Escribo estas líneas mientras en Estados Unidos se elige al próximo presidente del país más poderoso del mundo, con un resultado de pronóstico reservado. Al mismo tiempo, en México, la Suprema Corte de Justicia de la Nación inicia la discusión del proyecto del ministro Juan Luis González Alcántara Carrancá, que invalida una parte de la reforma al Poder Judicial. Ambos temas son de suma importancia para el futuro de nuestro país.
Desde ayer, rondan en mi cabeza las declaraciones de Donald Trump, quien afirmó, palabras más, palabras menos, que, incluso antes de asumir la presidencia, impondrá aranceles a las exportaciones mexicanas a Estados Unidos si el gobierno de México no contiene la migración y controla a los cárteles del narcotráfico.
¿De qué va esta situación? ¿Son bravatas electorales? ¿Un mensaje directo a la “América profunda”? ¿O es un recurso retórico electorero?
Dicen que los niños y los borrachos —y añado a los ególatras— dicen la verdad. Creo que las palabras de Trump son transparentes y revelan sus auténticas prioridades hacia México: contención de la migración y control del crimen organizado. Dos temas cargados de racismo, clasismo y teorías de conspiración.
Primero, el tema migratorio. Hace ocho años, Trump aplicó la misma receta. Apenas asumía Andrés Manuel López Obrador la Presidencia cuando Trump presionó con aumentar los aranceles. Raudo y veloz, el gobierno mexicano, a través de Marcelo Ebrard, entonces canciller, destinó un tercio de los efectivos de la Guardia Nacional a labores de patrulla fronteriza en el norte y el sur del país. En cualquier red social pueden encontrarse declaraciones de Trump jactándose de cómo había presionado y “doblado” al gobierno mexicano. Después, Trump y López Obrador incluso se hicieron amigos.
¿Por qué las autoridades estadounidenses no informaron antes y siguen sin informar a su contraparte mexicana sobre los detalles de cómo El Mayo Zambada llegó a su territorio? Porque no hay colaboración ni, mucho menos, confianza.
Trump fue claro con Claudia Sheinbaum: si su superpolicía, Omar García Harfuch, no empieza a detener capos de la droga y desarticular grupos del crimen organizado, aumentará los aranceles. En todo caso, él y sus “sheriffs” harán el trabajo. Porsuouesto, ni una palabra de que los mayores cárteles de la droga son estadunidenses.
Trump no mencionó nada sobre el Estado de derecho, la democracia ni sobre la reforma judicial porque, sencillamente, no le interesan. ¿Y si gana Kamala Harris? El panorama sería similar, aunque tal vez se agregarían temas como el cambio climático y la generación de energías limpias. Un tono más amable, pero con las mismas directrices.
Existen estilos distintos y personalidades contradictorias, pero en general los mismos planteamientos. Recordemos: el gobierno de Estados Unidos tiene intereses, no amigos. La presidenta tiene razón al decir que la relación de México con Estados Unidos es de colaboración, pero ese equilibrio solo existe si en México hay una economía sólida. La buena vecindad se basa también en el reconocimiento de fuerzas para evitar abusos. Eso pienso yo, ¿usted qué opina? La política es de bronce.