Hoy Francia celebra su Fiesta Nacional. El 14 de julio de 1789 representa una de las fechas más emblemáticas de la historia universal. En aquel día, el pueblo de París, soliviantado ante la amenaza de la represión por parte de las tropas del rey contra la Asamblea Nacional Constituyente recientemente constituida, asaltó la prisión de La Bastilla, en un símbolo de acción revolucionaria contra la autoridad absoluta del monarca instalado en Versalles.

A partir de ello, la revuelta devino en una revolución popular que se extendería a lo largo del país y que conduciría eventualmente al establecimiento de una monarquía constitucional, a la república, y más tarde, a la ingobernabilidad y a la dictadura bonapartista. Los principios de la Revolución Francesa continúan vigentes en el mundo político de hoy.

La Revolución Francesa, contrario a las teorías anti elitistas postuladas por la corriente marxista del siglo XIX, fue iniciada por la burguesía; un gremio compuesto por hombres de negocios y comerciantes medianamente ilustrados que buscaban alcanzar representación equitativa en los Estados Generales.

En un ejercicio comparativo, México, con miras a contar con los elementos para dictar sus propios destinos contra la oligarquía gubernamental, debe tener una clase media educada, consciente de sus derechos políticos y que sea capaz de dirigir una revolución ideológica contra el mal gobierno. Ellos (la clase media) serán los responsables de dirigir las acciones. A la luz de las enseñanzas de 1789, y en oposición a lo que diariamente asevera AMLO en sus mañaneras, la clase media dirigente e ilustrada es quien debe encabezar los movimientos trasformadores.

En este contexto, ante la falta de oportunidad de acceso a una educación de calidad, millones de mexicanos han sido condenados al oscurantismo político. Como consecuencia, se ven seducidos por un discurso populista que hoy les tiene condenados a la inacción y a la falsa creencia de que un hombre providencial (sí, AMLO) puede mágicamente resolver las problemáticas estructurales de nuestro país.

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México debe ser consciente que el desorden y la ingobernabilidad conducen a regímenes dictatoriales. Al igual que en tiempos de la Revolución, cuando Napoleón Bonaparte encabeza un golpe de Estado el 18 de brumario (1799) contra un frágil Directorio que buscaba inútilmente devolver la gobernabilidad y una relativa paz a Francia, México debe buscar los canales institucionales para que el gobierno, trátese de Morena o de algún partido de oposición, opere para recuperar el imperio de la Ley. La amenaza del crimen organizado sobre la paz del país, y con ello, el sentimiento de inseguridad que azota a las familias mexicanas puede conducir a regímenes dictatoriales que pongan en entredicho nuestras libertades individuales.

Otra lección es que la oligarquía debe y puede ser combatida. Así como la burguesía se opuso exitosamente a las clases poderosas representadas por la nobleza y el alto claro, la clase media mexicana, constituida por los trabajadores, empleados, intelectuales, entre otros, debe hacer valer, mediante sus ideas y a través del voto, los intereses de la mayoría de la población.

Para fortuna de México, las condiciones estructurales nos ofrecen un mejor panorama político, muy distinto al de Francia en 1789. Hoy, todos los mexicanos, desde los mas afortunados hasta los más desfavorecidos, cuentan con las condiciones para hacer valer su voluntad política. El desarrollo democrático de México ha hecho posible contar con autoridades electorales que gozan de amplia credibilidad, y que hoy, ante los vaivenes del nuevo régimen, se encuentran amenazados por la oligarquía que gobierna en Palacio Nacional y en el Legislativo.

En suma, la Revolución Francesa y los principios emanados de ella continúan vigentes. En el caso de México, bien valdría recuperar algunos de ellos, pues las condiciones que perviven en nuestro país podrían conducirnos -al igual que lo iniciado el 14 de julio de 1789- a un periodo de oscurantismo democrático que pondría en riesgo nuestro progreso. Pero a la vez, nos recuerdan que los malos gobiernos sí pueden ser cambiados mediante la unidad nacional.

Finalmente, extiendo una felicitación a los franceses, y en particular, a la comunidad francesa que reside en México, en el día de su Fiesta Nacional.