El fuerte crecimiento del flujo de remesas al país en los últimos tres años ha generado muchas reacciones, desde el agradecimiento del presidente López Obrador a los trabajadores mexicanos en Estados Unidos por sus envíos de dinero, por lo que recientemente reiteró que “son una bendición”; hasta la sospecha de otros, como el director editorial de El Economista, Luis Miguel González, que en un reciente artículo afirma que un posible “relato” para explicar el incremento de las remesas “está relacionado con un cambio en la estrategia de lavado de dinero de los carteles de las drogas… donde emplean a cientos de personas para hacer miles de operaciones que usan las remesas como fachada”. González no descarta que el aumento en las remesas se deba también al incremento de envíos legales de los migrantes, por efecto de los “programas sociales en Estados Unidos”.
Son varios los estudios, como el de la Junta Internacional de Fiscalización de Estupefacientes (JIFE) de la ONU de 2021, que sustentan que las remesas pueden ser parte de los flujos financieros ilícitos relacionados con el tráfico de drogas, que amenazan el desarrollo político y social, así como la seguridad de muchos países a nivel mundial. Y México se encuentra dentro de estos países.
Las remesas y la “atomización”
Para sustentar su relato de que las remesas han crecido por el cambio de estrategia del narco, González señala que los carteles de la droga para lavar dinero ahora se valen de otros recursos. “Ya no utilizan los maletines llenos de dinero ocultos en los vehículos. Ni tampoco pueden hacer transacciones en el sistema financiero sin encender las alarmas. Ahora se sirven de una estrategia de blanqueo hormiga donde emplean a cientos de personas para hacer miles de operaciones que usan a las remesas como fachada”. Recuerda que en 2020 se publicó un reportaje en Los Angeles Times que develó la supuesta existencia de una red del narco que desde 2017 emplea “a un amplio número de personas a quienes se les paga una comisión que podría ser de 15 a 20% por hacer envíos de 300 a 1,000 USD”.
Y puede ser que esa forma de operación que plantea sea apegada a la realidad. Según la JIFE, los cárteles mexicanos pudieran estar lavando dinero por alrededor de 25,000 millones de USD al año, y lo estarían haciendo a través de remesas, criptomonedas y compras por internet. Para no superar el umbral de aviso de 7,500 USD establecido por los controles de PLD/FT (prevención de lavado de dinero y financiamiento al terrorismo) para las operaciones bancarias en el país, los delincuentes dividen el dinero ilícito en pequeñas cantidades que son depositadas en varias cuentas bancarias. A esta técnica se le conoce como “smurfing” (atomización). Después, según la JIFE, usan esas cuentas para, entre otras transacciones, hacer compras por internet, entre ellas criptomonedas como bitcoin, para disimular el origen del dinero y pagar a sus asociados en otras partes del mundo.
La “bendición” de las remesas
Las remesas son un respiro para muchos hogares mexicanos que de otra manera no alcanzarían a cubrir sus necesidades primarias de alimentación, educación, vestido y algunos servicios médicos. Según el Centro de Estudios Monetarios de Latinoamérica (CEMLA), al día de hoy, casi 5 millones de hogares y 11 millones de adultos son receptores de remesas en el país (en México hay 35 millones de hogares según el INEGI). Las remesas impactan favorablemente el consumo familiar y en algunos casos se utilizan para invertir en micro y pequeñas empresas, comercios locales que generan crecimiento familiar, o se destinan a la remodelación o compra de una vivienda. Esto contribuye a la activación económica en las comunidades en el país donde hay mayor flujo de remesas.
Para dimensionar la importancia de las remesas en nuestra economía hay que destacar los siguiente:
- Las remesas representan alrededor del 4% del PIB. Pasaron de 33,677 millones de dólares (USD) en 2018 a 51,594 millones de USD en 2021, lo que representa un crecimiento de un poco más de 50%. En el primer cuatrimestre de 2022 entraron al país 17,240 millones de USD. (Datos de Banco de México).
- En abril el monto enviado fue de 4,718 millones de USD, de los cuales el 99% llegó a través de 12 millones de transferencias electrónicas (las money orders y efectivo apenas sumaron juntas, un 1%). Se calcula un promedio de 400 mil operaciones diarias. El monto promedio por envío fue de 391 USD (alrededor de 8 mil pesos), mayor al registrado en el mismo mes de 2021, que fue de 375 USD. (Datos de Banco de México)
- México se ha convertido en el segundo receptor de remesas del mundo, solo por debajo de la India (ya superamos a China).
El “doble filo”
Si bien las remesas, como lo afirma el Banco interamericano de Desarrollo (BID), son “oxígeno” para nuestra economía y tienen la capacidad de impulsar crecimiento económico en ciertas comunidades y entidades federativas, tienen que verse con ciertas reservas:
- La economía mexicana se está volviendo cada vez más dependiente de estos flujos, sin los cuales millones de familias en el país podrían sufrir un golpe en sus finanzas y su consumo de manutención podría verse afectado, lo que podría elevar los niveles de pobreza en el país.
- Sin controles estrictos de fiscalización, las remesas pueden convertirse en el medio idóneo para el lavado de dinero obtenido a través de actividades criminales. A decir de la JIFE, “los implicados en los flujos financieros ilícitos contribuyen a la delincuencia, la violencia, la inestabilidad, la corrupción y la desigualdad”.
Las remesas son, así, motivo de cada vez mayor interés en México. Mas que celebrarse, debiera reconocerse que se originan a partir de la emigración de los trabajadores mexicanos hacia Estados Unidos por la incapacidad de crear condiciones de empleo satisfactorias en el país. La emigración se ha dado por la falta de oportunidades a lo largo de muchos años. Las remesas no deben suplir las carencias de generación de bienestar internas que se han profundizado en esta administración lopezobradorista. No son un logro de la economía mexicana; y más que una fuente de financiación externa para el país, son una manifestación de los fuertes lazos de solidaridad y reciprocidad que tienen los migrantes con sus familias y comunidades de origen.
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