En medio de la controversia sobre los nombramientos del presidente AMLO a embajadas y consulados generales, merece la pena recordar cuales son las prerrogativas presidenciales y del Senado de la República en la dirección de la política exterior de México.
El artículo 89 de la Constitución, el cual contiene las competencias del presidente de la República, lee como sigue: “X- Dirigir la política exterior y celebrar tratados internacionales…” En otras palabras, la Carta Magna confiere al titular del Ejecutivo la personalísima prerrogativa de conducir las relaciones internacionales. Para ello, huelga destacar, el presidente cuenta con la Secretaría de Relaciones Exteriores y con el cuerpo diplomático que integra el Servicio Exterior.
Por otro lado, el artículo 76 de la CPEUM establece que el Senado deberá “analizar la política exterior desarrollada por el Ejecutivo Federal con base en los informes anuales...” y “ratificar los nombramientos de los embajadores y cónsules generales..”
No obstante las prerrogativas del Senado en materia de política exterior, la cámara alta, bajo la consideración de que el presidente es el responsable de su dirección, ha consentido y ratificado históricamente cualquier nombramiento de embajador o cónsul general. Se trata, pues, de un pacto implícito en las relaciones entre el Ejecutivo y el Senado en materia de asuntos internacionales.
Este ha sido el caso de todos (si la buena memoria me asiste) los nombramientos recientes de los presidentes en turno. Ahora, con el poder ejercido por el partido oficial en el Congreso, se antoja aun más sencillo el proceso de ratificación de los nombramientos que tendrán lugar dentro de las próximas semanas.
Otra interrogante se presenta... ¿Cuál es la verdadera importancia de los embajadores en la conducción de la política exterior? Si bien en otros tiempos las embajadas representaban piezas claves para la consecución de los objetivos del presidente en materia de política exterior, recientemente se han convertido en meros instrumentos políticos del jefe del Ejecutivo y de su partido. Ahora, es a través de las relaciones interministeriales (léase, verbigracia, la Secretaría de Educación Pública mexicana y el Ministerio de la Educación Nacional de Francia) quienes desarrollan proyectos, dejando, en todo caso, los asuntos políticos en manos de los embajadores.
En suma, a la luz de la Constitución, la política exterior queda en manos del presidente, con un Senado que no suele cuestionar las decisiones del presidente y que aprueba sin cortapisas las iniciativas surgidas de Palacio Nacional.
José Miguel Calderón en Twitter: @JosMiguelCalde4