El mismo día en que fue asesinado Luis Enrique Ramírez, querido y respetado periodista de Sinaloa, la senadora —y también periodista— Lilly Téllez felicitó al hijo del comediante Héctor Suárez por haber golpeado al comunicador Vicente Serrano.
¿Se entiende? Creo que sí: una periodista metida a política aplaude que se agreda a alguien de su gremio. ¡Y lo ha hecho exactamente cuando se supo que la delincuencia le quitó la vida a golpes a un honesto profesional del periodismo!
¿Perdió Lilly Téllez la razón? Si el fanatismo significa vesania, tristemente en tal situación está la admirada excolaboradora de TV Azteca y de SDPNoticias.
A la señora Téllez, a quien aprecio de verdad, le perjudicó seriamente la candidatura a senadora que le regaló AMLO sin ella contar con méritos políticos de ningún tipo. Y es que en su campaña, furiosa, denunció a un grupo de periodistas que sólo hacían lo que ella ha hecho durante más de dos décadas: cuestionar a una candidata, sí, a la propia Lilly.
Ya senadora, Lilly Téllez empeoró. No solo por haber traicionado a López Obrador y a Morena, sino también —y sobre todo— porque ahora hasta se alegra de que alguien haya golpeado a un periodista que critica a figuras públicas con un estilo grosero, es verdad, pero perfectamente aceptable en un oficio, el de debatir y opinar en medios, que a todos nos lleva a excesos.
No se da cuenta Lilly Téllez de que sus palabras de felicidad porque un mal cómico golpeó a un mal periodista justifican la violencia contra el periodismo en México, que se ha traducido, desde hace años, en asesinatos de demasiados profesionales de la comunicación.
Debería Lilly disculparse con Vicente Serrano, quien podrá ser un pésimo periodista —sin duda su trabajo es lamentable—, pero que tiene derecho a expresarse en los términos en que desee hacerlo. No debemos olvidar que siempre será preferible el exceso en el ejercicio de la libertad de expresión que limitar este derecho fundamental.
Lilly Téllez también deberá disculparse con todas las personas que en nuestro país practican el periodismo.
El terrible comediante hijo de Héctor Suárez, lo mismo que el youtubero Serrano, es un especialista en calumniar e insultar en redes sociales. Pero nadie debe hacerle lo que Suárez le hizo al otro: golpearlo.
En un diferente orden de ideas —o más bien, de falta de ideas—, debe exhibirse la mezquindad del fascismo mexicano que se ha lanzado con todo contra Claudia Shienbaum, jefa de gobierno de la Ciudad de México.
Los sicarios periodísticos e intelectuales de Claudio X. González están aprovechando el aniversario de la tragedia de la Línea 12 del metro capitalino para orquestar una absolutamente injusta campaña de desprestigio contra la jefa de gobierno.
¿Qué pretenden Claudio X. y sus golpeadores? Impedir que llegue a la presidencia de México una demócrata de verdad, izquierdista genuina, idealista toda su vida.
Leí por ahí que en redes sociales la ‘X’ significa retroceso. Es lo que representa Claudio X., jefe real de priistas, panistas y perredistas: la posibilidad de que México vuelva al pasado corrupto. Si Claudio X. y quienes lo apoyan en los partidos y en los medios detestan a Sheinbaum, ¿quién quisieran que llegara a la presidencia? En la oposición les da igual cualquier nombre —Ricardo Anaya, Enrique de la Madrid, Santiago Creel, hasta Lilly Téllez—. En Morena les encantaría que fuera Marcelo E.
Si la ‘X’ en redes sociales significa retroceso, ¿qué significado tiene la ‘E’? Es matemáticas es un numero irracional, lo que traducido a la política equivale a la irracionalidad de que la izquierda pudiera apoyar a alguien decididamente no comprometido con tal ideología. Alguien como Ebrard, en efecto, cuya ideología, si alguna tiene, es la del viejo PRI en el que se formó: aquella de que “tengo estos principios, pero si a alguien que pueda afectarme no le gustan, entonces tengo estos otros”.