Todos los preparativos están listos para la toma de protesta de la presidenta de México, Claudia Sheinbaum. Es, ni más ni menos, uno de esos días memorables en la vida contemporánea del territorio nacional. Para ello, solo los protagonistas de esta transición pueden describir la mezcla de emociones que perciben en dos componentes que se suman para citar un clima inédito. Hablamos del comienzo de una nueva administración y, con ello, el final del sexenio de Andrés Manuel López Obrador. Él, de hecho, se apoderó de los reflectores de la prensa nacional e internacional. Fue, por así decirlo, un fenómeno social que, de paso, acarreó un inmenso apoyo del pueblo o, mejor dicho, un amor incondicional que supo ganarse a pulso.

Cada que las instituciones encargadas de evaluar el desempeño del presidente López Obrador miden su quehacer, los indicadores mostraron altos niveles de aprobación. En algunas perspectivas, por ejemplo, AMLO cerró cerca del 80% de respaldo ciudadano. Ósea que, ese mismo interés del inicio, fue el común denominador del cierre. Francamente, un hecho impresionante que, por lo que significó, pasarán muchas décadas para poder atestiguar un fenómeno de esa naturaleza. De hecho, sabemos que Andrés Manuel es muy modesto; no le gusta cualquier tipo de comparación con otros personajes de la historia. Aunque, déjenme decirles, AMLO perfectamente puede medirse a semblanzas de la talla de Benito Juárez o el propio Lázaro Cárdenas del Río. Es verdad, son tiempos distintos a los de antes, sin embargo, todos aquellos hombres que citamos, al igual que el mandatario, se sobrepusieron a toda adversidad.

El mayor mérito del presidente López Obrador, durante la lucha democrática del país, fue haber resistido la andanada de los grupos conservadores. A falta de algún argumento, Andrés Manuel salió avante con el apoyo irrestricto del pueblo de México. He ahí la gran diferencia. Eso explica en buena medida el cariño que la ciudadanía muestra. En todo caso, triunfó el ímpetu y las ganas de salir adelante. Desde mi punto de vista, AMLO es, evidentemente, el mejor presidente que ha tenido México. No podemos ignorar todos los obstáculos que tuvo que vencer —a veces— muy duros, como el caso de los fraudes electorales que padeció en carne propia. Y sin temerle a nada, López Obrador encaró las más punitivas estrategias de manipulación de la derecha, eso sí, jamás pudieron doblegarlo.

Al lado del presidente, desde luego, caminaron muchos precursores del movimiento que fueron cruciales para darle vida orgánica al lopezobradorismo. De hecho, los principales referentes de este ejercicio que se avecina, evidentemente, fueron leales a la causa, con esa pasión y entrega sincera de un luchador social. Hablamos de actores como Ricardo Monreal, David Monreal, Claudia Sheinbaum, Marcelo Ebrard, Gerardo Fernández Noroña y Adán Augusto López Hernández. Por supuesto, la lista es inmensa para poder enumerar a todos los que también se esforzaron para caminar de la mano de AMLO. Todos ellos, por cierto, hoy tienen encomiendas trascendentales en distintas posiciones, eso sí, bajo la misma consigna: construir el proceso de transformación de la vida pública de México.

No hay que olvidar, al igual, la lucha del pueblo de México. Ellos, a su vez, resistieron el clima de hostilidad que pusieron en marcha los grupos conservadores. Sin embargo, los caminos para encontrar las condiciones, quedó claro, fue la capacidad de organización y la valentía de salir a depositar el voto. Recuerdo que, hace seis años, el país rompió el paradigma y el viejo molde político. Depositó la confianza en un movimiento y, con ello, comprobó que los cambios son posibles cuando hay responsabilidad. Y el lopezobradorismo construyó, desde el poder de base, la participación activa que, al final de cuentas, significó la fuerza para conquistar el poder institucional.

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Desde esa perspectiva franca y honesta, hoy hablamos del mejor presidente que ha tenido México. Si, seguramente, el presidente estará al borde de las lágrimas; es muy difícil retirarse, especialmente cuando has vivido años y años en la lucha democrática de México. Escucho lo mismo en todas aquellas personas que, con conciencia y convicciones, han depositado la confianza. Ha llegado el día, pero Andrés Manuel se retira tranquilo, con la satisfacción de haber cumplido las promesas de servir a los sectores más vulnerables del país.

Tenemos, por así decirlo, la satisfacción de poder vivir estos acontecimientos políticos de México. El país, evidentemente, queda en muy buenas manos con el mandato que el pueblo Mexicano le ha dado a Claudia Sheinbaum. Ella, a partir de hoy, será la primera mujer, después de 200 años, que conducirá los destinos de la nación. Para ello, indudablemente, tiene la capacidad, las ganas y el amor profundo que heredó de Andrés Manuel para gobernar.

Llegó el día. A López Obrador, por muchas cosas, solo podemos decirle gracias por el legado que inspiró a muchos a seguir luchando por las causas justas.