Así como hay relojes a prueba de agua, autos a prueba de balas y sistemas a prueba de tontos, también deberíamos tener líderes a prueba de futuro (future-proof). No es fácil prepararse para el futuro, mucho menos anticiparlo. Sin embargo, todos tenemos que desarrollar algunos métodos para minimizar los efectos de las conmociones y tensiones de eventos futuros.
Las cualidades que separan a los buenos líderes de los que realmente son extraordinarios, y sí están preparados para el futuro, no son evidentes. Vemos todos los días a líderes que comunican de manera efectiva, que confían en sus instintos, que aprovechan a sus equipos. Pero eso no es suficiente. Nuestros países necesitan líderes, de empresas y de gobiernos, que sean extraordinarios, que puedan navegar las turbulentas aguas de la ruta hacia el futuro.
Para interpretar las reglas no escritas del camino al futuro, y superar sus obstáculos ambiguos, los líderes tienen que detectar las barreras a tiempo y transformarlas en oportunidades de crecimiento. El líder que se prepara para el futuro tiene que cambiar su forma de pensar sobre los desafíos inmediatos. No debe ver los temas del día como molestias que se pueden evitar, sino como oportunidades de aprendizaje para lograr un mejor desempeño. Esto es lo único que les permitirá sobresalir y mantenerse relevantes.
Escribir sobre el futuro es una tarea arriesgada. Las predicciones casi siempre son inexactas. Pero, si nos fijamos bien, todos hacemos predicciones en nuestras propias vidas y tomamos decisiones sobre el futuro. En estos días de fin de año se publican por todas partes los pronósticos para 2023. Hay muy buenos análisis sobre los retos del futuro inmediato. Aprendo mucho de todos ellos. Sin embargo, creo que hoy tenemos que mirar más lejos. Los líderes deben imaginarse el mundo de 2050.
El destacado periodista económico Hamish McRae publicó, hace unos meses, “The World in 2050: How to Think About the Future”. McRae es una referencia mundial en el estudio de las tendencias, el futuro de la economía global y los efectos de las nuevas tecnologías en el desarrollo. Es el principal comentarista económico del periódico inglés The Independent. Además, es profesor visitante en la Universidad de Lancaster y miembro del consejo de la Royal Economic Society.
En “El mundo en 2050″, McRae analiza las formas en que cambiará el tamaño económico de los diferentes países y regiones. Hay algunos resultados más o menos inevitables, como que China supere a Estados Unidos para convertirse en la economía más grande del mundo.
Aunque hay muchos imponderables, McRae estima que, en el 2050, las 20 economías más grandes del mundo serán:
1. China
2. Estados Unidos
3. India
4. Japón
5. Alemania
6. Reino Unido
7. Francia
8. Brasil
9. Italia
10. Corea del Sur
11. México
12. Canadá
13. Rusia
14. Australia
15. Indonesia
16. España
17. Turquía
18. Países Bajos
19. Arabia Saudita
20. Argentina
En el libro, el autor examina cinco fuerzas principales que impulsarán el cambio: a) la demografía; b) el medio ambiente; c) el comercio y las finanzas; d) la tecnología; y e) las ideas sobre el gobierno y la gobernanza. Todas tienen implicaciones profundas para cualquier líder gubernamental o empresarial.
La demografía es la fuerza más fácil de predecir. Sabemos ya mucho sobre las tasas de fertilidad, por debajo de la tasa de reemplazo, en la mayor parte del mundo desarrollado y en China. También están cayendo en otros lugares, aunque lo hacen lentamente en gran parte de África y Medio Oriente. Podemos tener ahora una idea razonable sobre la longevidad. Las migraciones cambian el lugar donde la gente podría vivir, pero no cambian, en realidad, las cifras generales. Por lo tanto, según McRae, podemos estar seguros de que los perfiles de población de Europa, Japón y América del Norte no sólo envejecerán, sino que en gran parte de Europa, Japón y China, las poblaciones de los países disminuirán. En Estados Unidos, Canadá, India y, a gran escala, África, las cifras seguirán aumentando. Todo esto tiene implicaciones para los líderes de los gobiernos y las empresas: las presiones de los servicios de salud, los jubilados y pensiones. El nuevo papel de China e India en la economía mundial.
Hoy ya somos parte de quienes se preocupan por el medio ambiente. Somos conscientes de muchos de sus desafíos. El discurso sobre el cambio climático lo domina todo. Gobiernos y empresas están en la primera línea de la batalla. No queda claro todavía si las acciones que estamos ejecutando actualmente serán suficientes para frenarlo.
El comercio y las finanzas se transformarán en los próximos años con la reformulación de la globalización. Habrá que pensar de manera diferente para conservar sus beneficios y reducir sus costos. además de rediseñar el papel de las grandes instituciones de la posguerra que facilitaron la prosperidad a partir de 1945. Naciones Unidas, el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial y la Organización Mundial del Comercio deberán mantener abiertos los flujos comerciales y financieros.
La tecnología avanza aceleradamente. Los gigantes de la tecnología han transformado la manera en la que el mundo se comunica. Sabemos que habrá más avances que no podemos predecir ahora. Eso significará nuevos retos de regulación y de implementación. Los gobiernos y las empresas deben mantenerse al día. Los líderes deben saber usar todo lo que esté disponible para aumentar la eficiencia y la capacidad de respuesta corporativa y de los servicios públicos. El gobierno es esencialmente una industria de servicios. Debemos exigirle eficiencia. Para lograr una mayor productividad y mejoras en la calidad debe automatizar, usar “big data” e inteligencia artificial para brindar mejores resultados.
El mayor desafío de todos, para pensar el futuro, es el de la gobernabilidad. McRae es muy claro: “¿Cómo satisfacen los gobiernos democráticos las crecientes demandas que se les hacen? Incluso los que confiamos en la naturaleza robusta del sistema democrático debemos reconocer que enfrenta un período muy difícil. Su desempeño en los próximos 30 años dependerá de cuán bien satisfaga las esperanzas y temores de los ciudadanos con acciones efectivas. Tiene, por así decirlo, que levantar su juego”.
Después de pasar cuatro años investigando para su libro, Hamish McRae hace algunos pronósticos interesantes:
1. Un mundo de clase media: en 2050, dos tercios de la población mundial serán de clase media o rica. Nunca la mayoría de la humanidad había tenido acceso a una atención médica y una educación decentes, había podido viajar y comer alimentos de buena calidad y tener una gama razonable de oportunidades laborales.
2. Un Estados Unidos más tranquilo: esta predicción puede parecer discordante dadas las graves tensiones políticas, raciales y económicas en los EE. UU. Pero para 2050, EE. UU. estará más feliz consigo mismo y más seguro de su valor para el mundo.
3. El surgimiento de la anglosfera: en 2050 el país más poblado de las Américas será EE.UU.; en África será Nigeria; en Asia será la India; en Oceanía, Australia; y en Europa las islas de Gran Bretaña e Irlanda habrán superado a Alemania. En todos estos países, el inglés será el idioma más hablado o unificado.
4. Una China que sí coopera: si la demografía y la política interactúan de manera positiva, China puede alejarse del expansionismo agresivo de la década de 2030 y poner más énfasis en una vida más cómoda para sus ciudadanos mayores.
5. Una Unión Europea en evolución: la UE cambiará su objetivo de convertirse en una unión cada vez más cercana a una asociación más utilitaria, revirtiendo sus esfuerzos para obligar a los países a converger y, en su lugar, centrarse en administrar un club más flexible.
6. Un subcontinente integrado: India será tanto el país más poblado del mundo como su tercera mayor economía. Se moverá hacia el lugar que le corresponde como una de las grandes potencias del mundo.
7. El ascenso de África: aunque será un viaje para comerse las uñas, África tendrá un papel más importante en la economía mundial, con más éxito de lo que mucha gente espera.
8. La nueva globalización: parece inevitable, en los próximos 30 años, un nacionalismo en ascenso y cierta retirada de la globalización. Mucha gente lo vería como un desastre, una repetición del proteccionismo de la década de 1930. Pero no tiene por qué serlo. Lo más probable es que el comercio cambie. La globalización significará flujos transfronterizos de dinero y conocimientos en lugar de flujos de bienes y personas. Las materias primas seguirán siendo transportadas por todo el mundo, aunque el comercio de combustibles comenzará a declinar. El comercio de productos agrícolas continuará, pero el comercio de productos manufacturados disminuirá. El dinero estará en el diseño y en el marketing. Todavía habrá una gran competencia internacional por el talento, las habilidades, pero a menudo las personas no necesitarán mudarse; trabajarán de forma remota. El mundo descubrirá la mejor manera de explotar las posibilidades creadas por la revolución de las comunicaciones: qué necesita contacto humano y qué no. La consecuencia será una versión de la globalización menos agresiva.
9. Tecnología al rescate: la combinación de “big data” e inteligencia artificial ya estaba dando lugar a grandes mejoras en la eficiencia y la calidad de la forma en que las empresas prestan sus servicios. La pandemia lo aceleró todo. Puede ser que para 2050 las personas puedan volar a Marte, pero eso no tendrá ningún impacto en la mayoría de las vidas. Sin embargo, si piensa en lo que la gente idealmente querría de la tecnología, existe una demanda universal de una mejor atención médica y más barata. Eso crecerá a medida que la población envejezca. Es posible prever avances masivos en tecnología médica, diagnósticos y tratamientos que reducirán las facturas de salud y permitirán que las personas vivan vidas saludables por más tiempo.
10. Armonía con nuestro planeta: no tenemos otro lugar a donde ir. Tenemos que asegurarnos de que nuestro planeta siga siendo un hogar habitable y digno. Así que probablemente habrá algún momento en que el mundo de repente decida abordar seriamente el problema del cambio climático. Los gobiernos, las empresas y las instituciones académicas pueden lograr mucho juntos. Por el momento, la voluntad no está allí. Eso cambiará. Habrá una sacudida repentina, provocada por algún evento catastrófico o un líder carismático.
Construir un “liderazgo a prueba de futuro” exige entender estas tendencias, desarrollar habilidades especiales, construir una reputación, estar abierto al cambio y listo para asumir riesgos. Realmente no podemos predecir lo que pasará en 10, 20 o 30 años. Pero sí nos debemos preparar para el futuro, dejando la ideología a un lado y manteniendo tantas opciones abiertas como sea posible.
Twitter: @javier_trevino