No cabe duda, al ejecutar opciones baratas, de baja calidad, sin proyección ni planeación, se confirma el dicho de que “lo barato sale caro” y, nada mejor para ejemplificarlo que las obras faraónicas de la 4T: el Tren Maya, la refinería de Dos Bocas, el Aeropuerto de Santa Lucia o el Banco del Bienestar.
Todas, producto de la ocurrencia o la obsesión de una persona, han resultado caras y poco eficientes para el desarrollo de la nación.
Dos Bocas
La política petrolera y, particularmente la de refinación,propuesta por la 4T, hubiera tenido más sentido en la década de los cincuenta, pero en estos momentos, cuando las energías verdes reemplazan al petróleo, como en su momento el petróleo sustituyó al carbón, no tiene caso.
AMLO sigue en el pasado, la construcción de una refinería como la de Dos Bocas, resulta onerosa, carece de sentido económico y comercial y ya empieza a ser un lastre para las finanzas del país.
Al iniciar los trabajos de Dos Bocas, no se contaba con permisos ambientales y sí con una planeación financiera al “chilazo”, donde se consideraba que costaría 8 MMD y que se realizaría en un esquema de “ejecución acelerada”, para cumplir la promesa del tiempo.
Desde un principio fue rechazada y calificada como improcedente e inviable por expertos petroleros, financieros y medioambientalistas. Entre ellos, el entonces subsecretario de Hacienda, Arturo Herrera, quien advirtió que debería ser cancelada y su recomendación en 2019, fue ponerla en pausa.
Especialistas petroleros, advirtieron que el tipo de petróleo disponible en el país, las condiciones del terreno, de la región y la lejanía de las zonas donde se consumirían los refinados, hacían inviable su construcción. El 63% del petróleo mexicano es pesado y tiene mucho azufre y lo único que produce es cocoque y combustóleo, por lo que su único cliente será CFE, la cual utilizará el combustóleo para la generación eléctrica. Lo demás seguirá siendo importado.
Así, a tan sólo 6 meses de que concluya el plazo para su inauguración, el costo de Dos Bocas ya supera los 12 MMD y será una gran almacenadora de productos derivados de petróleo que se seguirán importando.
Santa Lucía
Obcecado y sin importar los costos, AMLO logró la cancelación del proyecto del NAIM para construir su “central avionera” en Santa Lucia.
La necesidad de un nuevo Aeropuerto surgió a partir de la saturación del AICM, uno de los 20 aeropuertos con mayor número de operaciones anuales en el mundo, por ello en el año 2000 surgió la propuesta, es decir, no fue de AMLO, quien, por el contrario, organizó a los macheteros de Atenco para detener el primer intento de un nuevo aeropuerto.
Inviable e inoperante, pero AMLO le puso su sello. Para él, el NAIM representaba una “obra faraónica”, plagada de corrupción y con un costo desproporcional. Su solución fue encargar el nuevo proyecto a su amigo y patrocinador, José María Riobóo, el del segundo piso, es decir, sin experiencia para la construcción de un aeropuerto.
Ahora, comparando la capacidad que tendría el NAIM con la de Santa Lucía, resulta que salió mucho más cara la obsesión de AMLO.
Texcoco iba a tener 120 posiciones, Santa Lucía tendrá 14; Texcoco iba a costar 150 MMP, Santa Lucía lleva 80 mil, más los 100 mil que, según el Presidente, costó cancelar Texcoco (aunque la Auditoría Superior de la Federación señaló que fueron 331 MMP). Se proyecta además que en 10 o 15 años Santa Lucía podrá tener otras 14 posiciones y en 2042, 6 más. En conclusión: el Aeropuerto de la Ciudad de México hoy tiene el doble de lo que Santa Lucía jamás tendrá.
Si dividimos el costo del NAIM, entre las 120 posiciones que tendría, cada una costaría alrededor de 1,920 millones de pesos. Si hacemos esa misma operación para Santa Lucía y sus 14 posiciones, tenemos que cada posición costará 6,068 millones, Es decir, tres veces más caras. Pero empeora, si la operación la hacemos sumando el costo de la cancelación del NAIM, en su versión más barata, de 113 MMP, resulta que el capricho costará 14,139 millones por posición, siete veces más caras que las 120 que tendría el NAIM.
Además, a dos meses de su inauguración, sólo dos líneas aéreas locales y ninguna internacional han confirmado que utilizarán este aeropuerto. Esto representa un costo mayor, es decir, no generará ningún beneficio económico, no habrá derrama ni atraerá a inversionistas. Un costo que aún no se puede cuantificar.
Tren Maya
El Tren Maya, otro monumento al fracaso, dispendio e ineficiencia. Su construcción sobrepasó al presupuesto originalmente planteado a pesar de las modificaciones realizadas a su ruta para reducir costos y tiempo. Oficialmente el exdirector de Fonatur, Rogelio Jiménez Pons, expuso ante el Senado que su costo pasó de 60 MMP programados oficialmente, a 140 MMP.
A lo anterior hay que sumar los daños medioambientales por afectaciones a la selva, manglares y especies que habitan estas zonas. Se ha cuestionado también el hecho de que no tendrá un impacto en el turismo y será poco utilizado, tanto por turistas, para lo que esta diseñado, como para pobladores. Otro fracaso.
Decretazo
Lo peor, ante el fracaso de sus obras, no terminarlas en tiempo y forma y ocultar lo que ya esta a la vista, decidió emitir el famoso “decretazo”, donde, primero, establece puede usar la fuerza para violentar las normas, sobre todo medio ambientales y, en segundo lugar, ocultar las cifras que están costando sus obras “baratas”.