Pese a que nací en el bello puerto de Veracruz viví más de 30 años en la Ciudad de México y por eso me dicen que soy “jarochilanga”, lo cual admito e incluso presumo.
En lugar de pensar que “no soy de aquí ni soy de allá”, como dice la célebre canción del inmortal Facundo Cabral, me siento de ambos lugares porque ambos lugares me han dado mucho.
Les comento lo anterior porque desde la modificación a unos párrafos del artículo 11 de la Constitución del Estado de Veracruz el “gallinero” se alborotó por una sencilla razón: tienen miedo.
Y es que con la modificación al citado artículo, todo ciudadano que no haya nacido en territorio veracruzano puede ser candidato a la gubernatura, siempre y cuando tengan al menos cinco años viviendo en el estado o que sus hijos hayan nacido aquí.
La modificación al artículo 11 fue votada y aprobada “fast track” en una sesión extraordinaria, donde se contabilizaron 38 votos a favor, 11 en contra y 0 abstenciones. Pese a que la iniciativa fue presentada por la diputada morenista Magaly Armenta Oliveros, fue aprobada por los legisladores del PAN, Othón Hernández Candanedo, Hugo Saavedra y Nora Jessica, por el diputado Juan Enriques de Fuerza por México y por los petistas Ramón Díaz Ávila, José Luis Tehuintle y las diputadas Tanía Cruz Mejía y Citlalli Medellín Careaga del Verde Ecologista.
Los demás hicieron el berrinche de su vida, pues ante esta modificación la senadora con licencia y secretaria de Energía, Rocío Nahle, puede subirse al barco y contender por la gubernatura del estado.
Pese a que es muy temprano para “la fiesta” y los destapes, muchos están apanicados y no han hecho más que descalificar a la señora Nahle y a la bancada morenista por “haber fabricado” una candidatura para la ingeniero Química, nacida en Zacatecas y egresada de la Universidad Autónoma de esa entidad.
Lo que no mencionan es que, por ejemplo, el ex gobernador Patricio Chirinos era oriundo de San Luis Potosí (siempre se supo, pero siempre se negó en los tiempos del priismo se valía eso y más) y tampoco mencionan que ex gobernadores impresentables (la lista es larga, pero solo menciono uno) como Javier Duarte, han resultado unos pillos de altos vuelos, pese a ser más veracruzanos que el danzón o los sones jarochos.
Rocío Nahle llegó a tierras veracruzanas desde la época de los noventas, y desde entonces es muy conocida en el sur de la entidad por su activismo en defensa del petróleo, tanto así que tras dejar el PRD (ahora también cuna y refugio de pillos) se sumó al movimiento que encabeza el presidente López Obrador y en su momento formó parte de su gabinete.
Los opositores a Nahle, insisto, lo que tienen es miedo.
Lo digo con certeza porque muchos de ellos, que ahora se espantan ante la posibilidad de que participe en la contienda en el 2024, andaban no hace mucho apoyando al alcalde xalapeño, Ricardo Ahued, quien es muy capaz, muy preparado, claro que sí, pero tampoco es nacido en Veracruz.
¿El tema es que Nahle es mujer?
Para nada, el tema es que, hasta ahora, nadie tiene la capacidad de la secretaria de Energía para sacar adelante el proyecto del presidente Andrés Manuel López Obrador en estas tierras, ricas en petróleo y riquezas naturales, pero plagada de patanes, delincuentes y ratas ( de dos patas) que solo ven en el poder el paraíso para perpetuar sus fechorías sin ver por el bien común.
Reitero: es pronto para los destapes y la fiesta aún no comienza, pero la mal llamada Ley Nahle es una muestra más de la democracia, de la apertura de las oportunidades para que cualquier ciudadano se apunte y acceda a puestos de elección popular, sin importar su lugar de origen.
Esto sí es un punto para celebrar y aunque muchos estén desolados, apanicados y enojados, la pluralidad ganó terreno en el país y eso es lo importante. ¿Qué no?