En los últimos días en las conversaciones sale el tema de ¿cómo ves a Claudia Sheinbaum? Tuve la oportunidad de estar en el Zócalo el día de la toma de posesión de la primera mujer presidenta mexicana.
Como lo hemos visto desde la campaña, Claudia Sheinbaum ha ido construyendo una imagen, no es la misma Claudia secretaria de Medio Ambiente, alcaldesa de Tlalpan o jefa de gobierno de la Ciudad de México. Lleva años en los que distintos asesores han trabajado con ella, en su tono de voz, sus movimientos de manos, el aspecto de su piel, maquillaje y peinado.
Durante los debates y spots de campaña, notamos cómo ella fue modificando su tono de voz para hacerlo más contundente y más variado, tratando de romper su tendencia natural a ser monótona.
La voz nos da mucha información sobre el estado emocional de una persona, incluso podemos distinguir las jerarquías, dominancia o sumisión. No será la misma voz la que utiliza una empleada con su jefe, o con sus alumnos en caso de ser maestra, que en su casa con sus hijos.
Al escuchar la voz de alguien, se puede obtener información emocional, del nivel de compromiso con una idea y en general del estado de ánimo de una persona. Es más, con la voz ocurre lo mismo que con la apariencia, existe un sesgo cognitivo que se conoce como efecto halo, o sea que atribuimos cualidades positivas a quien se ve bien o a quien tiene buena voz y habla bien, y así, aun sin conocer a la persona, si usa bien los tonos de voz y la dicción podemos decir: es muy profesional o muy inteligente, aunque a lo mejor no lo sea.
Ante la presencia de alguien más, el cerebro lo primero que capta es lo visual, y después el tono de voz. La voz muestra estrés, alegría, enojo o frustración, dependiendo del contexto.
Nuestra voz se vincula directamente al sistema límbico o emocional. ¿Te ha pasado que hablas con alguien de tu familia, a quien conoces muy bien y desde el “hola” ya sabes cómo se siente?
“Nada revela tan fiablemente el carácter de una persona como su voz”, decía Benjamin Disraeli, estadista inglés. Más allá de las palabras, si ponemos atención al lenguaje no verbal podemos saber cómo se siente la persona y qué tan comprometida se siente con lo que están diciendo.
A veces podemos escuchar el jadeo que refiere estrés, la respiración corta o profunda que responde a los niveles de adrenalina presentes en el cuerpo. Es común que cuando alguien no se siente muy comprometido con lo que dice, cuando termina la oración sube el tono y suena como si fuera una pregunta, transmitiendo inseguridad.
En el caso del discurso de Claudia Sheinbaum en San Lázaro, aunque era leído, vimos como ella le pone entusiasmo y corazón a lo que realmente cree y quiere.
Claudia Sheinbaum le dedicó todo el principio de su discurso a su mentor y se desbordó en elogios. Yo que estaba en el Zócalo podía escuchar las reacciones de la gente ahí congregada ante las palabras de Claudia. Cuando ella habló del expresidente, se perdió el ímpetu de la gente ahí congregada: querían escuchar a la nueva presidenta. Después, siguió la línea del expresidente de atacar a sus enemigos y críticos, lo que tampoco levantó el ánimo. Hubo dos momentos en los que el Zócalo vibró y fue cuando considero que se escuchó la voz de Claudia Sheinbaum, la auténtica, la propia.
Uno fue cuando expresó: Se dice presidenta con ‘A’, porque lo que no se nombra no existe, y el segundo momento fue cuando dijo: “Soy madre, abuela, científica y mujer de fe y a partir de hoy, por voluntad del pueblo de México la presidenta constitucional de los Estados Unidos Mexicanos”. Aunque era un mensaje leído, esos dos momentos los dijo de frente, mirando al público y con su voz auténtica.
¿Cómo veo a Claudia Sheinbaum? Como una persona que después de todas las asesorías y la influencia de su mentor, ahora tiene que descubrir y dar a conocer su propia voz.