Ante el endurecimiento del conflicto entre Rusia y Ucrania, algunos países de manera unilateral -y otros en bloque, como la Unión Europea- han “cerrado su espacio aéreo a aviones de propiedad rusa, registrados en Rusia o controlados por Rusia”, por lo que ninguna de estas aeronaves podrá sobrevolar, despegar desde ellos o aterrizar en los países que hayan cerrado su espacio aéreo.
Aeroflot es una de las aerolíneas más antiguas del mundo; fue fundada en 1923 como empresa estatal de la URSS. Tras la disolución de la Unión Soviética, Aeroflot se convirtió en una empresa semi-privada, con participación mayoritaria del Gobierno ruso.
Para Aeroflot, y todos sus usuarios, es una verdadera tragedia que le cierren el espacio aéreo, pues la están dejando fuera del mercado aeronáutico, y a la población, con un importante problema de movilidad.
Entre México y Ucrania hay más de 10,500 kilómetros de distancia, y esto lógicamente nos hacen pensar que se trata de un conflicto “lejano”, y que las repercusiones para nosotros serán pocas, lentas y paulatinas. Es cierto, las relaciones comerciales y el turismo (por señalar solo dos rubros) con Rusia son más bien pocos, comparado con los Estados Unidos, pero estamos en un mundo globalizado, y aunque los hechos estén del otro lado del mundo, las consecuencias podrían ser de otra índole, y estar más cerca de lo nos imaginamos.
En estos días se estarán operando los últimos vuelos permitidos a Aeroflot, con la única intención de repatriar rusos a su país natal. Entre el 2 y 5 de marzo el vuelo Moscú-Cancún (Mex) -Moscú, y el 3 de marzo el Moscú-Punta Cana (RD)-Moscú. Ambos vuelos serán ida y vuelta, y si usted ama la aviación, sabrá que es una noticia que arranca un profundo suspiro, y de manera inevitable nubla la vista, mientras se hace un nudo en la garganta.
Eduardo Galeano, periodista y escritor uruguayo lo dijo sin cortapisas: “Ninguna guerra tiene la honestidad de confesar: Yo mato para robar… las guerras siempre invocan nobles motivos”. Y sus palabras no pierden un ápice de verdad a pesar del tiempo, al contrario, se reafirman crudamente.
Yo no estoy a favor de ninguna guerra, y en mi opinión dotar a Ucrania de armas “para la paz” es un contrasentido, y más cuando se nutre perversamente un pleito añejo, en cuya puesta en escena lo único que les importa a los actores es el dinero. Utilizando como máscara el pretexto de “salvaguardar” vidas humanas, cuando lo único que pretenden es obtener, conservar o acrecentar su poder económico y geopolítico.
No soy ingenua, sé que lo que mueve al mundo es el dinero y no la preocupación por la humanidad; resulta tan paradójico el “apoyo a Ucrania”, mientras en África siguen sufriendo los estragos de la pandemia de Sars-Cov-2, ante la falta de vacunas en todo el continente.
Mucho más hipócrita resulta esa defensa cuando llevamos varios años observando la llegada de miles de africanos a las costas españolas, que son rechazados con lujo de violencia; o de árabes que son señalados y perseguidos en Europa por sus creencias religiosas.
No me gustan las posturas maniqueas, no creo que todo se pueda reducir a “buenos y malos”, pero en este apoyo a los pobres ucranianos, hay un gran trasfondo de racismo. ¿Se debe apoyarlos porque además de sufrir la bota aplastante de Rusia, son rubios y de ojos azules? Es inevitable preguntarse por qué no se expresó este nivel de indignación en todas y cada una de las intervenciones militares que los Estados Unidos de Norteamérica ha tenido en países como Libia, Siria, Irak, Afganistán o El Líbano. ¿Qué hace tan diferente al caso de Rusia y Ucrania, a la invasión de Israel en Palestina?
Repito, no podemos decir que todos son malos, ni que todos son buenos. Es incorrecto juzgar solo un lado de la historia, y creo justamente eso está pasando en diferentes partes del mundo. Las redes sociales se inundan de imágenes (reales y falsas) de las consecuencias inmediatas de los ataques bélicos. Pero yo quiero que volteen a ver una industria que ha pasado por una de sus peores crisis por la pandemia por Covid-19: la aviación. Apenas comienza a recuperarse y las restricciones al espacio aéreo se vuelven desproporcionadas, lo digo fuerte y claro.
No estamos hablando de fuerzas militares, sino de aviación civil, ¿cuándo se sancionó así a la aviación norteamericana? La desproporción a que me refiero es porque la aviación comercial de nuestro vecino país del norte es de una flota de más de 7,000 aeronaves, repartidas en todas sus aerolíneas comerciales, según registro de 2018. ¿Saben cuál es la flota de Aeroflot, la línea bandera de Rusia?, cuenta con 206 equipos. Además de Aeroflot, Rusia tiene otras 6 aerolíneas, y sumando todos sus aviones, no alcanzan a ser ni 500. Pongamos el contexto: en nuestro país, toda la aviación comercial de pasajeros no llega ni siquiera a las 300 aeronaves, a duras penas sumamos 250 aviones repartidos en las aerolíneas comerciales.
Ya en 2004 Fidel Castro hablaba del “…cinismo con que los dueños del mundo pretenden preservar su podrido sistema de dominación política y económica impuesto a la humanidad…” Se trata de David contra Goliat, las restricciones contra Aeroflot son inusitadas, impidiéndole volar en casi todo el mundo. A esta medida draconiana se han sumado muchos países considerando sólo una cara de la historia, y han condenado, de forma por demás estridente, un conflicto que no inició ayer, sino que lleva años de desacuerdo y antagonismo en la zona.
Aeroflot, con sus 206 aviones y 146 rutas, se puede calificar como una aerolínea “pequeña” tomando en consideración el tamaño del territorio ruso. En 2006 fue integrada a Sky Team, una alianza de muchas aerolíneas de todo el mundo:
- Aerolíneas Argentinas
- Aeroméxico
- Air Europa
- Air France
- ITA
- China Airlines
- China Eastern Airlines
- China Southern Airlines
- Czech Airlines
- Delta Airlines
- Garuda
- Kenya Airways
- KLM
- Korean Air
- Middle East Airlines
- Saudia
- TAROM
- Vietnam Airlines
- Xiamen Airlines
- LATAM
Una de las principales características de estas alianzas son los llamados “códigos compartidos de viaje”, que les permite expandir los destinos para sus usuarios. Hoy han cancelado esos códigos compartidos con Aeroflot, y por supuesto la primera en tomar esta decisión fue la norteamericana Delta Airlines, y después, en efecto dominó, siguieron las demás, con la clara finalidad de aislar a Rusia del resto del mundo.
El debate sobre lo ético de esta medida puede ser largo y extenso. Deciden golpear al país a través de su aviación civil, un sector que tiene un peso de 15,900 millones de dólares en el PIB, de acuerdo con el informe Aviation: Benefits Beyond Borders 2020, elaborado por Oxford Economics. La importancia del transporte aéreo para Rusia está reflejado en un documento elaborado por la Asociación Internacional de Transporte Aéreo (IATA, por sus siglas en inglés). En él se refleja que Europa supone el 68,1% del tráfico aéreo de Rusia, siendo el principal mercado para los flujos de pasajeros. Y es precisamente Europa quien cierra su espacio aéreo.
La definición de “crimen de guerra” la encontramos en los Tratados de Ginebra de 1949, que surgen para limitar la barbarie de la guerra y proteger a las personas que no participan en las hostilidades: civiles, personal sanitario y miembros de organizaciones humanitarias.
Desde mi óptica la sanción que están llevando a cabo la OTAN y sus esbirros es de un calado desproporcionado a la realidad. Nadie puede negar que existe un conflicto añejo, pero los tintes de racismo y fascismo son aristas que la prensa occidental y blanqueada no quiere abordar. Todos los muertos tienen el mismo valor, las vidas humanas no son más o menos valiosas dependiendo el color de ojos, de piel y de pelo.
El mundo no puede sólo sentir lástima y compasión por los ucranianos cuando llevamos años de invasiones y guerras en todo el mundo. Lo mismo vale un africano, que un sirio, que un palestino. No dejemos que la cursilería barata nos nuble la razón y nos impida ver más allá. En el caso concreto, no debemos “justificar” que se castigue y criminalice a la aviación civil rusa partiendo de la falsa premisa de que es para sancionar a su gobierno. Miles de civiles rusos, y de otras nacionalidades padecerán esas medidas, sin deberla ni temerla. ¿Aceptaremos sin chistar que son daños colaterales? La aviación civil mexicana es todavía más pequeña que la rusa, y nuestro vecino del norte está más que dispuesto a mostrar hostilidad y beligerancia. La indolencia no es opción para nosotros.