IRREVERENTE
(Les platico que los paréntesis sobre el discurso de Layda Sansores son por mi cuenta y los añado para remachar su estrechez de mente y entreguez al presidente).
Primero, aclaración pertinente:
Algunos colegas califican el mentado discurso como emotivo. Yo creo que fue patético.
Al final añado el video oficial por si les quedan ganas de indigestarse aún más con su mensaje. ¿Arre? ¡Arre!
Llegó el tren
(A rastras, a empujones, retrasado y a duras penas, pero...) llegó a Campeche el tren (chu chu, aquimi chu).
En (medio de este) vasto camino, nos da mucho gusto recibirlos.
(Lo veo medio fastidiados por tantas horas trepados en el tren. Ya sé, ya sé, casi seis horas de Campeche a Mérida a 20 km/h, pero así es esto).
Hoy la península y el sur estallan en aleluya.
Hoy el Tren Maya llega a la península gracias a un presidente que siempre tiene el corazón empuñado en su mano. (Que se lo muestra -por cierto- a sus adversarios con el menor pretexto).
Y gracias también a muchas mujeres y hombres que desafiaron al sol del mayab, bajo temperaturas que calcinan los ánimos de cualquier héroe, pero aquí tenemos a héroes que regaron con sudor (y sangre, mucha sangre, de animales indefensos) los rieles y el balastro.
Esta obra icónica es la más importante -según dice nuestro presidente- que se esté haciendo en el mundo.
Y no solo eso, es la más importante que se haya hecho en toda la historia del sur sureste.
(Es más, es la más importante en toda la historia del sur sureste de la galaxia, incluyendo al vecindario de la Vía Láctea, que no tiene la vía por donde “vuela” el Tren Maya, chu chu).
De nosotros es la fiesta y de los mexicanos que ahora se suman para que México viva transformaciones profundas.
(No tanto, eso sí, como las profundidades que fueron mancilladas, horadadas y taladradas por los mazos del ejército y sus constructoras, en estos suelos donde los sueños de nuestros ancestros descansaban en paz desde los orígenes de lo que hoy es nuestro País).
(Contigo, Andrés Manuel, más allá de la infamia)
La fiesta es de nosotros, de quienes caminamos a tu lado (Andrés Manuel) en la travesía del desierto y de quienes subimos contigo la montaña, arañando las piedras, convencidos de que más allá de la infamia, había otro mundo posible.
A quienes solo albergan mezquindad, a la ultra derecha desatada por sus miedos a perder sus privilegios, a ellos les decimos: yaaaa, supérenlo; yaaaa, supérenlo.
Gracias presidente querido, has tenido la grandeza para voltear tu mirada y empujar nuestro horizonte.
(Y también de llevar a empujones a México hacia el precipicio).
Has tenido la audacia para decirle al mundo que el sur sureste sí existen.
Este caballo de fuego (el Tren Maya, por supuesto) será la vena aorta que integrará al mundo Maya y a su cultura milenaria.
Campeche no esperó al tren con tantas ansias solo para verlo pasar.
No, nos vamos a subir (con un bestial costo y retraso, pero nos vamos a subir).
Con tu solidaridad y con el tren llegará a Campeche más electricidad, el gas, el año próximo (o el año que le siga o el que le siga o el que le siga).
Y como sabemos que viene una mujer sabia a seguir gobernando a la Patria (¿Claudia o Xóchitl? a quién se refiere, doña Layda, nomás para evitar la cacofonía o mal sonido), y sabiendo que ella nació del mismo fuego (ah, okay, gracias por la aclaración, ahora sí ya sabemos de quién habla), nosotros vamos por más.
Vamos por nuestros puertos, (¿es amenaza o promesa?) por caminos y carreteras necesarias para un pueblo que merecía más.
Porque con tanto asfalto salido del petróleo este pueblo merecía que sus calles no estuvieran pavimentadas con asfalto sino con gemas preciosas.
(Ay, Layla, por favor, como decía el grafitero que adornó uno de los vagones del Tren Maya en el banderazo inicial: “NO MMS”.)
Vamos a convertir a Campeche en un granero de arroz, también de soya y de maíz que se transportarán por el tren.
Si no lo hacemos así, en vez de este caballo de fuego (de fuego lento, por cierto) tendríamos a un elefante blanco.
Aquí -con el tren (de fuego)- vendrán los turistas a encontrar una esquina de paraíso imponente.
(Y para su desgracia encontrarán también como esquineros a vagos malvivientes afiliados y beneficiados al programa “jóvenes con futuro”).
Este es un día de felicidad, de euforia, de júbilo, que desborda mis cántaros.
(Aunque -aclaración pertinente- recordemos que tanto va el cántaro agua hasta que se rompe).
El día en que arrancó esta obra estaba mi presidente en lo alto de una pirámide en medio de una osadía que todavía me estremece.
Ahí, te enamoraste del (caballo de fuego).
Ahí nació la leyenda del Tren Maya.
Ahí se escribió el oráculo.
Ahí en medio del rugido del jaguar (de ese mismo jaguar al que este tren le arrebató su hábitat y a muchos sus vidas, por cierto).
Ahí en medio de la selva (a la que este tren le partió su madre) ahí nació la profecía.
Muchas obras importantes son parte de la 4T, pero parir el tren (con dolores inconmensurables de parto, por cierto) creo que te ha significado rebasar los límites.
Trasplante de alma
No descansas, no tienes vida propia, has sacrificado a tu propia familia, no te paras jamás.
El Tren Maya es especial. A él le trasplantaste tu alma. (Y a tus adverarios, tu hígado con todo y vísceras).
Nuestro presidente dice que en política hay que repetir las cosas muchas veces. Entonces, lo digo otra vez:
Pase lo que pase, te llegue o no te llegue, te guste o no te guste, (claro que te gusta; es más, no te gusta, te encanta, te fascina la idea), pasarás a ser leyenda.
Hermano Andrés, seguirás creciendo en el tiempo como selva eterna.
Tren depravado y depredador
(La otra lo era, pero por éste depravado y depredador tren, ya murió, y sus naturales sufren hoy la herida de una “obra”, de las tres faraónicas con las que buscas pasar a la historia, a costa de una deforestación forestal, económica, de seguridad, de educación y de salud, que tu gobierno ha instaurado en tan solo cinco años).
Cajón de sastre:
Bajo su propio riesgo, vea el video de Layda, pronunciado frente al presidente