La semana pasada se vivieron momentos de efervescencia. Quienes tuvieron la oportunidad de poder estar cerca del ex mandatário de Brasil, Lula da Silva, seguramente reconocieron la enorme capacidad, pero, mejor aún, fueron testigos del humanismo que es síntoma del gran efecto de convocatoria que ejerce en muchas partes del mundo.
Eso justificó la ola de buenas expresiones y respaldo a partir de la presencia de Lula da Silva. Me quedo con su gran humanismo y el carisma que le ha caracterizado siempre; tiene una enorme conexión no solo en la clase política del mundo de aquellos que comparten su visión, sino que la plasman en la praxis o quizá, en todos los desafíos que abonan gracias al compromiso que ejercen cuando existe una convicción firme de principios y valores de la lucha democrática.
Lula da Silva es uno de esos claros ejemplos de tenacidad. Ha caminado por campos minados donde, la guerra sucia y la hostilidad, suelen ser una labor de los detractores que gradualmente han intentado frenar la propuesta política que, en muchos años, abandera desde los países de Sudamérica, en especial de Brasil.
A raíz de eso, no podemos olvidar o tal vez soslayar el grado o la insistencia de tenacidad cuando, en Brasil, fue encarcelado bajo criterios infundados o, más bien, justificados irracionalmente para buscar dividir la inmensa expresión social que, en aquel país de Sudamérica, encabeza Lula da Silva.
Como este caso hay muchos ejemplos aunque no con el mismo dolo de fabricación a fin de concretar un proposito de conspiración para quienes ejercen esa capacidad de liderazgo en distintos países. Quizá, por esa razón, tiene una enorme empatía con el presidente López Obrador; conoce su lucha, pero también sabe perfectamente la manipulación a la que ha sido blanco durante décadas luego de que internaron desaforarlo de manos de la derecha. De ahí la importancia de compartir esa gran experiencia con el mandatario federal.
Así pues, son muchos los aprendizajes que nos dejó Lula da Silva. De hecho, da la sensación que, su visita, vino a reforzar su proyecto político cuya semejanza tiene una similitud inmensa con el esquema lopezobradorista.
Se trata de una aspiración legítima presidencial para las próximas elecciones presidenciales en Brasil. En este sentido, significa que habrá, como hace un tiempo en aquel territorio, una esperanza que se logró a través del Partido de los Trabajadores para adoptar una gran ola ciudadana que optó por el programa social que encabezaba Lula.
Por eso fue importante escuchar su lectura. Sus valiosas lecciones abren siempre el abanico para materializar la esperanza de cambio. Eso le ha dado el reconocimiento, pero también la madurez teniendo en cuenta todas las brechas que ha podido superar; por esa razón, es necesario reconocerle su persistencia, perseverancia y la resistencia ante el cúmulo de adversidades.
Así, y en esos nuevos desafíos, por supuesto que hay condiciones para que, llegada la etapa, se convierta nuevamente en presidente de Brasil. Se habla mucho de esa posibilidad tangible, máxime porque está en un momento de consolidación o, más bien, de reivindicación o lo que podemos llamar madurez y experiencia para encarar este tipo de asuntos.
Finalmente, sigue habiendo muchas razones para hablar de la visita de Lula da Silva a México. Y, si somos reflexivos, sus mensajes cobran mayor fuerza en momentos complejos que se vivieron en el país para seguir manteniendo la confianza, aunque también se vuelve trascendental las memorias políticas que constituyen parte de la personalidad y esencia de un líder mundial de la talla de Lula.