Un par de días antes de la navidad, la “mañanera” del Presidente Andrés Manuel López Obrador, llegó a su edición número mil. El lunes 26, en su emisión mil cinco, rompió récord al registrarse la conferencia más larga en más de cuatro años de gobierno del mandatario: tres horas y 27 minutos.
Ningún presidente en el mundo hace lo que López Obrador, ofrecer de lunes a viernes una conferencia de prensa; lo mismo hizo cuando fue jefe de gobierno de la ciudad de México. Para ese entonces llamaba la atención, porque no sólo informaba de los hechos más sobresalientes del día anterior, particularmente los relacionados con la seguridad de la ciudad, sino porque enfrentaba preguntas muchas veces “incómodas” de los reporteros, práctica que ningún otro político hace.
Muchos han sido los intentos de la oposición para que López Obrador deje de dar su conferencia diaria. El más reciente, en este mes de diciembre, a través de la plataforma change.org, una ciudadana identificada con el nombre de Karne Bens lanzó una petición que denominó “No más mañaneras AMLO (porque) es una constante propaganda de su persona y partido”.
El texto donde pide a la ciudadanía firmen su petición, argumenta que las mañaneras “están dañando profundamente a la sociedad mexicana, pues arremeten contra sectores de la población que no comulgan con su ideología; polarizando a la sociedad mexicana”. En dos semanas la petición había acumulado 54,549 firmas, según informó el portal Expansión.
Al arrancar el sexenio un senador por Morena me externó su duda si era bueno o no que a diario el presidente ofreciera una rueda de prensa, pues al exponerse constantemente no sólo tropezaría, sino que podría caer en una afirmación grave. Esa ha sido la tesis de quienes llegan a gobernar, es decir, la de no exponerse.
Por eso los presidentes no daban conferencias de prensa; cuando lo hacían, sus coordinadores de comunicación social hablaban en corto con dos o tres reporteros “amigos” con quienes acordaban algunas preguntas para que el Presidente dijera lo que tenía que decir y no más. Si algún reportero se “indisciplinaba” y quería hacer otra pregunta se escuchaba del jefe de prensa el clásico: “muchas gracias muchachos, muchas gracias, gracias”, y el presidente se daba la media vuelta.
En una entrevista para la agencia española de información, EFE, Luis Estrada Straffon, director general de la empresa SPIN-TCP, que contabiliza diariamente estadísticas de estas particulares conferencias de prensa, resaltó: “ningún político le ha copiado (y) resulta complicado considerar que su popularidad tiene relación directa con esta singular estrategia de comunicación. Las “mañaneras” son ante todo un modelo peculiar de gobernar”.
Desde que fue jefe de gobierno de la ciudad de México, López Obrador visualizó perfectamente bien la importancia de que todos los días diera una conferencia de prensa, porque por un lado, efectivamente, significaba una forma de estar en contacto directo con la población y por el otro, es una forma de defender su proyecto de gobierno.
Desde antes de llegar al gobierno López Obrador advirtió que el suyo no sería un cambio de gobierno, sino que significa un cambio de régimen que buscaría transformar a México y por lo tanto, tenía claro que se habría de enfrentar a los poderes fácticos, entre ellos a los medios de comunicación y a grupos de periodistas, peones de esos poderes. La tarea de éstos era la de defender el statu quo que había venido prevaleciendo.
López Obrador supo que sobre de él vendría un cúmulo de acusaciones, de mentiras, de descalificaciones a su proyecto y la única arma que tenía (o, tiene) es informar -él personalmente- a la población y cuando es necesario desmentir a quienes –por cierto, son muchos-, lo difaman, calumnian o lo insultan.
El ejercicio que a diario practica López Obrador es inédito en el mundo. Nadie se ha atrevido a hacer lo que ha hecho él. Se acusa que varias de las preguntas que se le hacen son acordadas, es muy probable, pero independientemente de ello, muchos reporteros cuyos medios no simpatizan con el mandatario, le han hecho preguntas incómodas, por ejemplo reporteras del diario Reforma. Esto no sucedía en el pasado.
Se acusa de que no hay libertad de prensa. Nada más falso que tal afirmación. Es cuestión de abrir todos los días los diarios, ver las redes sociales o escuchar los noticiarios de radio y de la televisión para encontrar un cúmulo de descalificaciones hacia López Obrador y a su proyecto de gobierno.
En un trabajo en “TeleSur”, Fernando Buen Abad escribió que AMLO instauró la “disciplina informativa diaria” de las conferencias mañaneras, y “cambió el escenario semántico de la política con la agenda de “primero los pobres” y “guerra a la corrupción”.
Apunta que frente a “la interpelación directa a los reales intereses de los dueños de los medios”, López Obrador “impulsa otra libertad de expresión, desde las bases, y la cancelación de embutes, dádivas, subsidios y chayotes. Así marca caminos para una acción política de masas cuyo objetivo inmediato es completar la Cuarta Transformación Comunicacional en México que aún está en su fase embrionaria. No eximida de errores”.
Como quiera que sea, bienvenidas las primeras mil “mañaneras” desde Palacio Nacional.
Periodista | @JoseVictor_Rdz