En nuestro gran acervo de cultura popular encontramos un sinfín de “dichos” que resumen una idea o concepto en pocas palabras. Es común escuchar y decir que “lo barato sale caro”, o que “sale más caro el caldo que las albóndigas”, y ambos dejan muy en claro a qué nos referimos.
Es obligación de todo gobierno velar por la correcta y eficaz administración del erario público, y el nuestro, autodenominado 4T, suele confundir que para lograrlo, se debe echar mano a los “los recortes al presupuesto”, para con esto evitar que -así lo dice casi todos los días el Presidente de la Nación- que haya “un gobierno rico con pueblo pobre”; y sí, nadie puede criticar su intención de erradicar el dispendio dentro de la administración pública al que nos tenían acostumbrados gobiernos anteriores.
Sin embargo, cuando este precepto se aplica a rajatabla, las consecuencias pueden ser poco más que desastrosas. Cuando se nos degradó la primera vez a Categoría 2, entre otras cosas por falta de supervisores, el gobierno de entonces prometió que se le daría más dinero a la entonces Dirección General de Aviación Civil (DGAC) para que contratara personal, pero todo quedó en el tintero y en buenas intenciones.
Cuando a la 4T le toca ocuparse del tema de modificar la ley para que la Dirección General de Aviación Civil se convierta en la Agencia Federal de Aviación Civil (AFAC), en lo único que se enfocó fue en “recortar el presupuesto”.
Veamos en cifras esta historia: en el año de 2017 cuando todavía era la DGAC, el gobierno de Enrique Peña Nieto, a través de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público erogó en dicha dependencia 611 millones 489 mil 285 pesos.
Ya con la actual administración, poco antes de que la autoridad de Aviación Civil pasara de ser una Dirección para ser Agencia, se le recortó el presupuesto en poco más de 35%; en frío, para 2018 recibió de presupuesto -todavía como DGAC- de 394 millones 972 mil 761 pesos.
Para el 2019 aunque de un principio se le habían asignado poco más de 500 millones de pesos, terminó recibiendo en realidad 414 millones cerrando cifras. No dejemos de lado que fue este año en que la DGAC pasó a convertirse en la AFAC.
Ahora con la degradación a Categoría 2, la Cámara Nacional de Aerotransportes (CANAERO) y la Consejo Nacional Empresarial Turístico (CNET) instaron al actual Gobierno a otorgar más recursos a la AFAC, para poder salir lo más rápido de la degradación.
Varios de mis contactos que trabajan en el aérea administrativa de la AFAC, me comparten las historias de terror sobre el desorden que prima en dicha dependencia, algunas de dimensiones colosales, por ejemplo, que en plena pandemia sufrieron un hackeo y tuvieron que trabajar con sus computadoras personales (los que tenían, y los que no, pues “mala tarde”). El gobierno asume que “la austeridad republicana” implica que tu debes contar con las herramientas necesarias para trabajar, en lugar de ser el propio gobierno quien las proporcione.
Así como lo leen, por eso hablaba al principio de que “lo barato sale caro”. Me queda claro que se buscan ahorros en todos los rubros posibles, en aras de tener dinero para programas sociales; pero por un lado se le da “a los que menos tienen”, pero por el otro se sacrifica a los propios trabajadores del Estado. Un Estado que además tiene la obligación de velar por las condiciones laborales, a través de su Secretaría del Trabajo y Previsión Social, ¿increíble, no lo creen?
Y es que no estamos hablando del presupuesto se va al pago de “altos funcionarios”, sino del necesario para dotar a los trabajadores de las herramientas mínimas para trabajar dentro de las oficinas de la AFAC.
El Secretario de Infraestructura Comunicaciones y Transportes Jorge Nuño Lara asegura “que ahora sí, verdad de Dios”, recuperamos “para abril o para mayo” la Categoría 1. Pero el día de antier en entrevista con el periódico El Economista, Peter Cerdá Vicepresidente de la Asociación Internacional de Transporte Aéreo (IATA), dijo todo lo contrario. Ahora ¿a quién le creemos?
Todo esto mientras en la AFAC, dependencia encargada de otorgar las licencias al personal aeronáutico, se están tardando más de 30 días en imprimir un plástico. Si los pudiera transportar a la oficina de “Dirección de Certificación de Licencias DGAC” que se encuentra sobre la avenida Hangares, dentro de los terrenos del Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México, se sorprenderían.
Conocerían una construcción de dos niveles, que a ojo de buen cubero no ha de rebasar los 300 metros cuadrados de construcción. Dentro, el espacio destinado para realizar el trámite de licencia no supera los 20 metros cuadrados, y por lo menos desde 1998, año en que entré a volar, era un suplicio ir a esa oficina, porque atienden a partir de las 9:00 de la mañana y cierran a las 02:00 de la tarde, descartando el sacrosanto tiempo que el personal ocupa para tomar su “lunch”.
¿Cómo le hacen? Es relativamente sencillo: te dicen que se les cayó el sistema, y ya no hay manera de avanzar. Y es que hay solo una maldita máquina para imprimir las licencias, ¿no me cree? Déjenme platicarles, aprovechando que soy parte de la prehistoria aeronáutica y conozco el camino.
Mi primer licencia de sobrecargo era hecha en máquina de escribir, sobre un formato hecho de cartulina al que después se le sobreponía una mica térmica; eso en los estertores del gobierno de Ernesto Zedillo, y aun así ya existía el inalienable ritual del “lunch” a media mañana; poco les importaba tenerte esperando bajo los rayos del sol, porque ya les platiqué que la oficina es minúscula, y evidentemente no cabíamos todos, esa era la regla.
Después con la llegada de Vicente Fox, y de la comitiva panista, llegó también el avance tecnológico, y aparecieron las computadoras y las impresoras. Durante un par de años la expedición de licencias fue una maravilla, hasta que encontraron la manera de darle la vuelta, utilizando el argumento de “se echó el sistema” o “se sobrecalentó la maquina”, sí, la que imprime en un plástico tu licencia de vuelo.
Hace 12 años que dejé de volar como sobrecargo, y en dicha dependencia gubernamental sigue habiendo una sola maldita máquina, pero ahora ya no “se echa” por unas horas, no, ahora son días, casi un mes.
Aunque no lo parezca, en efecto dominó este retraso cien por ciento administrativo trae como consecuencia cancelaciones y demoras en los vuelos; sí, porque si las aerolíneas tenían contemplados a ciertos tripulantes para operación, pero la oficina de licencias no les “suelta” la licencia, simple y sencillamente los tripulantes no pueden volar a ningún lado, pues para que un tripulante opere una aeronave requiere forzosamente contar con la licencia, ya sea de piloto, sobrecargo, oficial de operaciones y así todo el personal que requiere de una para trabajar.
En los hechos, la afectación no solo es para los trabajadores, sino también para los pasajeros. Todo derivado de que ese edificio, donde se expiden las licencias, está más que rebasado: sin personal suficiente, y los pocos que hay están mal pagados y sin herramientas para llevar a cabo su trabajo.
Es hora de que el actual Gobierno se percate que no se trata de ahorrar por ahorrar, sino de definir dónde sí es conveniente hacerlo y dónde no. Hablo con base en los hechos, no con supuestos teóricos.
No es casualidad que muchos señalen que una de las grandes causas por la que ha sido muy difícil regresar a la Categoría 1, es por la falta de presupuesto. El gobierno se encuentra reticente a otorgarlo, porque no lo considera necesario.
Para Peter Cerdá la prioridad en la que nuestro país debería de estar enfocando todas las baterías, es en la recuperación de la Categoría 1, y no al tema del cabotaje; y en dicha entrevista opinó que para poder hacerlo se requiere de recursos económicos.
No es extraño que una gran mayoría de los involucrados directamente en la industria aeronáutica compartan la misma opinión. Independientemente de su posición política, de sus filias y hasta sus fobias opinan de la misma manera.
La incertidumbre que existe sobre el regreso a la Categoría 1 permea cada vez más. Así es que, estimado Gobierno Federal, hay muchos rubros dentro de la aviación que requieren de presupuesto, no se los escatimes, por favor, ya viste que nos sale mucho más caro “el caldo, que las albóndigas”.