Rompió mi ilusión con piedras.

Brillaba transparente bajo el sol

Hubo luego aquella tormenta cruel

Y el castillo del aire cayó

A la luz de un rayo se abrió a mis pies

El amo de su corazón

Entonces pude verlo tal cual era

Y lo que descubrí me destrozó

Mi rey era un monstro de piedra

Con el corazón de piedra

Pagó por mi amor con piedras

Rompió mi ilusión con piedras

Amanda Miguel

Hoy, en seis estados de la República, se elegirán gobernadores. En algunas entidades, la pugna quedará determinada durante esta jornada; en otras, sin embargo, me temo la victoria o la derrota se definió desde bastante antes. Las elecciones en Tamaulipas, Durango, Quintana Roo… huelen a narco.

Mi planteamiento es este: cabe la posibilidad de que en los estados de trasiego de drogas no se gane o pierda en función de los candidatos y de uno u otro partido. Que los resultados tampoco se definan en razón de que la oposición sea fuerte o débil. El desenlace provendría de lo determinado por el narco y su urgente necesidad de manejar rutas, mercados y aduanas fronterizas.

La razón salta a la vista: si la 4T ha capitulado el ejercicio del gobierno al narco en diversas plazas, en distintos ámbitos, en muchos temas y mismo por cuanto a aprehensiones y procesos judiciales se refiere; si conduce una política de ‘abrazos, no balazos’, ¿qué garantiza que no exista la misma capitulación por lo que a la selección de candidatos a cargos de elección popular y a procesos comiciales se refiere?

Si se ha cedido en el ejercicio de gobierno, en especial en salvaguardar la seguridad pública y la seguridad nacional, es lógico que también suceda en esto otro que son las elecciones y la selección de los cuadros que van a encabezar las candidaturas y que se convertirán en autoridades para realizar el ejercicio de gobierno. ¿Qué se puede esperar? Sabemos de diversos candidatos que han tenido nexos y lazos con el crimen organizado. Cierto, ello no ha sido exclusivo de este sexenio, pero cada vez se conocen más. El problema: en la mayoría de los casos, los narco-gobiernos actúan en detrimento del tejido social y de la salud democrática de una nación.

Si de por sí se tiene hoy en día un partido en el gobierno que cada vez se asemeja más al viejo PRI al monopolizar casi todas las gubernaturas, la mayoría de los puestos de elección popular, prácticamente todo el ejercicio de gobierno y el presupuesto de la nación; esto es, si de por sí existe ese desbalance monumental que nos recuerda al “carro completo” priista, ¿qué significaría que, además, el narcotráfico esté inclinando la balanza en favor de ese partido en el gobierno? La respuesta: en sentido práctico, ello anularía cualquier oportunidad para la oposición política y, por tanto, para un ejercicio democrático.

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Ya podría existir una gran fuerza política de oposición, un sólido contendiente, una alianza contrincante con fuerza que de nada valdría si el partido en el poder tiene la estructura, el poder de amedrentar y, ante todo, el dinero del narco de su lado.

¿Qué hacer cuando, en términos generales, existe un ‘actor preponderante’ —por llamarlo en términos de mercado— en el ámbito electoral? En otras palabras, no cualquier actor sino uno que de entrada define el resultado de las elecciones… La respuesta: en términos prácticos es como si no hubiese elecciones, aunque formalmente las personas vayan a votar. En el momento en el que el narco actúa como un peso decisivo, los ciudadanos ya no están eligiendo libremente.

El dinero, la estructura, las redes clientelares para el reparto de programas sociales que favorecen al partido en el poder, así como los desplantes autoritarios de López Obrador y el ataque a las instituciones del Estado por parte de la Cuarta Transformación, son un juego de niños comparado con la estructura, el dinero y las redes del narcotráfico insertas en los procesos comiciales.

Sí, hay un actor que está del lado del partido de la 4T y ese factor inclina la balanza más que una sana o una nula oposición, más que la presencia o ausencia de programas sociales-electorales, más que un INE fuerte o debilitado; el narco mata cualquier otro factor y voluntad.

Es lamentable, pero en el análisis de la realidad política, cada vez nos vamos acercando más a no tener sentido discutir los factores comiciales tradicionales cuando el narcotráfico está presente en los procesos electorales.

Hablamos de una consecuencia lógica: si la política federal hacia los capos de la droga es ‘abrazos, no balazos’, trasladado a la arena electoral significaría que el narcotráfico toma control de los comicios e inclina la balanza a su favor.

Cuando en la democracia interviene el narcotráfico, esta desaparece. Por definición, el narco no permite unas elecciones limpias y libres. Me pregunto: ¿estamos ante eso?