Lo de Morena ha sido una proeza. Es cierto. En diez años se hicieron de 23 estados de la república. La gesta de Andrés Manuel López Obrador tuvo como colofón una victoria catártica histórica. Ha sido el presidente más votado en la historia moderna de México. Y su popularidad se mantiene tan alta como inexplicable.

La vorágine morenista es un fenómeno complejo e ininteligible. Porque se debe explicar a partir del galimatías social que funge como tablero electoral en el país.

Asistencialista y demagogo, el partido oficialista ha sabido ampliar la base de simpatizantes del presidente de la república mediante dádivas y una operación clientelar amplia y extensa.

Por otro lado, ha logrado dinamitar hegemonías de poder regionales con una retórica compuesta por populismo punitivo y revanchismo. Para luego incumplirle al electorado premiando a los gobernadores salientes, cambiando el castigo prometido a los electores por embajadas en el extranjero.

Porque mucho del éxito electoral de Morena se basa en las complicidades que ha logrado p con quienes en tiempos de campañas dice combatir: el crimen, el poder y las oligarquías.

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Morena es un partido hipócrita y mentiroso. Y poco a poco la gente se empieza a dar cuenta. Por eso se vienen las derrotas.

Fue en la Ciudad de México, hace tres años, cuando Morena sufrió su primera gran derrota electoral.

El desenlace de los comicios federales intermedios fueron la prueba de que el partido oficial no era invencible.

Este junio, la Ciudad de México volverá a servir de escenario para que la ciudadanía castigue a quienes detentan el poder en el país.

Desde la gestación de nuestra incipiente democracia, la CDMX ha sido siempre opositora; siendo la jefatura de gobierno de la candidata presidencial oficialista, Claudia Sheinbaum, la excepción que confirma esta regla.

En el siglo XXI, la brújula ideológica ha quedado anquilosada en un anacronismo. El concepto de izquierda y derecha se ha manoseado tanto que esta dicotomía en peligro de extinción mantiene su supervivencia únicamente en el discurso.

De resultas, lo que ha perdurado es oficialismo y oposición. Y la Ciudad de México es opositora.

Así las cosas, estoy convencido que el candidato opositor a la jefatura de gobierno capitalino, Santiago Taboada, ganará la elección.

También estoy seguro que Morena perderá las gubernaturas de Veracruz y Morelos.

Esto quiere decir que de las ocho gubernaturas que se disputarán este 2 de junio, el partido oficial perderá las dos más importantes que actualmente gobierna: Veracruz y CDMX; y resentirá también perder Morelos.

Por su parte, Movimiento Ciudadano retendrá Jalisco y Nuevo León. Y la oposición Guanajuato y Yucatán.

Consecuentemente, aunque el oficialismo se quedase con la titularidad del ejecutivo federal, 2024 no será una repetición de 2018. Fuera de la presidencia, el resto de la próxima jornada electoral se traducirá en malas noticias para Morena.