Ayer SDPnoticias publicó una nota sobre Lilly Téllez y su compañera en el Senado Malú Micher. La información se basaba en un tuit de Verónica Camino Farjat, senadora como las otras dos.
Camino Farjat fotografió a Lilly en el preciso instante en que la experiodista tomaba una fotografía a Malú. Para Verónica Camino la senadora Téllez acosaba a su colega Micher. Si esto fuera cierto, entonces Verónica también acosaba a Lilly. Es decir si la prueba del acoso es una foto, pues tanto Camino como Téllez lo hicieron.
Honestamente hablando yo no veo tal acoso. Creo que se vale entre figuras públicas debatir utilizando todos los recursos lícitos que tengan a la mano. Fotografiarse entre ellas en el Senado me parece perfectamente válido.
Soy de la opinión de que una muestra de la madurez democrática de México es la polémica subida de tono en las cámaras legislativas, en los poderes Ejecutivo y Judicial, en los medios y en las redes sociales. Hasta el insulto es permitido si se realiza con la intención de exhibir las debilidades de la otra parte. La ciudadanía se enriquece cuando las personas dedicadas a la política se ridiculizan entre sí. También es enriquecedor el espectáculo de burlarse de la gente con poder en columnas políticas, noticieros de Radio y TV y posteo en TikTok, Facebook, Twitter, etc.
Desde luego, igualmente es muy enriquecedor para la sociedad que el presidente AMLO se pitorree de sus rivales políticos y de los periodistas que lo cuestionan durante Las mañaneras.
Nadie con un mínimo de poder, económico, político, religioso o mediático debe quedar a salvo de la ridiculización. Es la mejor manera de desnudar a quienes mandan en México para poder evaluarlos correctamente.
Quien no desee ser ridiculizado que se retire de la política, se aleje de las redes sociales y los medios o aprenda a disfrutar su patrimonio en la mayor discreción.
Si algo positivo ha habido esta semana ha sido la oleada de críticas a nivel global contra el Dalái Lama, un viejo pervertido que era considerado un santo. Habrá que recetarle una dosis similar al papa Francisco, quien frecuentemente mete la pata: cuando habla de mujeres y homosexuales a cada rato “la riega”.
Nadie es infalible, nadie es perfecto. Quienes viven allá arriba son peores que el resto de la gente. A cuestionarles, pues.