“Qué saben el invierno o el otoño o la primavera o el verano del recuerdo.
No saben nada del recuerdo.
Saben que pasan y que vuelven.
Saben que son estaciones.
Saben afirmarse.
Y saben imponerse.
Y saben sostenerse.
Qué sabe el otoño del verano.
Qué lamentaciones tienen las estaciones.
Ninguna odia.
Ninguna ama.
Y pasan.”
GIANNINA BRASCHI
Ojalá la presidenta Sheinbaum se ponga manos a la obra. De lo contrario le comerán el mandado. Aquí hay solo de dos: o se tiene una SCJN a imagen y semejanza de ella o una a modo de Morena. Sobra decir cuál de los dos males sería peor…
No voy a entrar a analizar —lo hice ya en muchas otras colaboraciones— el error, el bodrio, la traición y el horror que significa la reforma judicial de la 4t. Tampoco la burla que significa que los candidatos —y eventualmente los juristas electos— estén ahí en las listas no porque sean los mejores, sino porque fueron insaculados “a suertes” por una tómbola diseñada por el Legislativo. Tampoco la tragedia que implica que sea prácticamente un hecho que las tres ministras del régimen vayan a ser de nuevo constitucionalistas en el tribunal máximo. (Aquí es menester un paréntesis: es irónico, pero lo cierto es que de haberse postulado al proceso los mismos nueve ministros actuales —no incluyo a la presidenta Norma Piña por obvias razones—, tendríamos que muy probablemente la SC se mantendría tal y cual está ahora. Después de todo, serían los nombres más conocidos en la recordación de la gente a la hora de cruzar la boleta… En otras palabras, las probabilidades de haber sido votados eran mayores a los candidatos que aún no conocemos). Pero como el “hubiera” no existe, vayamos a lo posible:
Serán votadas —por conocimiento, evidentemente no por sus aportaciones o calidad moral— Loretta Ortiz Ahlf, Lenia Batres y Yasmín Esquivel. Quedan entonces seis constitucionalistas por integrar al tribunal. Por lógica y guardando un sentido de paridad, hablamos de dos mujeres y cuatro hombres más para la Corte.
La pregunta importante es aquí la siguiente: ¿una SCJN de Claudia o una de Morena (Zaldívar, Adán Augusto, López Obrador)? Porque no son lo mismo y ambas cosas no se pueden.
Y aunque algunos piensen que ante esta disyuntiva da igual el infierno, no es así.
Veamos. Demos por hecho que la cabeza del Poder Judicial ya no va a ser independiente ni actuar como un par entre pares. Que la autonomía de la SCJN ha quedado enterrada. Pero entonces pasemos a considerar esto otro: es de vital importancia saber los ministros las órdenes de quiénes acatarán. Porque una cosa es que tengamos ministros que, dentro de las limitaciones, procuren actuar de manera profesional, experimentada, acorde a derecho y otra que estén para acatar órdenes del partido, de los coordinadores legislativos y en función de sus intereses personales, ¿o hasta del narco?
De lo malo, el menor. Y todavía queda una ventana de oportunidad para pensar que es posible una Corte digna, integrada por seis miembros con experiencia y de altura. Todavía…
Depende de Claudia. Depende de que se ponga a revisar con lupa los CV de los candidatos; ella, su gente de confianza (lo que evidentemente NO supone a Arturo Zaldívar).
Y si bien en un proceso comicial ella no impone, sí puede —dentro de todas las de la ley— dirigir presupuestos para promover a sus seis alfiles de modo que la gente los conozca, vote por ellos y salgan victoriosos. De otra forma, Morena y el crimen organizado (que no pocas veces son uno y lo mismo) colocarán a sus “juristas”.
Sheinbaum debe determinar qué dos mujeres y cuatro hombres serán los mejores para ella, para su plan de gobierno, para la Corte, para el Estado de derecho, para México. Ella no puede permitirse perder a la SCJN a manos de sus enemigos dentro de Morena. Es así de simple y así de duro.
La Corte de Claudia o la Corte del narco. Ojalá Sheinbaum se ponga la pilas; a nadie conviene lo contrario.