Este 8 de marzo se conmemora -que no es lo mismo que celebrar- el día internacional de la mujer, reconocido por las Naciones Unidas. Este día sirve de marco para solicitar, exigir, y sobre todo concientizar acerca de la importancia de las mujeres en los ámbitos políticos, económicos y sociales, así como también para la erradicación de cualquier forma de violencia y discriminación en contra de las mujeres.
Hablemos del mundo sindical; minúsculo en el caso de los sindicatos de aviación; poco más de 10. Los hay democráticos y charros. Los más reconocidos: la Asociación Sindical de Pilotos Aviadores (ASPA), la Asociación Sindical de Sobrecargos de Aviación (ASSA), Sindicato Independencia, Sindicato Nacional de Controladores de Tránsito Aéreo (SINACTA), Sindicato de Trabajadores de la Industria Aeronáutica, Similares y Conexos de la República Mexicana (STIA), Sindicato Nacional de Trabajadores de Transportes, Transformación, Aviación, Servicios y Similares (SNTTTASS).
De estos, sólo uno se destaca por una mayor participación de mujeres, y creo que salta a la vista cual es: ASSA de México, que después de 11 años de tener a un hombre en la Secretaría General, ahora es encabezado por una mujer, Ada Salazar, y los principales integrantes del Comité Ejecutivo son también mujeres, la Secretaria de Trabajo; de Conflictos; Interior; Asuntos Técnicos; Actas; Tesorería; Previsión Social; y Prensa. Nueve de las once carteras a cargo de mujeres, dentro del Comité Ejecutivo. Nueve mujeres que se encuentran al frente del sindicato de sobrecargos, representando un gremio históricamente de mayoría femenina, que representan casi el 80 por ciento de los agremiados.
Veamos ahora a un sindicato similar, el de pilotos. Son 11 cargos dentro del Comité Ejecutivo y solo uno es ocupado por una mujer ¿adivinan qué cargo es? Sí, el de la “Secretaría de Género e Igualdad sustantiva”, pero el resto de la representación sindical está ocupada por hombres. Sí, es una realidad que dentro del gremio de pilotos las mujeres son una pequeña parte, pero para nada insignificante, 500 mujeres pilotos, frente a casi 2 mil hombres. Prácticamente el 25% de sus agremiados.
Y el tema no mejora en los otros sindicatos. En el STIA, hay una mujer en un cargo del Comité Ejecutivo, pero hay que señalar que se trata de la hija del Secretario General Vitalicio; ya les he contado que este es un sindicato en manos de la familia Romo. Aunque la fuerza laboral de las mujeres dentro de la aviación es muy importante, ellas -nosotras- seguimos infra representadas.
Un dato para considerar que no estoy exagerando: la Unión Nacional de Trabajadores, la central obrera independiente, que le gusta llamarse a sí misma “democrática”, tiene una presidencia colegiada, donde no hay paridad con la mujer; de los 175 cargos que existen, apenas hace más o menos un mes, pasamos a tener tres mujeres, en lugar de dos.
Y es que en febrero acaba de entrar Ada Salazar como Secretaria General de ASSA, y al sindicato le corresponde la Vicepresidencia de Asuntos Económicos, Políticos y Sociales (VAEPS) de la UNT. Gracias a eso, ya no hay solo dos mujeres, ya aumentamos una más ¿en serio? El sindicalismo sigue cooptado en su mayoría por hombres.
Las mujeres en la aviación pedimos más espacios, no solo por el hecho de ser del sexo femenino, sino porque es obligación de la industria y los sindicatos alentar a sus agremiados, y en este orden de ideas, específicamente a las mujeres trabajadoras, a desarrollarse plenamente y apoyarles en su crecimiento laboral.
Muchas de las mujeres que entran a trabajar dentro de la industria aérea, al cabo de algunos años lo dejan porque no hay suficiente espacio para crecer, para desarrollarse. Y ya ni hablemos del tema de la conciliación materno-parental, que es más bien una utopía.
Tenemos que reconocerlo, estamos en pañales en muchos temas. En ASSA, por ejemplo, a pesar de ser un sindicato mayoritariamente femenino, hoy enfrentamos el legado que un hombre dejó durante 11 años de gestión, situación de considerarse, sobre todo cuando el 80% de sus agremiados son mujeres. Durante todo ese tiempo, no pudo establecer ninguna política en pro de las compañeras. Incluso ASPA, el sindicato de pilotos, a pesar de que su número de agremiadas es muchísimo menor, sí instaló un lactario, tanto para su personal administrativo, como para las pilotos.
En cambio en ASSA venimos arrastrando un pesado elefante blanco desde que Rosario Robles, Jefa de Gobierno del entonces Distrito Federal, le pidió a Alejandra Barrales que llevara a cabo “una obra de carácter social”, que le ayudará a obtener la nominación a una diputación federal por el PRD. Tenemos más de 23 años con un edificio que iba a ser destinado a ser una guardería para hijos e hijas de sobrecargos, pero nunca entró en funciones. Cada día que pasa se sigue cayendo a pedazos. El anterior Secretario General, Ricardo Del Valle Solares, no hizo nada al respecto durante 11 años, a pesar de existir un acuerdo de asamblea para su venta.
Hablemos ahora de la flexibilidad laboral. En la industria de la aviación es poco más que imposible, porque como señalé líneas más arriba, coarta tu libertad de crecimiento profesional, pero también afecta en casos en que, como mujer, tengas dependientes menores de edad, o adultos mayores. Son cuestiones que tienen que abordarse desde varias perspectivas, y definitivamente una de ellas es la perspectiva de género.
En el Congreso se está dirimiendo la aprobación en nuestras leyes de la “licencia por menstruación”, y la pregunta es seria: ¿cómo se podrá abordar si la mayoría de los representantes sindicales -en los diferentes sindicatos- son hombres?. No hablo de falta de talento, sino de la imposibilidad física y biológica de que un hombre “conozca” las razones que han llevado hasta el legislativo la necesidad de una licencia específica como esta.
Les voy a platicar una anécdota personal, yo sufro de fuertes dolores cuando menstrúo, y como sobrecargo, volar “en mis días” era el peor de los suplicios, porque existimos mujeres cuyo umbral del dolor es sumamente bajo, y cualquier dolor te incapacita. Si a esto le agregamos las muchas condiciones especiales, viajar a 33 mil pies de altura, en un ambiente artificial, con un cuerpo que se despresuriza en cada despegue y aterrizaje, ya se imaginarán ustedes el cuadro.
Pues ahí me tienen, empastillada con “piroxicam” (analgésico no esteroideo, antiinflamario y antirreumático), acudiendo a mis vuelos: primero fuimos a Chicago, sin mayor molestia, pero cuando llegamos al día siguiente a Morelia, sentía morirme, no podía moverme de la cama, me puse en posición fetal pero no recostada de lado de la cama, sino hincada, porque era la única manera de “aguantar” un poco el dolor.
Como pude comencé a marcar por teléfono a las habitaciones de mis compañeros de tripulación; no encontré más que al capitán, a quien le dije llorando que no aguantaba el dolor, que sentía que me estaba muriendo. Él llamó al médico asignado a la estación, que fue a verme al hotel y a darme -literal- una inyección de caballo (Dexketoprofeno), para que pudiera continuar mi viaje hasta regresar a México.
Desde ese entonces y hasta la fecha, he sufrido porque cada que mes, saco medio endometrio. No es fácil que la gente entienda que no te puedes mover del dolor; es muy difícil, sobre todo cuando te encuentras con compañeras que en aquel entonces me decían “yo duro tres días y casi no me da cólico”. De “exageradas” no nos bajan.
El tema de las licencias menstruales apenas se está abordando en nuestro país; falta mucho camino para que quede plasmado en la ley; y una vez que suceda, faltará la aplicación real del precepto, pues los patrones creerán que se trata de una “licencia para echar la flojera”. Necesitamos ya que los sindicatos defiendan a sus agremiadas. Los números no mienten, 5 de 10 mujeres sufren de dismenorrea, que es el nombre correcto de llamar a ese maldito dolor infernal.
Este 8 de marzo, las mujeres que estamos dentro de la aviación, pedimos respeto, más representación dentro de los sindicatos, más apoyos al crecimiento laboral, a la flexibilidad de quienes además de trabajar ejercen el papel de cuidadoras; levantamos la voz para acabar con la violencia de género, el acoso sexual, y las diferentes formas de humillación que se dan, por el hecho de ser mujer.
Construyamos lazos fuertes y entre mujeres comencemos a apoyarnos desde el ámbito laboral. Sindicatos: hay mucho trabajo por hacer; empresas de aviación, impulsen más a las mujeres, no las hagan a un lado por considerar que la maternidad “les sale cara”, o porque se vuelve necesario “poner un lactario” y eso cuesta; lo mejor que pueden hacer es invertir en el personal, no es un gasto.
Sabemos que hay diferentes demandas en la industria aeronáutica: una es el reconocimiento de la mujer, y de su importante papel. Así lo hace patente Katya Echazarreta, la primera mujer mexicana en volar en el espacio exterior, a bordo de la nave “New Shepard de Blue Origin”.
Ella ha sido homenajeada por la compañía de juguetes Mattel y acaban de sacar su propia muñeca Barbie con el nombre de “Role Models”, para que inspire a más niñas a ver la industria aeronáutica no como algo exclusivo de hombres.
Con esta iniciativa se combate también la falsa idea de que a lo único que pueden aspirar las mujeres amantes de la aviación es a ser sobrecargos. Puedes ser oficial de operaciones, mecánica, trabajadora general, controladora aérea, meteoróloga, y por supuesto piloto de un avión comercial. Porque las mujeres pueden ser lo que quieran y más.