Los europeos, léase, los ciudadanos de los veintisiete países miembros de la Unión Europea, acudieron a las urnas el pasado 9 de junio. A pesar del alto nivel histórico de abstencionismo en las elecciones al Parlamento, importantes conclusiones pueden derivarse de los resultados de los comicios.

Bien vale recordar que el Parlamento Europeo es, junto con la Comisión Europea, el Consejo Europeo, el Consejo de la Unión Europea y el Tribunal de Justicia, una de las instituciones que constituyen la Unión; entendida ésta como una organización internacional sui generis cuyas facultades derivan de la cesión de competencias de los países miembros.

A pesar de la enorme relevancia de toda la estructura de la Unión, el Parlamento Europeo, situado en la ciudad francesa de Estrasburgo, reviste de ciertas particularidades. Encarna la legitimidad democrática de la Unión, pues son los ciudadanos quienes, mediante sufragio directo, eligen a sus diputados nacionales para representarles en el pleno.

Los euro parlamentarios son, al lado del Consejo, el legislador de la Unión, y fungen como responsables, por tanto, de la adopción del presupuesto y de la creación de leyes con base en las propuestas de la Comisión.

A la luz de los resultados del 9 de junio, los partidos de la extrema derecha, tales como el Rassemblement National francés (el partido de Marine Le Pen)  el Fratelli de Italia (el partido de la primer ministra Giorgia Meloni) y  el Partido de la Libertad de Austria, alcanzaron el triunfo en los comicios, lo que ha engrosado los grupos parlamentarios de esta tendencia política.

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Como es bien sabido, corresponde a la Unión Europea la emisión de reglamentos, directivas y decisiones en competencias exclusivas tales como la normatividad migratoria, el comercio y la suscripción de tratados internacionales, entre otros.

¿Cómo interpretar entonces el ascenso de los partidos de la extrema derecha? En destacado lugar, como un rechazo a la inmigración masiva de oriundos del Magreb africano, de Siria, de Ucrania, de Turquía y de otros países en conflicto.

En los últimos años ha circulado en Europa, y especialmente en Francia, la teoría del “Grand Remplacement” o “Gran Reemplazo”, introducida por el escritor Renaud Camus, que promueve la idea de que la inmigración masiva de africanos y asiáticos hacia el continente conllevará, dentro de un futuro cercano, el desplazamiento de la sociedad europea blanca y cristiana por una musulmana y extranjera.

Está ideología, promovida por los líderes de la extrema derecha, ha hecho mella en el imaginario europeo, lo que se ha reflejado parcialmente en los resultados del 9 de junio.

En conclusión, si bien el PPE (Partido Popular Europeo) compuesto por los partidos de centro derecha, ha conservado la mayoría relativa (190 de 720 diputados) el ascenso de la extrema derecha luce amenazante para una Unión Europea que hoy sufre de una grave crisis de legitimidad.