“Te veo salir

Con la espalda pintada

No sé si encontraste

Lo que viste en mí

Te irás con el alba

Lo harás sin saberlo

Fue bueno saber

Que pensabas en mí

¿Aún piensas en mí?

¿Tendrás que pedirme

Que nunca me vaya?

¿Tendré que rogarte

Que salgas de aquí?

No sé

No sé si eres un pez

O eres la espina

De la flor en tu costado.”

XOEL LÓPEZ CABEZÓN

¿Ya no hay persecuciones por motivos políticos? Pamplinas. Las hay y tienen como origen la venganza y el rencor.

Poco importa la ley cuando lo que se busca es intimidar, quitar del camino, un ajuste de cuentas con quien resulta incómodo para poder continuar la carrera política. El fiscal general de Morelos, Uriel Carmona, fue detenido, soltado, acusado nuevamente, vuelto a soltar, aprehendido y así van ya cuatro vueltas. Se trata de una historia sin un final pues lo que se busca no es la justicia, sino privar a un individuo de su libertad.

Más de un mes donde las acusaciones del régimen contra Carmona versan sobre presuntos delitos contra la procuración y administración de justicia, pasando por la tortura y una serie de supuestos abusos del poder judicial estatal morelense. Para sostenerlos, la presión de la fiscalía federal, la de la CDMX y la intromisión de las Fuerzas Armadas en un caso meramente civil…

Pero lo que no se explica es, si la Fiscalía General de la República ha intentado desaforarle y tiene abiertas al menos 14 carpetas de investigación contra el funcionario morelense, ya sea por enriquecimiento ilícito, encubrimiento, presuntos nexos con narcotráfico, ¿por qué no utiliza dichas investigaciones? ¿Será que ellas pueden salpicar —¡qué digo salpicar, embarrar!— a otras figuras de la política nacional morenista?

Veamos. La misma Fiscalía Anticorrupción de Morelos, que acusaba a Uriel de torturar a un supuesto delincuente, se desistió de buscar la vinculación a proceso en el inicio de la audiencia en comento. Sin embargo, el juez del caso prefirió continuar con este. ¿Cómo? Pues permitiendo que ingresara la Fiscalía General de la República para llevar a cabo la imputación.

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En otras palabras, el propio juez es el que violó el debido proceso. Para ello, de una forma por demás irregular, hicieron esperar a la defensa a que llegaran los fiscales de la FGR. Luego, ya se sabe, Uriel Carmona quedó una vez más bajo prisión preventiva.

Desde su primera aprehensión en Cuernavaca, el 4 de agosto pasado, hemos visto una telenovela que mucho tiene de venganza y poco —si acaso algo— de legal. Mucho de política y poco de judicial. Empezando porque la Marina intervino en esa operación a partir de una orden de la Fiscalía de la Ciudad de México. Una cacería en forma el “cumplimiento” de la normatividad.

Y la última acción en una larga serie de ilegalidades es que en la audiencia del día jueves, mismo a pesar de que Uriel Carmona NO se encontraba en la Sala (su presencia era vía Zoom), se apersonaron en el recinto judicial elementos de la Marina fuertemente armados. El juez no reclamó, pero la presión que sentía se denotó en su nerviosismo al confundir defensoría con el fiscal...

La intimidación llevó al juez a no reclamar la presencia de las Fuerzas Armadas en su juzgado; elementos que portaban caretas para evitar se vieran sus rostros. El juez Natanael Subdias consintió el abuso de autoridad y se dobló ante el mismo. Luego, como ya subrayé, despidió a los fiscales de Morelos que se habían desistido del caso de tortura y los sustituyó por los de la FGR para que la audiencia continuara.

Estos fiscales por supuesto no llevaban sus carpetas y expedientes del caso, tampoco las requeridas copias del sustento de su acusación para ser repartidas ni al juez ni al abogado de la defensa (solicitaron entregarlo en USB, cuando no se permite hacerlo de esa manera).

Mas no solo eso: en un acto de bipolaridad extrema, la FGR hace algunos meses mencionó que NO tenía competencia en el caso y que era ilegal asumirlo… ahora no solo lo retomaron, exigieron se mantuviera abierto.

El juez local aceptó esta tómbola y, en un acto de prestidigitación, trastocó un expediente local en uno federal. ¿Es posible lo anterior? Sí, en circunstancias extraordinarias y siguiendo preceptos legales que en este caso ni siquiera fueron referidos...

El juez hizo la imputación y ordenó una vez más prisión justificada para Carmona, poco le importó que un tribunal federal ya había ordenado su liberación. Un juez por consigna, acatando los deseos del ejecutivo morelense. El juez local mostró la colusión entre el poder judicial local y el ejecutivo estatal. Una docilidad ante el poder político (y castrense) cuando debería cuidar y velar por el estricto apego a la ley.

Los dimes y diretes entre Carmona y Cuauhtémoc Blanco, gobernador de Morelos hoy ligado con el narcotráfico y el crimen organizado —también precandidato por Morena a la jefatura de la CDMX— muestran la podredumbre en la esfera política de quienes deberían velar por el bien de la ciudadanía.

La ley al servicio de la venganza y del rencor de unos cuantos. Usar al ámbito judicial para sus intereses. Intimidar usando a la misma Marina; todo porque Carmona es autónomo y antagónico a las acciones y motivaciones políticas —económicas— de Blanco.

Las armas sobre el derecho o la intimidación a los jueces no augura nada bueno. Anuncio de quien se sabe por encima de la ley; actos de caciques de hace más de ochenta años, renovados y pintados de cuarta transformación. Involución de la ley y la justicia, autoritarismo en ciernes, una militarización a ojos vistas…