de otros países centro y sudamericanos que durante años han dejado crecer en sus territorios no sólo al narco, sino a las bandas de trata de personas, secuestradores y otros criminales, mientras dejaban que el problema explotara hasta que llegara a México, porque nosotros somos los que, al ser frontera de Estados Unidos, no podemos darnos el lujo de ser omisos. Urge una estrategia coordinada y de corresponsabilidad para combatir al crimen organizado como una realidad transnacional.