Hay heridas que sufre una nación que nunca se olvidan. Podrían pasar muchos años después de eventos dolorosos vividos y no los olvidaremos.
Se dice que el mexicano tiene mala memoria y a veces creo que así es: solapamos los errores de muchos políticos y siguen en el poder frescos e impunes, o hasta de artistas (me viene a la mente el caso de trata de mujeres con Gloria Trevi) y siguen llenando estadios y auditorios.
Pero hay algo en particular que difícilmente ningún mexicano puede olvidar y es la tragedia de la caída de la Línea 12 del Metro de la Ciudad de México.
Sobre todo, a los que tenemos sangre capitalina, nos duele ese recuerdo, pero en general a todos los mexicanos.
Son de esos eventos en que recuerdas perfectamente dónde estabas y qué estabas haciendo cuando te enteraste.
Yo vivía en Querétaro, pero me enteré por Twitter. La CDMX no ha dejado de ser mía y no he dejado de sentirla parte de mí a pesar de estar lejos. Fue la ciudad donde nací, donde crecí y que por cuestiones familiares tuve que dejarla.
Recuerdo haber visto la imagen del Metro partido en dos y me dolió hasta el alma.
La verdad, Dios, los astros o el Universo fueron hasta cierto punto compasivos porque pudieron haber habido muchísimos más muertos. Imaginar un vagón vacío en el metro de la CDMX es imaginar lo inimaginable.
Pero ese día, por la hora ya no estaba tan lleno, afortunadamente. Sin embargo, hubieron 27 muertos y cientos de heridos.
Hoy hace un año, estábamos todavía en medio de la pandemia y la fragilidad en las emociones a flor de piel (todavía no sana del todo tampoco esa parte) así que ver literalmente roto el Metro nos rompió también a todos.
Imaginar que esas 26 personas ya no llegaron a dormir a casa por una negligencia, porque, perdón, pero eso que pasó no fue un “lamentable accidente”, como lo señaló la jefa de Gobierno, sino una negligencia; da mucha indignación.
Han habido estudios y más estudios que refuerzan la teoría que simplemente no se le dio mantenimiento a esa Línea, como a muchas otras cosas más en CDMX, y que estuvo mal hecha.
Y como todo en este país, han querido arreglar-silenciar las cosas dándole dinero a la familia de los deudos.
Algunos familiares han aceptado el monto reparatorio, pero otros más lo han rechazado, porque además dentro de las cláusulas viene una de “confidencialidad”. ¿Pues qué se esconde o qué se oculta? Ernestina Godoy dice que es justo darle dinero a las familias supliendo el ingreso que los acaecidos llevaban a sus casas. ¿Y piensan que con eso ya quedó?
No hay dinero que repare la pérdida de un ser querido, pero tampoco está habiendo castigo para nadie y eso es lo que debería de haber pasado, que el culpable o los culpables estuvieran en prisión .
Mucho tiempo Claudia Sheinbaum protegió con su vida y alma a la directora del Metro, Florencia Serranía, defendiéndola para que no renunciara, para que nadie hablara de ella. Casi casi también doña Florencia dijo que ella no tenía nada que ver, que sí era la directora del Metro pero que su culpa no era y también se mantuvo aferrada al puesto/hueso.
Sin embargo, la presión social fue mucha y “renunció” pero a la vez se esfumó.
Desde esa vez no se le ha vuelto a ver, nadie sabe de ella. Su forma de escaparse de la situación fue tan obscenamente cínica que aún cuando las autoridades pudieran deslindarla de responsabilidad alguna, la hacen responsable sin duda.
Hay heridas que no cerrarán en la memoria de los mexicanos. Sobre todo las heridas y tragedias que son causadas por el desdén, por la negligencia, por el olvido de nuestros gobernadores y servidores públicos.
Pensar que esas 27 personas pudieran seguir vivas, disfrutando de la vida y de sus seres amados y que hoy no estén por una “falla técnica, o por unos pernos mal colocados” me llena de tristeza y de impotencia.
Todos los posibles responsables ponen cara de -yo no fui responsable, fue él- y andan felices sonrientes por el mundo saboteándose la silla presidencial.
Pero los mexicanos no somos indolentes y mucho menos olvidadizos. Línea 12 del Metro, 3 de Mayo, no se olvida . Y nunca se olvidará.