En una democracia participativa son fundamentales los contrapesos institucionales, la rendición de cuentas, la transparencia en el ejercicio público, pero especialmente el cumplimiento estricto de la constitución y de las normas que permiten la convivencia entre los diferentes que valoran la pluralidad. En la democracia, la libertad de expresión, el debate de ideas y la disertación son fundamentales e indispensables. ¿Está claro que no es blanco y negro?
Por eso debe destacarse la conformación de la coalición opositora que aglutina diferentes formas de pensar y de observar el país. Sin embargo, en su interior, todavía hay voces, que suponen, que para enfrentar al gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador, se necesita pensamiento único y disciplina ciega, ante decisiones que se toman “en el nombre de México”, cuando en Palacio Nacional, se critica al tabasqueño que decide en el “nombre del pueblo”. En ambos casos, es peligroso y reprobable que las élites se asuman representantes de la pureza de sus “movimientos”.
Cuestionar no es atacar, es abonar
Recientemente, Lilly Téllez hizo pública su decisión de no participar en la contienda electoral, del ahora llamado Frente Nacional por México. En su mensaje, la legisladora sonorense hizo una puntual exposición sobre los motivos de su dimisión: “A dos meses de definir al ganador, no hay árbitro, lineamientos técnicos, ni procedimientos delimitados”, puntualizó.
En un mensaje vía redes sociales planteó ante la opinión pública, 50 preguntas sobre el método propuesto. Cualquier aspirante a un cargo tan importante, que se precie de ser responsable, lo menos que puede hacer es conocer a detalle las reglas de la competencia electoral. Los cuestionamientos no tienen desperdicio, sin embargo, las descalificaciones no se hicieron esperar.
¿Somos lo que criticamos?
Desde luego, existen diversas interpretaciones en torno a la decisión de Lilly, algunas salidas de Palacio Nacional y que tratan de distorsionar las razones que la llevaron a retirarse de la contienda.
Pero me parece inconcebible, que luego de diversas y multitudinarias manifestaciones públicas para defender las instituciones democráticas, rechazar las visiones uniformes y exigir el respeto a quienes se atreven a disentir del autoritario gobierno de la cuarta, se critique, juzgue y asuma que dentro de la oposición debe repetirse el modelo que tanto daño ha causado en nuestro país.
Lilly Téllez, ejerció su derecho a conocer a detalle las reglas del juego, que dicho sea de paso, debería servir para fortalecer la coalición, generar confianza entre los mexicanos que exigen un mejor gobierno y marcar la diferencia con quien hoy se niega a representarnos a todos.
En momentos como este, valdría la pena preguntarnos si es congruente lo que exigimos a otros y la forma en la que actuamos; o si solo nos interesa invertir los papeles de víctimas a victimarios.
Otros actores que tomaron decisiones similares también expusieron sus motivos. El mensaje de la también senadora Claudia Ruiz Massieu, deja ver que hay elementos en el anuncio del Frente, que deben analizarse seriamente por el bien de la patria, de la legalidad y el Estado de derecho.
Las justificaciones de quienes han descalificado a quienes se atrevieron a desnudar las debilidades o áreas de oportunidad del método propuesto, rayan incluso en lo absurdo: “no tenían oportunidad”, “no quisieron competir”, “nadie los apoya” y un largo etcétera que llega incluso a señalar estas decisiones como producto de ser “infiltradas del gobierno en la oposición” o “reventadores de la coalición”
Trayectorias no bravuconería
El actuar de las legisladoras y su integridad no está a discusión. Sus participaciones, votaciones y posicionamientos públicos están a la vista de todos, son transparentes y públicas.
Me llama poderosamente la atención, que se culpe a quienes han aportado su esfuerzo, valentía y trabajo a evidenciar los abusos de este gobierno y no se exija con la misma fiereza resultados a los responsables de llevar a cabo el proceso, especialmente a los dirigentes partidistas y los negociadores de la llamada sociedad civil, de donde surge el mensaje incompleto e impreciso. En la oposición se tiene la obligación de hacer la diferencia.
Y para entenderlo, basta ver lo que pasa en el oficialismo. AMLO decidió el método, el cómo, el cuándo y sobre todo quiénes deberían participar; decidió que la contienda sería entre sus tres más allegados funcionarios, Claudia Sheinbaum, Marcelo Ebrard y Adán Augusto López Hernández, y por simulación incluyó tres patiños más, Manuel Velasco, Ricardo Monreal y Gerardo Fernández Noroña, pero nadie tiene la libertad opinar sobre el método y ni mucho menos proponer nada distinto a lo que su jefe les ha ordenado.
Las campañas de Morena se reducen a quién es el mas Andrés que Andrés.
AMLO no puede entender lo que hacen otros, da por hecho que todos actuarían igual que él, por eso dijo que el gobernador Mauricio Vila de Yucatán mejor luchara por ser candidato al Senado en lugar de buscar la presidencia y ahora con Lilly Téllez, aseguró que “se dieron cuenta de que ya hay consigna”.
Según López Obrador quien supuestamente “opera los intereses” de “los potentados”, es el magnate Claudio X. González y será el “gran elector” que designe al candidato.
Nadie deja de reconocer el esfuerzo por la construcción de una propuesta que sea distinta a la de Morena y sus aliados, tampoco se niegan los avances en los acuerdos. Todos quienes vemos el desastre de este gobierno y lo hemos denunciado, también hemos manifestado nuestra disposición a sumarnos en el cambio para el 2024, porque sabemos el reto que significa, pero nuestro derecho a disentir y señalar lo que vemos puede mejorarse, debe respetarse.
Lilly Téllez no se equivocó, no traicionó y no torpedeó la alianza, al contrario, le dio relevancia, sentido democrático y de responsabilidad.
Nadie se equivoque, ella no claudicará contra el régimen o dejara de buscar reconstruir nuestras instituciones, Estado de derecho y contrapesos.
Twitter: @diaz_manuel