El objetivo es estas líneas no es realizar un análisis pormenorizado de la situación económica actual, pues eso corresponde a los economistas, sino exponer sucintamente lo que ocurre en el mundo y cuales son las medidas que están siendo implementadas por los gobiernos y los bancos centrales.
Todo empezó con la pandemia. El Covid-19 provocó una crisis global sin precedente que condujo a la paralización de la economía global. Cadenas de suministros fueron interrumpidas, negocios cerraron, vuelos internacionales fueron cancelados y millones de personas perdieron sus empleos.
Con el arribo de las vacunas y la progresiva vuelta a la normalidad en 2021, la economía global (con peculiaridades en cada país) tuvo una recuperación fugaz. El dinero que no había circulado durante el nefasto 2020 volvió a su cauce normal con una rapidez extraordinaria. La gente que no viajó en 2020 lo hizo en 2021, lo mismo que con todos los que no adquirieron vehículos nuevos o que pospusieron la compra de propiedades.
A partir de ello, y con la puesta súbita de dinero en circulación, se abrió la puerta a una recuperación económica importante, pero también, a la inflación, a saber, al aumento generalizado de precios originado tras la presencia de dinero en el mercado, pero a la vez, con una producción estancada. A la luz de los principios clásicos de la oferta y la demanda, el incremento de la demanda con los mismos niveles de producción conduce inevitablemente al aumento de los precios.
Ante la crisis provocada por la pandemia, el gobierno de Joe Biden, consciente de la necesidad de ofrecer un respaldo económico a sus ciudadanos que ofreciese un respiro económico a todos aquellos que perdieron su empleo o que se vieron obligados a cerrar sus negocios, y con el propósito de reactivar la demanda y el mercado interno, ofreció la extraordinaria suma de 2 billones de dólares a los hogares estadounidenses. Esta medida, si bien era necesaria para la reactivación económica, exacerbó el fenómeno inflacionario.
Luego, vino la guerra en Ucrania. Con las acciones realizadas por Rusia contra su vecino, la situación empeoró. En este contexto, recordemos que Rusia y Ucrania son dos de los cinco principales exportadores de trigo en el mundo. Ucrania, invadida por las tropas rusas, está impedida de recuperar su dinamismo exportador. Los invasores, por su parte, han sido objeto de sanciones económicas por las grandes potencias del mundo. Ello ha provocado el aumento de los precios del petróleo y de los cereales. Esto último amenaza la viabilidad alimentaria del planeta ante la inminente alza del costo del pan y de los principales enseres.
Ante esta inflación del 8.6 por ciento en Estados Unidos (la más alta en cuarenta años) la Reserva Federal estadounidense incrementó la tasa de interés en un 0.75 por ciento.
¿Qué pasará en México? Según estiman los economistas, el Banco de México, ante la inflación actual del 7.6 por ciento, elevará la tasa de interés, dentro de los próximos días, al 7.5 por ciento, y si la situación no mejora, a un 8.6 por ciento hacia el final del año.
Una tasa de interés de 8.6 por ciento en México representaría un duro golpe para una economía que apenas crece un 2 por ciento. Ello supondría menos dinero en circulación, un reducido acceso a crédito y menores incentivos para que la gente gaste. Si bien resultaría efectiva como medida antiinflacionaria, conlleva riesgos para el futuro inmediato de nuestro país. Confiemos pues que los funcionarios que dirigen el Banco de México, en coordinación con la Secretaría de Hacienda, sean capaces de leer los mensajes de los nuevos acontecimientos y que conduzcan exitosamente a nuestro país en estos tiempos tormentosos.