En el momento de la redacción de estas líneas se espera hoy la visita del secretario de Estado estadounidense Antony Blinken a México. Según ha trascendido, el funcionario se reunirá con el presidente AMLO, y encabezará, al lado de la canciller Alicia Bárcena, el Diálogo de Alto Nivel bilateral.

Como podía anticiparse, los principales temas de discusión serán la producción, transporte y comercialización del fentanilo y la migración centroamericana hacia los Estados Unidos. Este diálogo tendrá lugar dentro del contexto de una política estadounidense convulsa caracterizada por la permanencia de Donald Trump como favorito para ser el abanderado del Partido Republicano, y ante una debilidad progresiva –física y política- del presidente Joe Biden para aspirar a un segundo mandato.

En este contexto, no hay duda sobre la alarmante situación de crisis que viven los Estados Unidos en relación con el consumo del fentanilo y otras drogas duras. Hace menos de una semana viajé por razones personales a la ciudad de Filadelfia, en el estado de Pennsylvania. Tuve la ocasión de circular en coche por Kensington, la calle que representa la degradación física y social de un número creciente de estadounidenses. En aquel barrio centenares de hombres y mujeres, de todos los perfiles raciales, consumen drogan al aire libre, en un mercado abierto sin la mínima intervención de la policía local.

Las personas que deambulan por Kensington son jóvenes que han perdido irremediablemente la esperanza de mirar hacia un mejor futuro, y que han decidido refugiarse en el consumo de drogas mortales como el fentanilo; opioide sintético, huelga señalar, producido y comercializado por la delincuencia organizada, tal como el cártel Jalisco Nueva Generación, entre otras organizaciones criminales.

La imagen desoladora de la calle de Kensington pone de relieve la emergencia sanitaria que exige la atención inmediata de las autoridades estadounidenses. Para ello, Washington, en coordinación con las policías estatales y el gobierno de México, deben establecer mecanismos de diálogo que hagan posible una colaboración estrecha en materia de combate contra el narcotráfico.

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Ciertamente los políticos estadounidenses no deben caer en la tentación de prestar oídos a medidas radicales como aquellas propuestas por personajes de derechas como Ron DeSantis –gobernador de Florida y aspirante presidencial del Partido Republicano- que ha sugerido el envío de unidades especiales a México para combatir a los cárteles. Esta propuesta, además de ineficaz, sería un detonante para el rompimiento de la relación entre Washington y México, lo que conduciría a una agudización de la crisis sanitaria.

Joe Biden y su gobierno lo analizan también desde la óptica política. Sabedores de que una nueva explosión migratoria en las ciudades fronterizas galvanizaría a los votantes republicanos y podría mover la opinión de los independientes rumbo a 2024, están obligados a detener, al menos temporalmente, el flujo de migrantes, así como reducir el ingreso del fentanilo a través de su frontera sur.

En suma, la visita de Antony Blinken revelará el estado de salud actual de la relación bilateral. Por parte de México, AMLO, la secretaria Bárcena y los valiosos funcionarios de carrera que integran la Dirección General para América del Norte deberán echar mano de las mejores herramientas diplomáticas para alcanzar un acuerdo que permita satisfacer las necesidades de Washington, pero a la vez, que resguarden la soberanía nacional. No es una tarea sencilla.