Sí, es indiscutible el triunfo de Claudia Sheinbaum en las elecciones del pasado 2 de junio. Ganó y lo hizo bien, al menos en términos de los sufragios efectivos emitidos en favor de su candidatura.
Sin embargo, también es un hecho que la campaña electoral estuvo plagada de irregularidades de principio a fin. Todo inició desde el momento mismo que se anunció la sucesión presidencial.
Morena, en una abierta contravención de la ley electoral, destinó recursos a las campañas de sus candidatos. Sucedió principalmente con Adán Augusto y, desde luego, con Claudia Sheinbaum.
Se debe decir con todas sus vocales y consonantes: AMLO y Morena violaron la ley. Lo hicieron tanto en términos de la opacidad en el ejercicio de los fondos, como en la propaganda oficial hecha por el presidente en contra de Xóchitl Gálvez y en favor de su hija política.
AMLO lo violó todo. ¿O se habrá olvidado el lector de la campaña negativa hecha contra Xóchitl Gálvez a partir del día que la senadora anunció que buscaría la candidatura presidencial? ¿O nos habremos olvidado de cómo Gálvez pasó de ser una política desconocida a una mujer de la oposición con altos niveles de rechazo, derivados, en buena medida, de la campaña negativa lanzada desde Palacio Nacional?
AMLO se entrometió vulgarmente en la campaña electoral, dejando atrás sus supuestos valores democráticos abanderados en 2006 contra la voz de Vicente Fox.
Como si el AMLO del pasado no hubiese nunca existido, el presidente, dominado por su ego y su necesidad de trascendencia, optó por la traición a la democracia electoral y a la exigencia de velar por un piso parejo para los candidatos.
Xóchitl Gálvez, por su parte, ha presentado en días recientes una propuesta de reforma legal para castigar a futuros presidentes que se entrometan en el desarrollo de las campañas.
Sí, ganó Claudia. No obstante su triunfo, la violación sistemática de la ley electoral por parte de AMLO y del partido oficial no debe sentar precedente.