Concluida la elección, la ciudadanía no ha cesado en su intento de prolongar la jornada electoral en la voz. El resultado de los comicios federales ha monopolizado el debate en México. Tanto por lo escandaloso que resultó, como por lo polémico. Hoy todo sigue girando alrededor del triunfo abrumador del oficialismo en las urnas.  Para la mayoría, esta victoria sigue siendo motivo de celebración; para unos cuantos, una tribulación que se les antoja incurable.

Es entendible que millones necesiten desahogarse. Por eso es importante que en estos tiempos de contrastes emocionales, los mexicanos sepamos ser serenos y tolerantes. Sin embargo, preocupa que algunos victoriosos respondan con pitorreo a la congoja de los derrotados. Porque como bien dijo Enrique Krauze “el verdadero demócrata es magnánimo en la victoria y digno en la derrota. Veremos de qué están hechos unos y otros. De su actitud depende la concordia. Y sin concordia, no hay futuro”.

Terminaron los Cómputos Distritales, se cotejaron las actas de las más de 170 mil casillas y se recontaron el 68% de ellas. A la candidata oficialista a la presidencia de la república, Claudia Sheinbaum Pardo, la votaron 35.9 millones de mexicanos. Esto la hace doblemente histórica, por ser la persona más votada y porque será la primera mujer presidente de México.

Es indudable que, como en todas las elecciones, se suscitaron incidencias que dieron lugar a un sinfín de irregularidades; del mismo modo, hubo inconsistencias en los conteos. También es cierto que el presidente de la república, Andrés Manuel López Obrador, intervino de manera constante, sistemática e ilegal en el proceso electoral—a la fecha es el titular del ejecutivo más sancionado por la autoridad electoral en la historia—. Su forma de gobierno, la mitocracia, siempre tuvo una profunda connotación electoral. Asimismo, resultó a todas luces evidente que el proceso de elección del candidato presidencial oficialista significó en los hechos un acto anticipado de campaña. No obstante, en las democracias liberales sólidas y maduras, nada de esto se hubiese considerado como una ilegalidad.

Ahora bien, el uso faccioso de los programas sociales para propósitos electorales acaba por representar una maquinaria de votos arrolladora e invencible, por los recursos económicos que esto conlleva. Empero, vuelvo a lo mismo, no es algo que haya inventado el oficialismo durante este sexenio. Y antes también teníamos democracia.

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Así que, vale la pena recordar que las malas prácticas electorales las cometen y se han cometido siempre. El clientelismo y el asistencialismo no son producto del oficialismo sino del viejo Partido Revolucionario Institucional. Los mapaches electorales, la compra de votos, la operación y estructuras electorales han estado ahí desde toda la vida. Y quienes han detentado el poder han operado con estas herramientas para ganar elecciones invariablemente.

Hoy lo importante es que una inmensa mayoría ha hablado: al mexicano no le interesan los contrapesos y están satisfechos con lo que tenemos. A la comentocracia y a los opinadores —me incluyo— nos faltó ampliar el espectro de análisis. Nos quedamos enredados en las cámaras de resonancia mediática, en la cámara de ecos de los algoritmos.

La burbuja epistémica existe. Es enorme. Sí. No deja de abarcar más de 22 millones de mentes mexicanas. Mas está claro que afuera hay mucho, muchísimo más, que hay que atender.

Se tiene que respetar el resultado. Se tiene que ser demócrata. Perder con dignidad y vocación ciudadana.

Tampoco son tiempos para dejar de ser críticos ni dejar de apelar eternamente por las libertades. Las oposiciones son minorías. Eso está claro. Les toca ser respetuosas con la voluntad de las mayorías y reinventarse.

Por mi parte, mis felicitaciones a los ganadores. Espero estén a la altura de la historia que ahora sí hicieron. No traicionen esta materialización de la mayor reivindicación feminista en la historia del país sometiéndose a la falocracia del autócrata una vez concluido su sexenio.

A las oposiciones, les recomendaría replantearse el insulto como utensilio persuasivo. Tendrán que mostrar tolerancia y resiliencia hacia al futuro. Abordarlo con efusividad y brío, pues no es momento para claudicar en la lucha. México requiere de una resistencia frente a la inevitable regresión del partido hegemónico.

A los ciudadanos, nos invito a todos a reconciliarnos.