La discusión sobre los cambios en los contenidos y los procedimientos para elaborar los libros de texto que proporciona el Estado mexicano habrán de contemplar algunas de las siguientes preguntas de fondo: ¿por qué y para qué educar? ¿Cómo educar? ¿Cuál es el sentido de la educación en la sociedad mexicana actual? ¿Cuál es el rol que juegan los libros de texto en la escuela pública?

La acción de entregar libros de texto, sin costo, a las escuelas públicas en México, es decir, a las y los estudiantes de las comunidades educativas más pobres de la nación es una historia que se remonta a la época del triunfo de la república. Lo cual indica que ésta es una cuestión que se discute públicamente desde hace más de 150 años.

El gobierno de Benito Juárez, a través de la Secretaría de Justicia e Instrucción Pública (1867), no sólo entregó a las escuelas públicas libros de lecturas con contenidos literarios de cuentos y novelas clásicos, sino que también envió libros de civismo, geografía e historia nacional a los centros educativos. (Para profundizar en el tema, ver: Zepeda, Beatriz. 2012, Enseñar la nación. La educación y la institucionalización de la idea de la nación en el México de la Reforma: México, Fondo de Cultura Económica, pp. 129-155 y 183-186).

El fomento de la lectura y la escritura fue una tradición cultivada esencialmente por los políticos liberales, que construyeron una idea de patria, nación y ciudadanía, pero ello no significa que esa difusión haya estado despojada de intencionalidades políticas e ideológicas.

Hay registro y evidencia de envíos similares de libros, a las escuelas, en la breve etapa de la intervención de la monarquía extranjera en México. Carlota, esposa del emperador Maximiliano, hacía ese tipo de labor social en orfanatorios y hospitales, además de entregar libros y otro tipo de publicaciones a las pocas escuelas públicas que existían en ese tiempo. Sin embargo, los libros editados por los gobiernos republicanos contenían una idea de nación diferente de los textos promovidos por los gobiernos conservadores, puesto que se difundía una idea de nación independiente y soberana.

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Zepeda (obra citada) registra en su investigación que los libros de texto editados entre 1857 y 1876 para entregar a las y los estudiantes de escuelas públicas compartían una idea de nación, pero que ésta no era una concepción lineal de la misma.

La autora señala que durante el análisis de los libros de texto producidos en esa época (segunda mitad del siglo XIX) “…la difusión de la idea liberal de nación a través del sistema educativo, así como de la posible reproducción de ideas alternativas, ilustra, a nivel micro, cómo el conocimiento educativo legítimo encapsulado en los libros de texto coincidía, en algunos casos, y se desviaba, en otros, de la idea de nación que la élite liberal en el poder intentaba propagar” (Introducción)

Ello permite afirmar y argumentar que los libros de texto son un referente, pero que no necesariamente constituyen una correa lineal de transmisión de la ideología política de la élite gobernante. Como en muchos otros temas de la vida pública, en este caso hay que hacer los necesarios matices.

Posteriormente, durante los diferentes períodos de gobierno de Porfirio Díaz la entrega de libros de texto a la precaria red de escuelas públicas, se multiplicó. Sin embargo, fue un periodo enmarcado por contradicciones y situaciones adversas, pues se impulsó el fomento a la lectura en un país que tenía alrededor de 80 por ciento de analfabetismo en la población mayor de 15 años.

En la primera etapa de José Vasconcelos, -filósofo, escritor y profesor universitario-, al frente de la SEP, (institución que por cierto fundó en 1921), la dependencia federal entregó colecciones de libros con contenidos literarios de diversos géneros. Desde las mitologías y comedias griegas hasta las novelas caballerescas y de las guerras medievales, con títulos populares.

Los libros clásicos verdes son una colección de 13 títulos en 17 tomos, publicados entre 1921 y 1924, originalmente encuadernados con pastas color verde olivo. De la colección original, la Comisión Nacional de Libros de Texto Gratuitos (CONALITEG) tiene a la disposición para consulta a diez de ellos en versión digitalizada facsimilar: Diálogos de Platón (2 tomos), Tragedias de Eurípides, Tragedias de Esquilo, Vidas paralelas de Plutarco (2 tomos), La Ilíada de Homero (2 tomos), La Odisea de Homero. Evangelios.

La creación de la CONALITEG misma, como proyecto educativo y cultural renovado del Estado mexicano, que fue iniciado durante el gobierno de Adolfo López Mateos (1958-1964), fue una aportación social valiosa que ha trascendido sexenios pero que, a la vez, ha resistido protestas de grupos conservadores históricamente ligados al clero y a los poderes fácticos, específicamente de las cúpulas empresariales.

Sin duda, la historia del diseño, edición, impresión y distribución de los libros de texto gratuitos para la educación básica, en todas sus formas y modalidades, ha sido un acierto del Estado mexicano (desde la restauración de la república en el siglo XIX), porque ese impulso institucional tiene la finalidad de contribuir y asegurar el derecho a la educación y la cultura de mexicanas y mexicanos, a través de la escuela pública.

Aún en estos inicios de la tercera década del siglo XXI, hay millones de familias en México cuyos únicos libros existentes en sus hogares son los de texto editados por la SEP y la CONALITEG. Otro aspecto más que resalta su importancia.

Hoy la edición de los nuevos libros de texto gratuitos para la educación primaria (para el ciclo escolar 2023-2024), es objeto de controversia y de litigios, pues los grupos conservadores y claramente opositores al régimen de la “4T”, se han manifestado en contra de sus contenidos y procedimientos (según lo establecido en las leyes en la materia), tanto en medios de información como en tribunales.

No coincido con la argumentación sesgada y lineal de los grupos conservadores sobre esta cuestión. Otro ángulo propongo para este análisis. En un primer momento y en este mismo medio, opiné que fue un error iniciar primero la actualización de dichos libros de texto para estudiantes de educación primaria (2021), antes de comenzar el proceso complejo de reestructurar el plan y los programas de estudio de la educación básica.

Los libros de texto son auxiliares didácticos, es decir, son recursos de apoyo a la enseñanza y el aprendizaje y, por ello, deben estar diseñados en congruencia con lo sugerido en el plan y los programas de estudio. No al revés.

Al parecer, esa falla se trató de corregir cuando en enero-febrero de 2022 se dio a conocer la nueva propuesta curricular para la educación básica (SEP), cuya versión revisada y oficialmente aprobada se publicó hasta agosto de ese mismo año.

Aunque queda claro que poco se ha discutido sobre la pertinencia y oportunidad de los cambios a los contenidos y métodos de diseño de los libros de texto gratuitos en la actual coyuntura, la discusión desde una perspectiva pedagógica, curricular y didáctica sigue vigente, ya que existen diferentes lecturas sobre los contenidos, usos y finalidades de los libros en cuestión (me refiero “al qué”, “el cómo” y “el para qué” de los libros editados por la SEP).

Con todo esto, se puede observar que el ambiente de tensiones en torno a esta discusión no sólo está alimentado de argumentos pedagógicos diversos, sino también de intencionalidades políticas y de lucha por el poder público.

Hecho que, por cierto, no debe asustarnos sino llevarnos a entender, por el contrario, que ésta es una característica principal de la deliberación pública en una democracia.

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