Es conocida la arrogancia de quienes despachan en el Palacio Itamaraty, sede del Ministerio de Relaciones Exteriores de Brasil. Cancillería poderosa —tal vez el mejor servicio exterior de América Latina—, no vacila en dar la batalla cuando siente amenazada su hegemonía por el único país de la región capaz de competirle, México.
Por mencionar un ejemplo de tal rivalidad, recordaré que en 2004, aunque México no pertenece al Mercosur, el presidente Vicente Fox participó en su reunión cumbre celebrada en Iguazú, Argentina.
El gobierno mexicano había cabildeado para ingresar al Mercosur. En una de las mesas de trabajo, el canciller brasileño de entonces, Celso Amorim, envió una nota escrita a mano a su presidente, Luiz Inácio Lula da Silva. Al terminar el evento, Lula se levantó y dejó olvidada la pequeña hoja de papel. Alguien se dio cuenta del descuido del brasileño y lo aprovechó para obtener información importante.
En efecto, Agustín Gutiérrez Canet, en ese momento encargado de la prensa internacional del gobierno de México, recogió el papelito y lo mostró al presidente Fox y a quien era secretario de Relaciones Exteriores de nuestro país, Luis Ernesto Derbez. El responsable de la diplomacia brasileña exigía a su jefe Lula: “Brasil no debe permitir que Mexico ingrese al Mercosur”.
¿Por qué la agresividad contra México de parte de Amorim, quien llegó a ser considerado por Foreign Policy como ‘el mejor ministro de asuntos exteriores del mundo’? Hay una única explicación a esa belicosidad: en Itamaraty se piensa que solo México, entre todas las naciones de América Latina, tiene la potencia económica que se necesita para disputarle a Brasil el liderazgo de la región.
Diferencias diplomáticas
Una de las grandes diferencias diplomáticas entre Brasil y México tiene que ver con la integración del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas. Ambos países han propuesto cambios en tal organismo, que tiene cinco miembros permanentes —China, Francia, Rusia, Reino Unido y Estados Unidos— y 10 miembros no permanentes.
Brasil ha insistido en modificar tal estructura: en lugar de cinco miembros permanentes, propone que sean nueve, los cinco mencionados más India, Alemania, Japón y Brasil —este último como representante único de América Latina—.
Queda claro que Brasil se considera el gran líder latinoamericano, algo que no es ni puede ser aceptado por México. ¿Por qué Brasil sería permanente en el Consejo de Seguridad y México no? Imposible estar de acuerdo.
Nuestra nación, para el Consejo de Seguridad, ha planteado cambios más moderados y razonables, como limitar la facultad de veto y apoyar la figura de miembros semipermanentes que, según entiendo, ha propuesto Italia.
Claudia, todo para destacar
No puede Claudia Sheinbaum dejar todo el espacio a Lula en la cumbre del G20 del próximo mes de noviembre. Es verdad que el brasileño será el anfitrión y, por tal motivo, no pocos de los reflectores serán suyos. Pero Claudia tiene todo para brillar en el evento.
Para empezar, solo habrá una segunda mujer gobernante, la italiana Giorgia Meloni. Participarán otras, como Ursula von der Leyen, de la Comisión Europea, pero no tienen responsabilidades de gobierno.
Hay una relativa similitud y una gran diferencia entre la italiana y la mexicana. La semejanza radica en que ambas participaron en movimientos estudiantiles: Meloni en un grupo fascista de extrema derecha, Claudia en uno democrático de izquierda. La diferencia es la preparación académica: Meloni estudió idiomas, pero no tiene título universitario. Sheinbaum, por su parte, es licenciada en física con un doctorado en ingeniería en energía que la llevó a estar cuatro años en uno de los centros de investigación más importantes del mundo, el Laboratorio Berkeley.
Entre las prioridades de la agenda del G20 está la transición energética para combatir el cambio climático. Seguramente nadie entre los y las participantes tiene en el tema la preparación académica de la presidenta Sheinbaum, quien no solo cuenta con un doctorado en energía, sino que —cito a Wikipedia— fue “autora colaboradora del capítulo ‘Industria’ del informe del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático”.
Por lo demás, la novedad siempre llama la atención y Claudia deberá aprovecharla: la cumbre iniciará cuando ella tenga 49 días como presidenta. Me parece que ningún otro líder recién llegado al cargo participará en el G20. En el caso de Estados Unidos, podría darse la situación, compleja y curiosa, de que Joe Biden asistiera como presidente saliente por haber perdido las elecciones frente a Donald Trump, quien en caso de ganar no sé si como excepción podría ser invitado a la cumbre de Río de Janeiro.
Si la presidenta mexicana Claudia Sheinbaum deja vacío su espacio en el G20, lo ocupará el presidente brasileño Lula, quien no tendrá ningún problema en actuar como el único gran líder de América Latina. El otro presidente latinoamericano que participa, Javier Milei, más que estadista es un meme por su discurso ultraderechista extremadamente cursi y hasta infantil: nadie lo tomará en serio.
Lula en México
Por lo demás, haciendo a un lado la competencia diplomática entre México y Brasil, las dos naciones invariablemente colaboran y es importante que se entiendan cada día más para ser los motores de America Latina.
En este sentido, si Claudia no va a la cumbre será no solo un desaire al G20, sino al anfitrión, Lula. Es verdad, el presidente brasileño aprovecharía la ausencia de la presidenta mexicana para ser el único latinoamericano con voz verdaderamente importante, pero al mismo tiempo la inasistencia de una gobernante tan importante como Claudia le quitaría lucimiento al evento, lo que no ayudaría a mejorar la relación con el anfitrión.
Lula no puede ignorar que Brasil necesita a México, lo que se demostró hace no mucho tiempo con el caso del arancel de 25% impuesto por Estados Unidos al acero que no se produzca en América del Norte. Hemos ayudado a la economía brasileña al lograr que si su acero entra a Mexico y de aquí se va a EU no aplique tal arancel.
¿Cómo sí podría Claudia aceptar ir a la cumbre del G20 sin que le importe alimentar a la comentocracia que aprovecharía el viaje de Claudia para golpear a AMLO, quien no participó en eventos globales de ningún tipo? La salida está en que sea el propio Lula quien le entregue en persona la invitación.
Ello será posible si Lula cumpla una promesa reciente que le hizo al presidente López Obrador: visitar México antes de que concluya el sexenio de Andrés Manuel. Si Lula cumple, la presidenta Sheinbaum estará obligada a acudir a la cumbre del G20.
Espero que la canciller mexicana, Alicia Bárcena, esté activamente negociando con la gente del Palacio Itamaraty que Lula venga a México, al menos un solo día, a platicar con AMLO, a conocer a Claudia y a poner en las manos de la presidenta su boleto VIP para sentarse en la primera fila en la cumbre de Río de Janeiro.