Este 8 de marzo, fue liberado Carlos “N” tras pasar apenas 16 horas en prisión. Acusado de violencia familiar y maltrato infantil, el agresor de Cynthia Bravo fue detenido por orden de aprehensión librada en su contra. Sin embargo, quedó en libertad aquel día. Este 13 de marzo fue vinculado a proceso.
Cynthia Bravo vivió la violencia doméstica durante más de 10 años. Las agresiones psicológicas y verbales conferidas en su contra, le hicieron pensar más de una vez en quitarse la vida. Las agresiones crecieron del noviazgo al embarazo y durante varias semanas vivió prácticamente secuestrada en la casa de su agresor, donde también vivía su suegra, cómplice de maltratos. Cuando decidió poner un alto y pedir la libertad junto con la separación, Carlos “N” intentó chantajearla con su hija, cumpliendo finalmente la amenaza: desapareció llevándose a la bebé. Su único motor fue y ha sido Camila, la pequeña que hoy inspira una ley que lleva su nombre y que busca evitar que haya más bebés separadas de sus madres. platiqué con ella para entender cómo se vive la violencia vicaria.
Camila fue arrancada del seno materno cuando tenía tan sólo 6 meses. Le fue impedido recibir lactancia materna, apego seguro y un vínculo materno filial con Cynthia. Durante 8 meses que Cynthia vivió con Carlos presenció el incremento de las agresiones, pero en aquel entonces, la violencia era gradual, sutil y en medio de un contexto de vulnerabilidad que impidió colocarle el nombre: violencia familiar.
“Yo tenía 3 meses de embarazo cuando nos fuimos a vivir juntos, me sentía deprimida y él (Carlos “N”) me hacía sentir que yo era la culpable de todo: me hacía sentir mal por dormir y tener sueño durante el embarazo. Después del parto, estuve dos meses más y en cerca de 8 meses me reclamaba ser una inútil porque no estaba la comida.” -Cynthia Bravo, sobreviviente de violencia vicaria.
“Yo ni siquiera sabía que la violencia es que te dejaran de hablar por días. Yo pensaba que violencia era que te pegaran. El me comparaba muchísimo con su mamá, pero era pasivo-agresivo, me hacía sentir insuficiente, culpable, que todo lo que yo hacía estaba mal. Me regañaba por no tener la comida lista a la hora que llegara, pero si yo cocinaba, me decía que no era como lo que le hacía su mamá o que estaba mal”
Carlos “N” es quince años mayor que Cynthia, la diferencia de edad determinó una asimetría de poder que marcó a Cynthia para siempre. Mientras él era desde aquel entonces un abogado con acceso a recursos económicos, propiedades y redes de complicidad en juzgados, Cynthia apenas lograba lidiar con su propia historia, terminaba la carrera en psicología y nunca había trabajado. Quitarle a la bebé no fue difícil para él.
“Nunca he salido a la calle con mi hija”
El sistema judicial ha sido un intríngulis para la menor y su madre pues cuando Cynthia Bravo intentó recuperar a Camila, hubo falta de perspectiva de infancias por parte del Poder Judicial, permitiendo al agresor desaparecerse hace tres años, mentir sobre el domicilio en que estaría la menor y reubicar a la pequeña en la casa de una desconocida, que tras casarse con su padre, le fue impuesta como “nueva madre”, obligando a la niña a decirle “mamá” aún ante la juez encargada del asunto familiar que tan sólo brindó un silencio cómplice.
“Yo hubiera querido que al menos leyeran mi expediente, al principio pensé que Carlos tenía dinero y estaba sobornando, luego me di cuenta que la Juez había sido su compañera en la universidad y no fue considerado conflicto de interés, ahora creo que ni siquiera leyó el asunto”, dice la también fundadora de camilas.org.
Como si hubiese sido poco hacerle creer a la menor que tenía una “nueva madre”, se fueron a la basura los 5 años en los que Cynthia tuvo que entrar en la propia casa de su agresor vigilada bajo el panóptico violento los miércoles y domingos: a la familia de Cynthia se le prohibió ver a Camila, después, las pocas horas de plática se terminaron cuando Carlos decidió impedir todo tipo de contacto entre madre e hija. La pandemia terminó por destruir el frágil vínculo materno-filial que se había logrado.
Camila volvió a pisar el juzgado después de tres años, con signos de ansiedad infantil y depresión, agresiva, con rechazo a su madre, irritabilidad hacia su padre y miedo a las audiencias.
Vinculación a proceso, tras liberarlo en menos de 16 horas
En la Ciudad de México, un conductor en estado de ebriedad pasa más tiempo detenido que un violentador doméstico. Carlos “N” fue denunciado por la violencia cometida en contra de Cynthia Bravo y de su propia hija, Camila. La orden de aprehensión fue librada por el riesgo de fuga que mantiene al haber cambiado más de tres veces de domicilio sin notificar al juzgado, pero aun registrando estancias injustificadas en otras entidades de la república, un juez de control decidió en pleno 8 de marzo dejarlo en libertad. Ni 16 horas estuvo privado de su libertad a pesar del riesgo de fuga. Este lunes 13 fue vinculado a proceso, una de cal por dos de arena.
“Se siente mucha frustración, mucho miedo no volver a ver a mi hija. (El imputado) se ha cambiado de casa para que yo no pueda ver a mi hija, llevo ya 8 años intentando recuperarla y aunque ahora me siento más cerca de la justicia, el tiempo pasa.”
Aunque Cynthia Bravo confía en que tarde o temprano se le hará justicia, cada día que tarda es un día menos de relación madre e hija. Las madres que se rehúsan a ser borradas de las vidas de sus hijas e hijos lograron recientemente la aprobación de la Ley Vicaria en el Senado de la República. Hoy el defensor legal de Cynthia, Pablo Huerta, exhibe las trampas del sistema y litiga por un reencuentro pronto para Camila.