Una de las principales obras de Aristóteles es la Política. Voy a recordar una de sus lecciones, quizá la más conocida, de ética y economía:
“Como se le reprochaba por su pobreza lo inútil que era su amor a la sabiduría, cuentan que previendo, gracias a sus conocimientos de astronomía, que habría una buena cosecha de aceitunas cuando todavía era invierno, entregó fianzas con el poco dinero que tenía para arrendar todos los molinos de aceite de Mileto y de Quíos, alquilándolos por muy poco porque no tenía ningún competidor. Cuando llegó el momento oportuno, muchos los buscaban a la vez y apresuradamente, y él los realquiló en las condiciones que quiso, y , habiendo reunido mucho dinero, demostró que es fácil para los filósofos enriquecerse si quieren, pero que no es eso por lo que se afanan”.
“Así se dice que de esta manera Tales dio pruebas de su sabiduría. Pero hay en ello, como hemos dicho, un principio general de crematística: asegurarse, siempre que uno pueda, el monopolio”.
Aristóteles sobre TALES DE MILETO
Vista así la crematística, como el arte de ganar dinero mediante el abuso —el monopolio sin duda es abusivo—, deshumaniza. Eso pensaba Aristóteles y algo de razón tenía.
Resulta socialmente dañino el monopolio, inclusive si se logra gracias al conocimiento. Es el caso de quienes desarrollaron Google, Apple, Microsoft, etcétera. Detrás de estas extraordinarias empresas están las personas más brillantes de nuestro tiempo. Pero, por admirables que sean, hay que controlarles con regulaciones antimonopólicas.
El monopolio imposible de regular —por lo tanto, el más pernicioso— es del poder cuando quien lo ejerce decide utilizarlo para construir enormes patrimonios privados. Considero que todas las crisis de la historia de México y, desde luego, todas las terribles dificultades actuales que enfrenta nuestro país, están directamente relacionadas con el enriquecimiento de quienes han llegado al gobierno, como los presidentes del PRIAN, no a servir a la sociedad, sino a corromperse.
Suele decir Epigmenio Ibarra, con una frase de Stefan Zweig, que estamos viviendo un momento estelar en la historia de México. Al menos en un sentido es cierto: resulta maravilloso que tengamos un presidente a quien no le interesan las riquezas, los lujos, la ropa de marca, los vinos caros, las casas fastuosas, los viajes costosísimos. Como no está interesado en la acumulación de dinero, Andrés Manuel no se ha corrompido. El presidente López Obrador vive de sus ingresos. Posee una pequeña finca en Chiapas, La Chingada, y una modesta casa en la Ciudad de México con su esposa Beatriz Gutiérrez —cuya propiedad quizá sea de ella, y no de él—.
¿De qué va a vivir Andres Manuel cuando se retire? De su pensión del ISSSTE, unos 30 mil pesos mensuales. Completará sus ingresos con las regalías de sus libros. Podría obtener buen dinero dando conferencias en todo México y aun en otros países, pero ya aclaró que no lo hará: le basta y le sobra para mantenerse con lo que tiene.
Que estamos en un momento verdaderamente estelar de la historia de México lo demuestra el hecho de que el presidente López Obrador no ha sido una anomalía. La 4T hará posible otra presidenta, Claudia Sheinbaum, también alejada de las pretensiones de riqueza. Inclusive, Claudia tiene todavía menos patrimonio que AMLO. De hecho, ella no tiene ningún patrimonio inmobiliario: vive en un apartamento rentado en Tlalpan, alcaldía del sur de la capital del país.
Con su exmarido Claudia tuvo una sencilla casa, en parte construida por ella —“me tocó palear con mis propias manos sus cimientos”—, pero la donó a su hijo o a su hija.
Ayer se le hizo la gran pregunta: ¿Dónde va a vivir Claudia como presidenta de México?
La respuesta explica parte de la histórica votación obtenida por Claudia el pasado mes de junio. Arrasó en las elecciones por la popularidad de AMLO, por las estructuras de Morena y por el trabajo de ella misma.
Pero hay otro factor, importantísimo, para explicar el éxito de Claudia medido en los tantísimos millones de votos que nadie había conseguido en democracia en México.
Ese otro factor es el estilo de vida de Claudia Sheinbaum. Licenciada en física, doctora en ingeniería, servidora pública relevante durante muchos años, casada con un funcionario del Banco de México, la próxima presidenta de nuestro país, como muchísimas personas de clase media, no tiene casa propia.
Talento posee de sobra Claudia para haber acumulado dinero si se hubiera dedicado a los negocios. Con sus conocimientos habría sido contratada en cualquier gran empresa de ingeniería del mundo. Pero, en vez de eso, se entregó a la academia y al servicio público sin caer en la corrupción.
Será Claudia Sheinbaum la primera persona que llega a la presidencia de México sin poseer casa propia, muchísimo menos varias casas de su propiedad: en la CDMX, en Valle de Bravo, en la playa y en el extranjero, como es el caso de no pocos políticos enriquecidos.
Es un dato notable: Claudia paga renta, como millones de familias en México. De ahí que se identifique con la mayoría de la gente.
Por eso su elevada aprobación en el tracking ClaudiaMetrics de SDPNoticias elaborado por la casa encuestadora MetricsMx y que comento en El Heraldo Radio en el noticiero de Sergio Sarmiento y Lupita Juárez.
Ayer Claudia dijo que está platicando con su esposo, Jesús Tarriba, acerca de si deberá hacer lo mismo que Andrés Manuel, esto es, ocupar un apartamento en los inmuebles que rodean a Palacio Nacional —pero que conste, no en Palacio Nacional—. Vivir ahí para Sheinbaum tiene pros y contras. Así lo dijo y no dio más detalles.
¿Qué ventaja tendría para Claudia residir al lado de Palacio Nacional? La principal, no perder tiempo en los traslados: desde su actual domicilio en Tlalpan al centro de la Ciudad de México, sin tráfico, le representan una media hora en coche. Una segunda ventaja sería dejar de pagar renta, ya que ella, reitero, no tiene casa propia.
¿Qué desventajas tendría si viviera en Palacio Nacional? Para empezar, la molestia de la mudanza. Esto representaría un problema después de seis años: ¿Dónde va a residir la pareja Sheinbaum - Tarriba cuando Claudia deje la presidencia?
Una solución para Claudia y Jesús sería comprar ahora mismo, con crédito hipotecario, un apartamento pequeño en el centro de la ciudad de México, a pocas cuadras de Palacio Nacional, y habitarlo durante todo su sexenio, y así llegar caminando al trabajo.
Algo como lo que hizo el gran socialista Sandro Pertini en Italia. Este hombre, fundamental en la resistencia contra el fascista Mussolini, presidió la República Italiana, entre 1978 y 1985, y no se fue a vivir al Palazzo del Quirinale, residencia oficial: Pertini siguió viviendo en su modesto apartamento del centro de Roma, donde murió en 1990 a los 93 años de edad.