A estas alturas de la contienda nadie puede garantizar que Claudia Sheinbaum arrasará en las elecciones presidenciales, ni que Morena y sus aliados tendrán mayoría en el Congreso de la Unión, o que ganarán, en las nueve gubernaturas que se disputarán el próximo 2 de junio.
No, el escenario es muy distinto al de 2018 cuando la retórica y las promesas de AMLO pegaron “con tubo”. Atacó en su punto más débil a los partidos políticos y se presentó como una alternativa donde cabrían desplazados que la democracia desechaba. AMLO supo generar la esperanza de que habría un cambio, al que llamó transformación, y la ciudadanía creyó en él y con su voto aprobó su propuesta.
Imposible que se repita lo que pasó hace seis años
Por más que se esfuerce, Claudia Sheinbaum no es AMLO, aunque se mimetice y hasta quiera hablar como tabasqueña, no posee el carisma del líder, no tiene voz ni propuestas propias y su fuerza política depende al 100% de AMLO. Si nos remontamos a su pasado político, tampoco es el mejor, su gestión como jefa de gobierno en la CDMX ha sido la peor desde que el Ing. Cuauhtémoc Cárdenas ganó la ciudad que se convirtió en su principal bastión, hasta 2021, cuando Claudia perdió más de la mitad de las alcaldías y el congreso local. Además, al solicitar licencia, dejó la administración con déficit en lo económico, en infraestructura con el Metro cayéndose literalmente a pedazos y con un saldo negativo en corrupción.
Al acercarse el final de su sexenio a AMLO ya se le desgastó el discurso. La realidad contradice su retórica. Su “transformación” fue destruir todo lo que se había hecho, basta escuchar la retórica con que justifica sus ocurrencias, con la que se remonta, lo mismo al tiempo de la Colonia que a la presidencia de Peña Nieto. Para él todo estaba mal y todos eran nefastos, a excepción de Benito Juárez, a quien le creó una historia adaptada a su interés.
Cunde el descontento
La de 2024 es la elección más grande de la historia por el número de posiciones políticas que se disputarán y el contexto es totalmente distinto al del 2018. Existe un descontento en lo local, donde la población sufre los estragos por la inseguridad, la falta de servicios, las deficiencias del sistema de salud, y donde la corrupción y la impunidad permean todos los niveles de la administración generando gran molestia hacia los gobiernos locales y estatales, particularmente los de Morena.
Liébano Sáenz, escribió en Milenio: “La evaluación de desempeño de los gobiernos locales y municipales favorece a la oposición. Esto también plantea una ventaja estructural, especialmente en los casos en los que los alcaldes buscarían su reelección. Por otra parte, los gobiernos estatales opositores presentan condiciones de competitividad que resultan adversos a Morena, precisamente por sus malos resultados”.
La alternancia en los gobiernos locales es un hecho incuestionable, y es donde se está jugando la elección presidencial.
Hay fuertes ejemplos de cómo lo local va contra Morena. En el estado de Morelos se registró una masiva renuncia: mil comités de la 4T abandonaron el partido de AMLO. En Ecatepec de Morelos, uno de los municipios bastiones del morenismo, donde incluso reclutaron a Eruviel Ávila, lo peor del PRI, las cosas no pintan nada bien, el alcalde Fernando Vilchis resultó demasiado corrupto y con presuntas ligas con la mafia de la zona. También hay descontento entre los verdaderos luchadores sociales de izquierda como José Luis Gutiérrez Cureño, a quien mantienen marginado y con seguridad saldrá de las filas de Morena, y con él se irá una buena parte de la base social que lo apoya.
La deuda de Andrés
AMLO llega al final de su sexenio con las manos vacías, promesas sin cumplir y una deuda con quienes creyeron en su palabra. No terminó con la inseguridad, al contrario, estos cinco años han sido los más violentos de la historia; no tenemos un sistema de salud como el de Dinamarca, al contrario, el deterioro en ese sector es brutal; prometió “soberanía energética” y al contrario, las importaciones de gasolina aumentaron y el precio se incrementó. Dijo que la corrupción “se barre desde arriba”, y no, la corrupción ha sido el signo de este gobierno que superó en corrupción al de Peña Nieto, con el agravante de la impunidad.
Las obras que por capricho impulsó, han costado al erario miles de millones y son un fracaso, una refinería que no refina, inaugurada dos veces para la foto; un aeropuerto que costó más que el NAIM cuyo costo de cancelación es insultante, como lo demostró la Auditoría Superior de la Federación y que para colmo no solucionó nada, y por el contrario, vino a agravar el problema, y la CDMX con los dos aeropuertos tiene menos vuelos que antes. El Tren Maya, que costó tres o cuatro veces más de lo presupuestado, aún no se termina y los tramos que se supone funcionan, han tenido que ser suspendidos por fallas; la Megafarmacia, no tiene medicinas y lo peor, en cada una de estas grandes obras está metida la mano corrupta de la familia presidencial.
Morena tiene que evaluar en campaña cómo abordará lo local, la devaluada palabra de AMLO no bastará para aliviar el descontento que priva entre la población de los estados y municipios.
X: @diaz_manuel