Me atrevo a asegurar, categóricamente, que las lágrimas que derramó el entonces Presidente de México, José López Portillo, aquel 1o de Septiembre de 1982 , fueron de miedo, más que de tristeza o de arrepentimiento.

Pero, ¿Por qué tendría miedo el hombre que administró el petróleo de México tan estratégicamente, el hombre que se retrató tan sonriente con su colega estadounidense Jimmy Carter?

Respuesta: Porque José López Portillo sabía, desde ese día primero de Septiembre de 1982, que por sus decisiones personales que reveló durante su informe de Gobierno, de devaluar el peso y nacionalizar la banca, y a pesar de aseverar que él sólo llevaba el timón pero no era responsable de la tormenta, que jamás iba a poder ser reconocido por la Humanidad, y por la Historia misma, a pesar de haberlo sido, como un gran hombre.

Pero así pasa, y así ha pasado siempre, una sola mala decisión de un gran político puede obscurecer, desaparecer, y hasta enterrar, todas las buenas decisiones y todas las hazañas que haya hecho durante toda su vida, y la de José López Portillo, como todos los que vivimos ese informe de Gobierno de 1982, y todos los que vivimos sus repercusiones lo sabemos, no fue la excepción.

Y es triste, pero real, el hombre que transformó a México después de la crisis económica que se generó durante el sexenio de Luis Echeverría por la mala administración política de la verdad del 2 de Octubre de 1968, y por otras razones, el hombre que acabó con la corrupción del Tratado de Bucareli y de alguna manera logró recuperar el prestigio mundial y económico del petróleo mexicano hasta ahora, el hombre que siempre sonrió en actos políticos sinceramente y puso de moda las guayaberas como vestimenta política, basta ver fotografías de él al lado de Jimmy Catter, el mismo ser humano que se atrevió a desafiar a los bancos de ese tiempo, incluyendo al entonces Bancomer, para lograr mantener su autoritarismo presidencial, fue el mismo hombre que cometió uno de los peores errores económicos en la Historia de México, haber nacionalizado la banca y subsecuentemente devaluar el peso mexicano, el cual hasta hoy, no ha recuperado su peso; ese grave error de López Portillo, repito, borró todas esas huellas descritas, mismas que estaban al lado de las huellas que dejaron otros que sí lograron que la Historia los catalogara como grandes hombres contemporáneos, incluyendo las de Lázaro Cárdenas, las del mismo Jimmy Carter, las de Menahem Begin, las de Martin Luther King, las del Shá de Irán el Ayatolah Jomeini, y las de Lech Walesa.

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Y por eso tuvo miedo José López Portillo ese día, y por eso brotaron lágrimas de esos ojos que vieron cambiar al Mundo con muchos de sus actos, le tuvo miedo al Destino, porque su mente, equiparable a la de los grandes hombres mencionados, sabía que sus decisiones políticas, y sus errores subsecuentes, la Historia, jamás los perdonaría.

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